
Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
Aun cuando hoy me refiero a las exposiciones que se muestran en el segundo y cuarto piso de la BLAA -“La experiencia de Habitar, Alberto Saldarriaga y la arquitectura” y “Archivo Beatriz González. Arte e historia en Colombia”−, la verdad es que la BLAA en sus ya casi 70 bien vividos años (20/02/58) nos ha juntado a cientos de miles -¿millones?- de colombianos y colombianas.
En el caso de la maestra González, la memoria ha sido lo suyo. La importancia de la memoria para la construcción de sociedad; en eso no se equivocó, lo fue como historiadora, educadora, curadora, artista, investigadora y, claro, archivista empírica. Esto último se ve reflejado en cada una de las disciplinas en las que trabajó; en ellas, su pasión por archivar fue capital, actividad que inició en su temprana adolescencia, guardando las fotos de películas que aparecían en los periódicos.
Fueron 60 años; sin importar en qué lugar o momento se encontraba, recogía alguna noticia, hecho o recuerdo; desde un tiquete de entrada a un museo, una postal, una carta y, lo más importante, un recorte de prensa, ya fuera una noticia, una columna de opinión o un ensayo sobre arte.
Más de cien mil recortes y demás, hoy convertidos en documentos por la maestra; en promedio, 55 entradas diarias a su archivo. Toda una pasión de la que de la que ya el Museo Arte Miguel Urrutia nos había dado una maravillosa muestra en la exposición retrospectiva que de su obra se hizo en los años 2020 y 21, y en donde pudimos ver los recortes de prensa que inspiraron algunas de sus obras, correspondencia con otros artistas y hasta afiches de campañas políticas, para mencionar solamente un ejemplo. Claves estos últimos para leer nuestra historia a través de los mensajes e imágenes utilizadas por los candidatos de diferentes corrientes para atraer electores.
“Tenía un cerro de noticias de páginas rojas”. Cualquiera se preguntaría: ¿A quién se le ocurre?. Y sobre todo, ¿para qué? A Beatriz González, para dejar en nuestra memoria a través de su obra un registro de la sociedad colombiana de la segunda mitad del siglo XX, que nos lleve a pensar en quiénes somos y cómo hemos vivido.
“El archivo que doné es muy valioso porque tiene los secretos de la mirada de un artista a una noticia”. Archivo que, como condición de la donante, quedará en Bucaramanga, porque es la ciudad que más libros pide a la Luis Ángel Arango y no, como se podría pensar y que sería igualmente válido, porque Bucaramanga es su ciudad natal; archivo al que también se podrá acceder desde cualquier parte del mundo a través del internet, amén de otros documentos relacionados con la artista y su obra.
Entre su enorme producción bibliográfica, capítulo aparte merecen los juiciosos 3 tomos de la historia de la caricatura en Colombia, que es, de paso, la historia de nuestro país en caricaturas. Empieza con las cerámicas precolombinas y va hasta nuestros días, edición de la que se ha dicho es una obra única en nuestro país. ¿Será que hay muchas obras similares en otros países del mundo? Sólo una persona con una visión de artista y juiciosa documentalista puede producir una obra de esta trascendencia.
“La gente desprecia un poco la caricatura y piensa que es algo insignificante, que no hace mella, pero lo cierto es que sí lo enseña a uno a pensar”, dice la maestra González. Agregaría que, además, a través de ella podemos conocer nuestra historia con una sonrisa en los labios, lo que facilita la retención en la memoria de hechos trascendentales; el dibujo de humor con inmediatez traslada nuestra imaginación a los hechos y nos los graba en la memoria. Trabajo que, dicho sea de paso, tuvo como base el estudio y recopilación de archivos de prensa. Nada más.
En cuanto a “La Experiencia de Habitar de Alberto Saldarriaga y la arquitectura”, tengo que empezar por decir que tuve la suerte de ser su alumno en la Universidad Nacional; era un profesor de esos inolvidables por su manera de dictar las clases, la pasión con la que las hacía, su seriedad, sin que le faltaran los oportunos toques de humor; y, por supuesto, el respaldo de su obra bibliográfica (En su momento [segundo lustro de los 80] los más representativos serían: Lenguaje y métodos de arquitectura, La arquitectura de la vivienda rural en Colombia y arquitectura de fin de siglo. Hoy son más de 35 libros publicados, lo que convierte a Saldarriaga el profesional que más ha estudiado y conoce nuestra arquitectura). Y la puntualidad: jamás faltó a la clase ni tampoco llegó tarde al salón, actitudes que de entrada inspiran respeto a la vez que comprometen al alumnado. De sus libros, los de más recordación para mí, los construidos con su colega y gran amigo Lorenzo Fonseca; con uno de ellos, Arquitectura popular en Colombia. Herencias y tradiciones, fueron merecedores del Premio Nacional de Arquitectura.
