
Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
Mientras nos preparamos para estar en familia, dar y recibir regalos, despedir el año y hacer aquella lista reciclada de objetivos del nuevo año, hay cierto alguien que ronda por donde no debería estar. Tiene cachos y uñas imposiblemente largas, huele a azufre y camina una con una rigidez tal que delata el hecho de que no es de este mundo. Nadie lo ha visto, pero todos sabríamos reconocerlo si lo viéramos al otro lado de la acera. Tiene mil y un nombres que todos reconoceríamos por mero instinto de supervivencia. No tengo necesidad de mencionarlo, y ya el lector sabe a quién me refiero.
C.A.L.I., la nueva novela de Carolina Andújar, está colmada de personajes: presentadoras, prostitutas, extranjeros, parejas, artistas, peluqueras, empresarios, pero, en el fondo, todos ellos se reducen a ese único ser que decidió establecerse, precisamente, en la sucursal del cielo. Si estos personajes pudieran fusionarse, tendríamos infieles, misóginos, mojigatos, machistas, mentirosos, orgullosos, habladores, hipócritas, violentos, traicioneros. Todo un repertorio de humanidad pura y dura.
Por esto es que C.A.L.I. es un thriller en el que, irónicamente, desde el comienzo ya sabemos quién es el asesino. La identidad del culpable no es lo importante, lo que mueve esta novela es la forma en que nos dejamos llevar por nuestro diablo interior. “El humano nace bueno y la sociedad lo corrompe”, y Carolina Andújar lo retrata mostrándonos cómo, alrededor de una muerte violenta, de pronto se desatan lo peor de nuestro actuar. Usar a otros como instrumentos, sentirse mejor que los demás, prejuzgar a partir de sus propios defectos, estar ciego a la empatía, caos, lujuria e indiferencia. Que el diablo entre y escoja, porque no tiene que hacer mucho para sembrar el caos en la sucursal del cielo, tan sólo tiene que mantener los ojos abiertos a cualquiera dispuesto a dejarse llevar por la bestia que tiene dentro.
En definitiva, C.A.L.I. es una sátira de Colombia que transpira comedia, tragedia y, sí, también un poco de esperanza, pues también intenta recoger ese ser bueno antes que la sociedad lo corrompiera. Es una novela en la que, mientras se descubre quién mató a una trabajadora sexual, el mal y el bien bailan una salsa letal, esa misma salsa a la que los colombianos estamos tan acostumbrados.