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Bicentenario de la “Navidad triste” en Pasto

El 24 de diciembre de este año se conmemoran 200 años de la llamada “Navidad Triste” en la ciudad de Pasto, en donde sucedieron hechos nefastos que la historia oficial ha tratado de ocultar y en donde muchos historiadores locales han tratado de alimentar odios señalando las diferencias antes que aquellos elementos que pueden ser comunes en una patria que aún trata de afianzarse como nación.

J. Mauricio Chaves-Bustos
21 de diciembre de 2022 - 04:30 p. m.
Ilustración del siglo XIX de la "noche de los rifles".
Ilustración del siglo XIX de la "noche de los rifles".
Foto: Getty Images

Doscientos años después, hechos como los acontecidos al Sur de Colombia, deben permitirnos reflexionar sobre la necesidad de reconocer las alteridades en un país profundamente disímil, para desde ahí escuchar las voces que han sido tradicionalmente silenciadas y a partir de esos relatos permitirnos construir la paz, ese anhelo que ha sido tan esquivo y que de una u otra manera marcó el derrotero del proceso de Independencia para todos los bandos hace ya dos siglos.

Después de la batalla de Bomboná, 7 de abril de 1822, hay una paz chicha en el territorio, ya que Bolívar deja como Teniente Gobernador al coronel Ramón Zambrano, así mismo nombra en Túquerres al coronel Antonio Obando como Gobernador de Pasto y Los Pastos. En la Batalla del Pichincha, 24 de mayo, fueron hechos prisioneros Benito Boves -apodado el Ave Negra- y Agustín Agualongo, entre otros realistas españoles y pastusos.

Escapado Boves y Agualongo licenciado por su condición de natural, al llegar a Pasto encuentran una población descontenta con el armisticio firmado por los jefes pastusos, de tal manera que encontraron un caldo abonado para iniciar una rebelión el 28 de octubre, rompiendo de esta manera el tratado firmado con el gobierno republicano, empresa rechazada tanto por la clase dirigente como por el clero pastusos, nombrando al teniente coronel Estanislao Merchancano en reemplazo de Zambrano, partiendo hacia Túquerres, retomándola a sangre y fuego, al igual que varios poblados de Los Pastos, entre estos Ipiales, tomando venganza, asesinando hombres y mujeres, quemando archivos y robando cuanto pudiese servir para su causa, además de imponer contribuciones sin admitir excusa ni excepción.

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El historiador pastuso Sergio Elías Ortiz anota: “y hasta con la amenaza de que si se resistían, el mismo general Boves vendría con su división a pasarlos por las armas”. Jairo Gutiérrez Ramos, retomando al historiador José Manuel Restrepo en su enjundioso estudio “Historia de la revolución de la República de Colombia”, publicado en la temprana 1827, anota: “la provincia de Los Pastos, un tradicional refugio de patriotas, fue devastada por los neo-realistas: todos los hombres útiles para las armas fueron reclutados, se recogieron cuantas armas se pudo conseguir y se extrajeron `más de tres mil reses de ganado vacuno, dos mil quinientos caballerías y otros varios efectos de valor que pasaron al lado septentrional del Guáitara`”, dejando de esta manera desbastado la provincia de Los Pastos.

Enterado Bolívar del levantamiento, envía a Sucre con un ejército de dos mil soldados, quien fue atacado por los realistas el 24 de noviembre en los Altos de Taindalá, en donde es derrotado. El Mariscal regresa a Túquerres, desde donde pide auxilios, los cuales llegan al aproximarse la navidad de 1822. Mientras tanto en Pasto los dirigentes autoproclamados cobran impuestos y exigen la entrega de armas, generando un descontento entre sus pobladores, entre quienes estaban a favor de la revolución y quienes creían que sería perjudicial para la ciudad.

Ya el 22 de diciembre están en las goteras de la ciudad los batallones Rifles, compuesto de voluntarios británicos y reclutas de Colombia y Venezuela, Bogotá y Vargas, así como un batallón formado por patriotas de Quito, Ibarra, Tulcán y de Los Pastos. Se enfrentan en Yacuanquer el 23 de diciembre, avanzando hacia la ciudad el 24, apareciendo el Rifles a medio día por el sur de la ciudad, de tal manera que en horas de la tarde la ciudad era tomada por los patriotas, en tanto que Boves huye hacia el Putumayo, Agualongo y Merchancano se ocultan, dejando a merced de los invasores a la ciudad, quienes no respetaron absolutamente a nadie, los templos de Santiago y San Francisco fueron lugares de asesinato y profanación, ya que ahí violaron mujeres, en la iglesia Matriz asesinaron al octogenario sacerdote Galvis de una pedrada en la cabeza.

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El propio general José María Obando anota: “No sé cómo pudo caber en un hombre tan moral, humano e ilustre como Sucre el entregar aquella ciudad a muchos días de saqueo, de asesinatos y de cuanta iniquidad es capaz la licencia armada. (…) La decencia se resiste a referir por menor tantos actos de inmoralidad ejecutados en un pueblo que de boca en boca ha transmitido sus quejas a la posteridad”. Los hogares fueron saqueados, los hombres asesinados, las mujeres ultrajadas, de ahí que la noche buena de 1822 fue noche de terror para los pastusos.

Bolívar entra a Pasto nuevamente el 2 de enero de1823 e impone cargas muy altas, ordena decomisar todos los bienes de valor, recluta a más de mil hombres para ser conducidos a la campaña del Perú, se confiscó el ganado y se desterró a varios ciudadanos, dejando de esta manera la ciudad desierta y los campos destruidos. Se dejó el territorio al mando del general venezolano Bartolomé Salom, quien actúa con encono al cumplir las órdenes dejadas por Bolívar, reemplazado pronto por Juan José Flores, aparece entonces el coronel venezolano José de la Cruz Paredes, quien amarró a catorce ciudadanos de Pasto, los ató en parejas de las manos y los lanzó por un abismo al río Guáitara, una muestra más del trato dado a los realistas pastusos.

Vendrían más levantamientos y enfrentamientos entre realistas y patriotas, inclusive dentro del territorio y dentro de la misma ciudad existían diferentes posiciones, hogares donde se debatían el apoyo a una u otra causa, generando zozobra durante un buen tiempo, para finalmente dar paso a lo inevitable, es decir el rompimiento absoluto con la Corona española y la instauración de la República, con sus cualidades y defectos, y de la cual el departamento de Nariño forma parte activa, reconociendo la importancia de esos matices que han forjado a los habitantes de hoy en día.

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Por J. Mauricio Chaves-Bustos

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