“Belleza americana”, veinte años de los aplausos que se reflejaron en un sueño infértil
Hace 20 años, “Belleza americana” ganó el Óscar a mejor película, además de las estatuillas a mejor director, mejor actor, mejor guion original y mejor fotografía. Reseña para rescatar sus reflexiones y decisiones de rodaje.
Laura Camila Arévalo Domínguez
El sueño americano no era, solamente, de los que no habían nacido en Norteamérica. No era ni lo es. “Belleza americana”, película dirigida por Sam Mendes, retrata a una familia estadounidense de clase media que también soñaban con llegar a la cúspide de este anhelo. Narra el momento en el que, una vez alcanzado, la belleza del sueño se desvanece. El nombre de la película hace referencia a un tipo de rosa que se cultiva en Estados Unidos. Esta flor no tiene espinas ni olor. Parece falsa y se llama así, belleza americana. La analogía es clara y se ve representada a lo largo de toda la película: la dicha prometida del sueño americano es la nada. La insatisfacción de haber logrado parecerse a la foto de la promesa, pero nada más. Es el agotamiento de la apariencia.
Gracias por ser nuestro usuario. Apreciado lector, te invitamos a suscribirte a uno de nuestros planes para continuar disfrutando de este contenido exclusivo.El Espectador, el valor de la información.
El sueño americano no era, solamente, de los que no habían nacido en Norteamérica. No era ni lo es. “Belleza americana”, película dirigida por Sam Mendes, retrata a una familia estadounidense de clase media que también soñaban con llegar a la cúspide de este anhelo. Narra el momento en el que, una vez alcanzado, la belleza del sueño se desvanece. El nombre de la película hace referencia a un tipo de rosa que se cultiva en Estados Unidos. Esta flor no tiene espinas ni olor. Parece falsa y se llama así, belleza americana. La analogía es clara y se ve representada a lo largo de toda la película: la dicha prometida del sueño americano es la nada. La insatisfacción de haber logrado parecerse a la foto de la promesa, pero nada más. Es el agotamiento de la apariencia.
La sátira de la cultura norteamericana es uno de los enfoques que el guionista Allan Ball, eligió para la película. El esclavizado rol del protagonista, Lester Burnham, refleja no solamente, el sometimiento de un empleado a un trabajo que aborrece, pero que necesita, sino también la cosificación por parte de su hija y su esposa que no reconocen en él a un padre ni a un esposo. Es más bien la figura necesaria para la foto, el papel paterno pero mediocre de un ser que se ve incapaz de todo. Las relaciones con estas dos mujeres están totalmente fracturadas, sobre todo con su hija, que lo acusa de una indiferencia y un abandono de su parte.
Burnham representa la inmovilización que puede ocasionar la frustración y la desazón de sentirse condenado a vivir sin sentir ni un gramo de vitalidad. De hecho, la película se inicia con la voz en off de él sabiéndose muerto y reflexionando sobre la secuencia de hechos que lo llevaron a convertirse en una cosa, hasta las que lo condujeron a la reactivación de una vida feliz, pero corta.
La levedad de Burnham, su irrelevancia no solamente en su familia, sino en su propia vida, que carece de sentido, emociones y sorpresas, lo mantienen pausado. Su parálisis desaparece cuando, por un encuentro que tiene con la mejor amiga de su hija, algo en él se activa. Su hallazgo es el de la belleza, que lo hace reflexionar sobre sus deseos y la capacidad para conseguirlos. La búsqueda insistente por toparse, y además agradarle a Angela, la musa que lo sacó del tedio en el que estaba enterrado, lo moviliza.
Aquí se inicia un segundo enfoque en este filme: el de la belleza. Esta es la razón de los cambios que comenzó a aplicar Burnham para, además de gustarle a su fantasía, volver a sentir la felicidad que perdió. Pero es además la reflexión constante a la que conduce el personaje de Ricky, el nuevo vecino de los Burnham, que se enamora de Jane, la hija, y que además nunca se despega de la cámara con la que graba cada detalle que lo conmueve. Para él, un adolescente muy particular, la belleza tiene connotaciones muy distintas. Sus diálogos y las tomas que hace con su cámara, se enfocan en el encanto que resulta invisible para el resto, en el cotidiano, en el presente en cada una de las cosas inertes y vivientes que lo rodean. La sensibilidad de Ricky es constantemente señalada por Ángela, la mejor amiga de Jane, quien critica que la apariencia ni la conducta del joven se ajustan a lo que ella considera normal. La normalidad que se reclama es la ponderada no solamente por la familia Burnham y Ángela, sino por toda la cultura norteamericana. La de la rosa falsa. La de la felicidad ficticia. La de la vida acomodada pero estéril.
Podría interesarle: “Banksy, una protesta visual”, diálogo entre el artista callejero y Rafael
El rojo, el color insignia de la película, refleja el deseo de Burnham, la pasión que perdió, pero que recupera paso a paso, la emoción del cambio, lo deslumbrante de los anhelos. Este color, que rodea toda la casa con las rosas que la esposa, Carolyn Burnham, ciudad rigurosamente, también se encuentra en la puerta de la casa, los labios de Angela, el carro nuevo que compra Burnham, y en la muerte del protagonista: el río de sangre en el que reposa su cabeza y su expresión de plenitud, ya que en el momento de su asesinato, reflexiona sobre la felicidad que había recuperado. Antes de que le dispararan, confesó sentirse bien y satisfecho.
Belleza americana también se relaciona con la novela de Vladimir Nabokob, “Lolita”, sobre todo por el nombre del protagonista: se originó del anagrama de Humbert Learns, personaje principal de la novela, además de la clara obsesión de Burnham por una adolescente. Pero es, además, considerada como una obra de arte gracias a los planos cambiantes al ritmo de las decisiones de sus personajes y las elecciones estéticas de Mendes, quien aceptó rodar la película después de que Steven Spielberg lo recomendó para su dirección.
Le sugerimos leer: Cien años del juicio de Unamuno por atacar al rey Alfonso III
Hace veinte años, este filme ganó cinco premios Óscar por la “magistral”, según muchos, forma en la que retrató al grueso de familias norteamericanas, que, gracias al cómodo momento económico que atravesaba el país, se apoltronaron en un ideal de felicidad y éxito árido. Un sueño vano que muchos alcanzaron y en el que se reflejaron gracias a Ball y Mendes.