El Magazín Cultural

Brava, la tauromaquia como documental

Sandy Castañeda, Laura Villa y Andrés Rubio se enfrentaron a la polémica que desde hace años se ha desatado en torno a la tauromaquia, y produjeron un documental sobre el tema, cuya segunda parte será la visión de los animalistas.

Angélica Villalba Cárdenas
23 de octubre de 2017 - 06:03 p. m.
Laura Villa, Sandy Castañeda y Andrés Rubio, equipo del corto documental Vida Brava. / Cortesía
Laura Villa, Sandy Castañeda y Andrés Rubio, equipo del corto documental Vida Brava. / Cortesía

Ella abrió la página web de la Muestra Internacional Documental de Bogotá, más conocida como Midbo; temerosa como nunca, valiente como siempre, buscó su nombre entre los escogidos a la selección denominada: Miradas Emergentes, en la que los expertos, según su criterio en esta materia, elegirían los mejores productos audiovisuales. La misión no era fácil, se presentaron 46 documentales del país y 11 latinoamericanos. Mientras revisaba minuciosamente cada reglón, pensaba si “Brava”, el nombre de su inmersión cinematográfica a la tauromaquia, tendría la calidad exigida por esta clase de festivales. Solamente pasaron 10 trabajos nacionales y solo cinco latinoamericanos. En medio de la agitación, dio click en una de las pestañas del sitio oficial del evento, y en medio de tantos nombres y apellidos extraños estaba el suyo: Sandy Castañeda.

El conflicto consigo mismo

7 a.m. A pesar del frío de la mañana, en la clase de documental en la Universidad Central de Colombia todo era una revolución de conceptos, que subía la temperatura en el salón. La idea  de realizar un corto que reuniera la tauromaquia con el animalismo era casi un pecado capital por la polarización entre los dos puntos de vista. Cómo contar, en un audiovisual, estas dos historias tan opuestas, tan controversiales, tan distintas pero tan parecidas a la realidad de un país, en donde los ciudadanos prefieren taparse los oídos, antes de escuchar las opiniones de los otros.

Antes de ponerse de acuerdo con el tema y sin saberlo, ya estaba claro que Sandy Castañeda sería la directora por su voz de mando. La organizada y disciplinada Laura Villa era la asistente de dirección, y Andrés Rubio, el tranquilo observador de la realidad, era el realizador, aunque ellos sabían que esos cargos eran solo una referencia, pues todos tenían que rotarse las misiones, como en cualquier equipo concentrado en hacer un audiovisual de alta calidad. Un trío de creadores, si las altas esferas de la crítica del cine lo permiten, muy al estilo de los hermanos Cohen, hicieron sinergia en el trabajo.

Los tres decidieron dividir el documental en tauromaquia y animalismo con dos productos audiovisuales. Al respecto, la directora de Brava reflexiona:  “fue un proceso interesante porque hubo una reconsideración de ideales, en los cuales era difícil implementar una perspectiva, pues ahora el tema de  la tauromaquia es bastante polémico, por lo que me asombré cuando el documental fue aceptado en Midbo”.

Aunque cada miembro del equipo sentía alguna simpatía por ambas vertientes, la reconsideración de ideologías preconcebidas fue difícil de superar, y más cuando en los medios de comunicación se informaba sobre los enfrentamientos entre los animalistas y los amantes del toreo. ¿Qué era verdad?, ¿Qué era falso?, se preguntaban, sin tener una respuesta clara, lo que les daba más razones para realizar este documental al que le pusieron como nombre: Vida Brava. “Dejar a un lado lo que uno piensa como persona, como estudiante, como todo y encontrar las voces de otros, creo que de eso se trata el documental”. Así lo dice Villa, con la firmeza de la madurez que da la seguridad de luchar por sus objetivos profesionales, más allá de una nota académica.

Nace Brava

En medio de los verdes pastos de la Hacienda Suescún, en Sogamoso, una tarde cualquiera, se abrió paso una figura imponente de 400 kilos. A través de su piel oscura se podían ver sus poderosos músculos. Miró a la cámara, tal vez para dejar sentado que estaba en un territorio que no le pertenecía, y su bramido fue una advertencia para que nadie se atreviera a acercarse. Era un toro de lidia.  Andrés Rubio estaba frente al personaje por el cual había discutido con sus socias en esta aventura cinematográfica. Siguió grabando como pudo, sin pensar que sus piernas le temblaban como gelatina y las manos le sudaban y luchaban para tener el plano perfecto. Sintió miedo. Mientras el toro de lidia se le acercaba, él se alejaba lentamente de la barrera de madera que los separaba, sin soltar la cámara. 

Rubio recordó ese momento con todos sus detalles: “Muchas personas piensan que el toro de lidia es una vaca más, pero tenerlo cerca y captar a través de mi cámara ese sentimiento de ira, sus actitudes, su manera de ser tan territorial me generaron mucho respeto por este animal y una gran satisfacción de haberlo grabado en su estado natural, como realmente es”. Este encuentro hizo que el realizador hablara con Raúl Ramírez, empleado de este lugar, quien le confesó que solo él lo podía alimentar, pues ya ha atacado a otros cuidadores, “porque esa es su naturaleza, su manera de ser”, como enfatiza el joven cineasta.

