El libro “Niña, mujer, otras”, de Bernardine Evaristo, es un manifiesto a todo lo impuesto. Doce mujeres afrodescendientes se enfrentan y también representan varias estructuras sociales que han perpetuado en Inglaterra el clasismo, el racismo y el machismo. Pero el libro no es un panfleto, y las intenciones de la autora británica tampoco recaen en lugares comunes. Desde la literatura y una lectura entrelíneas se van encontrando esos elementos que la autora pensó por varios años, pero que también vivió y que hacen parte de una identidad compuesta por varias raíces.
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“Lo que hace este libro en términos de raza es presentar quiénes somos, y hasta cierto punto eso lo convierte en un proyecto antirracista. Pero la raza está ahí porque las protagonistas son de color, pero la novela no trata de racismo. La raza y el racismo forma parte de la historia, pero no es primordial”, le dijo Bernardine Evaristo a El País, de España.
No habla de la raza para responder al racismo, lo hace para reivindicar sus raíces y conectar el valor de la diversidad cultural con el interés por el pasado, otro tema que la inquieta no solo por que sea casi que una necesidad imperante en el ser humano aquella de conocer nuestro origen y el devenir de nuestra familia y pueblo, sino por responder también a ese llamado de su identidad proveniente de África, particularmente de Nigeria, donde vivió su padre.
“Todas estas mujeres están analizadas a través de su pasado. Ninguno salimos de la nada, todos tenemos una historia personal, familiar, que conforman quienes somos hoy. Este libro habla mucho de la memoria, de los recuerdos. También de cómo el tiempo ha marcado sus vidas, así como la sociedad de su país. Formamos parte de esta sociedad británica de hoy, aunque eso todavía supone un desafío”, sentenció la autora británica.
Por medio de “Niña, mujer, otras”, Evaristo quiso dibujar el modelo de sociedad en el cual ha vivido. Entre la polifonía de la novela y el carácter realista de la misma construye 12 personajes que son las voces y también las protagonistas de esos problemas estructurales y también de esos espacios emergentes que buscan romper con los focos de intolerancia y violencia contra poblaciones que suelen ser vistas como minorías.
Migajas de su vida que deben irse recogiendo en el libro. Amma, la directora de teatro que evoca el pasado de la misma Evaristo y que recoge el contexto de la década de 1980 en Inglaterra. Una apuesta llena de vicisitudes por la contracultura, por esos auges de emancipación de la mujer y de la población afro. Dos elementos recogidos en una, o mejor en varias personajes de una novela experimental que recoge en sus escenarios las causas de los vacíos sociales y también quienes se atreven a taparlos y a visualizarlos para romper paradigmas e ir contra lo impuesto, que no siempre suele ser lo correcto.
Bernardine Evaristo reconoce que hace parte de esa gran población migrante en Inglaterra. Sabe cuál es su pasado y el de todos aquellos que parten de sus tierras con la desesperanza de no haber hallado su destino en su hogar, pero con el anhelo de entender el sentido de sus vidas y sus creencias en una morada ajena, en calles que no son de ellos, pero tampoco de quienes las habitan y no saben que tampoco les pertenecen. Su libro y su vida cargan con la historia de la diáspora africana, con la reivindicación de la pluralidad en países que parecen volver a los totalitarismos y a los viejos ideales de la homogeneidad.
“Creo en el multiculturalismo como ideal por oposición a una sociedad homogénea donde todos se parecen y actúan igual, que parece ser el objetivo de ciertos políticos. Ser británico hoy es ser muchas cosas a la vez, como podrá comprobar cualquiera que visite el país”, le respondió Evaristo al portal El Cultural.