Beatriz González, junto con Saldarriaga, como le decíamos en la facultad, son la definición del profesor. Hoy viendo esta maravillosa exposición no puede uno sino darles gracias a Saldarriaga y a la maestra González por los favores recibidos y a la Biblioteca Luis Ángel Arango por darnos a los colombianos e investigadores extranjeros la posibilidad de acceder a este indescriptible acerbo documental, más de 14.000 diapositivas tomadas en sus viajes con Lorenzo a lo largo y ancho del país, 88 cuadernos de notas que sorprenden a cualquier investigador en el mundo por su orden, cuidado y contenido.
Todas las fotos las expuestas, y muy seguramente la gran mayoría de las donadas, corresponden a nuestra arquitectura popular, ya sea rural o urbana. Invaluable aporte a la historia de nuestra arquitectura, una importante línea de estudio que no había sido investigada hasta el momento.
No deja de sorprender que mientras sus colegas estudiaban y emulaban el movimiento moderno en arquitectura, Alberto, Lorenzo y Dicken Castro estaban estudiando lo nuestro, la arquitectura de nuestras gentes y nuestras regiones. Nuestros colores, materiales y propuestas. “Dicken me enseñó mucho de arquitectura popular”.
Hay un libro, de los hechos con Lorenzo Fonseca, del que poco se habla pero que para mí es muy atractivo y sobre todo revelador de sus intereses, Los Colores de la Calle, un pequeño libro cuidadosamente editado (Carlos Valencia Editores, 1985); empastado en tela con un diseño de franjas verticales de cuatro colores, separadas por una línea negra entre ellas, son 65 páginas y solamente 11 de ellas tienen textos, lo demás son fotografías de fachadas que nos dan a conocer la arquitectura popular de diferentes pueblos de Colombia. Puertas, ventanas, zócalos o fachadas completas.
Son por supuesto colores planos, como lo son los de la mayoría de las fachadas de una obra arquitectónica y aquí quiero entrar en lo que es el sustento para apreciar la obra pictórica de Saldarriaga, en la que la fotografía es decisiva y se convierte un punto de estudio. Así se lo responde a Santiago Rueda cuando le pregunta: “¿Por qué puertas y ventanas? Porque yo pinto muros”.
Y así es, son juegos de superficies planas con diferentes perspectivas, perfectamente ordenadas y aquí me sirvo de otra frase del maestro Saldarriaga: “Soy ordenado hasta para hacer desorden”.
Una mirada colorida como lo es nuestra arquitectura popular; en algunos casos sin importar que el muro esté en un espacio exterior, y que quede claro que un muro suelto es arquitectura. Casi siempre con una ventana abierta al cielo. Ingenioso juego de planos y de sorpresas. Una delicia de contemplación, en donde su arquitectura es una pared, el color es vida y el pequeño agujero una esperanza, un sueño, una ilusión. Ya ven, se puede hacer poesía pintando paredes, y claro, haciendo arquitectura. Pinturas que me llevan de alguna manera al mundo de David Hockney.
¿Qué une a Beatriz González con Alberto Saldarriaga? Afines profesiones de base, ella artista plástica y él arquitecto, su aprecio por la historia y la enseñanza, su inteligencia y sentido del humor, su pasión por explorar, por abrir caminos y por compartir sus saberes y experiencias y sobre todo, un gran amor por nuestro país y nuestra gente. Eso lo tuvo claro la BLAA cuando los invitó a compartir sus espacios para darnos a conocer sus trabajos e intereses. Gracias BLAA por juntarnos con Alberto y con Beatriz.
Si le interesa seguir leyendo sobre El Magazín Cultural, puede ingresar aquí 🎭🎨🎻📚📖
Por Enrique Uribe Botero, especial para El Espectador