Y llegó el momento de conocer al torero, protagonista del documental Brava, la primera parte del dúo de documentales, en donde la polémica dio paso al descubrimiento de lo que hay detrás del toreo profesional. Su nombre, Moreno Muñoz. Los tres jóvenes cineastas lo habían visto en un programa de opinión discutiendo con los animalistas sobre la tauromaquia. La primera impresión no fue la más positiva por sus poses de grandeza y fuerte carácter. La segunda tampoco fue la mejor. A Rubio le impactó su personalidad: “sentí a una persona como déspota, muy crecida con su ser, con su hacer, que te hablaba de esto es lo que yo hago y yo soy el mejor”. Solo hasta el tercer día de la grabación del corto documental pudieron ver cómo era realmente el hombre dentro de ese traje de luces. “Habíamos visto en la tele que era una persona imponente y segura de sí misma, como un toro. Pensamos que era una persona prepotente y lo es, pero no significa que sea malo”, asegura Castañeda. Luego, la magia del documental les abrió las puertas a un personaje lleno de matices y de historias que merecían ser contadas.

Castañeda, Villa y Rubio llegaron a la casa de Moreno Muñoz cargados de luces, cámaras y micrófonos; en realidad, ellos no sabían con qué se iban a encontrar, pero lo que sí sentían era la adrenalina de hacer algo grande, algo que trascendiera al aula de clase, y como todos los profesionales del arte del documental, instalaron sus equipos, dejando al cine hacer lo propio, una inmersión a la vida de un torero, y encontraron un punto en común con el personaje: “La experiencia de conocer a Moreno Muñoz fue una de las mejores experiencias porque aparte de ayudarme con mi carrera, me hizo entender algo para mi vida personal, que es tratar de abrirle las puertas a personajes difíciles de comprender, pero que te ayudan a entender que el mundo es más que solo ver por encimita” afirma Castañeda.  

Las horas pasaban y los tres estaban concentrados en la grabación, como cualquier cineasta famoso y reconocido.  Filmaron detalles de sus trajes de luces,  de la casa, de todo lo que rodeaba  a este torero y, sí, lograron grabar las particularidades de un personaje juzgado por la sociedad, “empezamos a hablar con esa persona que lloró al recordar a su perrita, que culpa a  Petro de quedar básicamente sin empleo, que  entró en bancarrota, entonces nos dimos cuenta  de que había algo más ahí”, reflexiona Andrés Rubio. También los sorprendió que Moreno Muñoz, el villano de esta película, tuviera nueve gatos y cuatro perros, que no son simples mascotas, son sus hijos.  Los consiente y malcría. 

Como decía el maestro del periodismo Rodolfo Walsh: “La realidad no sólo es apasionante, es casi incontable”, y lo vivieron esos tres días en los que estuvieron desnudando el alma del personaje de este audiovisual y fue ahí cuando todo cobró sentido. La directora recuerda que  “fue una experiencia muy bonita al conocer a esa persona, más allá de lo que se publica como torero, simplemente fue un ciudadano, un bogotano, como todo lo que él se nos mostró y como él se presentó en el documental, sin máscaras”. 

En la noche, al salir de la casa del torero, Castañeda, Villa y Rubio sólo hablaban de las tomas, las entrevistas, de todos los animales que vivían en esa casa,  sobre esas visiones nuevas, sobre la vida de estos hombres que descubrieron a través del trabajo documental. Sus opiniones ahora giraban alrededor de la complejidad del torero y del toro de lidia.  “Creo que son completamente diferentes, el animal en su hábitat muestra fortaleza creando una barrera con el humano; también muestra su imponencia cuando estás en su terreno, pero cuando sale a la plaza,  ese mismo toro se muestra débil, frágil; caso contrario del torero, que en la plaza de toros muestra esa misma  barrera, ellos no se dejan vestir por cualquiera, no hablan con cualquiera, cambian totalmente su pensamiento cuando llegan a la plaza; entonces es como un cambio de roles”, opina Sandy Castañeda.

El cine nace en la pasión de los jóvenes

Laura Villa, la productora, la asistente de dirección, es contundente al afirmar sobre el apoyo de los festivales y las universidades para el desarrollo de productos audiovisuales: “Creo que este resultado tiene que ver con que la academia incentive a jóvenes como nosotros a generar contenido, que no solo se quede en el presentar información; en este caso, nosotros como comunicadores o periodistas, generando contenido que produzca cambio y  reflexión en las temáticas actuales y que impacte, que no se quede en el olvido del salón de clases, sino que tenga que ver con la realidad del país”.

El próximo paso de estos creadores audiovisuales es realizar el documental Vida, en donde se conocerá la posición animalista acerca de la tauromaquia para completar este dúo de cortos documentales denominados: Vida Brava, esta vez de manera independiente. “Después de Brava y el éxito que ha tenido, siento que también tenemos la obligación moral y profesional de mostrar el otro punto de vista, necesitamos encontrar ese yin para nuestro yan, si vemos lo oscuro es necesario encontrar qué pensamiento tienen los animalistas, sus sentimientos, sus bases para pelear contra la tauromaquia”.  

Mientras toreros y animalistas siguen enfrentados en una discusión que al parecer no tiene fin, estos tres jóvenes documentalistas están ansiosos por ver su trabajo audiovisual en la Muestra Internacional Documental de Bogotá que se desarrollará en la capital colombiana del 30 de octubre al 5 de noviembre.  Y es que los jóvenes sí están generando cambio a partir del cine, la literatura y el arte. Solo hay que escucharlos, un concepto que puntualiza Andrés Rubio: “Creo que al hacer este corto documental, siento que los tres cambiamos esa manera de ver las cosas, a la hora de investigar, indagar, de filmar, de entrar en el problema, de conocer qué hay más allá de lo que nos pintan los medios tradicionales y las redes sociales”.

Por Angélica Villalba Cárdenas

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