Archivo
PUBLICIDAD
Cada tarde un diciembre
A nuestra casa de campo,
para nosotros simplemente casa,
llegaba mi prima a pasar algunas fiestas.
Los sonidos de las rocas,
o al menos así nos decían,
al desprenderse de la montaña,
retumbaban todas las tardes
o acompañaban nuestros juegos matutinos.
Mucho después nos enteraríamos
de que no eran rocas sino disparos,
lejanos disparos
los que mi prima, al volver a la ciudad,
recordaba como fuegos artificiales
y les contaba a mis tíos que allá,
para nosotros simplemente acá,
los diciembres nunca acaban.
Por Carlos Palacio Páez
Conoce más
Temas recomendados:
Read more!
Read more!