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Caminante (Cuentos de sábado en la tarde)

- Negra, de tu boca salen flores.

Juan Sebastián Fernández Gärtner

05 de septiembre de 2020 - 03:22 p. m.
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- ¿Cómo así, Pedro?

Él la miró.

- Negra, ¿un beso entre nosotros significaría mucho?

"Nació un romance que los familiares aceptaron y que les permitió gozar de una forma de cariño diario".
Foto: Archivo Particular

- Sí.

- …pero, ¿dañaría algo?

- No; nada, Pedro.

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Y en ese beso nació un romance que los familiares aceptaron y que les permitió gozar de una forma de cariño diario, que derrocharon sin cuidado ni prejuicios entre los cultivos y los platanales, impulsados por la belleza de sus negras pieles expuestas al sol, por el dulce olor a banano, por las calientes sombras bajo los palos de mango. Fértiles y voluptuosos, como el suelo de su Turbo natal, bailaban desnudos ante el plenilunio, dejando que el viento de la madrugada les trajera la sed de volver a amarse, aceitados por el sudor de las noches que era mezcla de sus dos sudores.

Así fue hasta cuando Pedro no pudo dormir. Fingió durante un tiempo, pero una madrugada, en su desvelo, se encontró con el desvelo de Sandra.

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- Negra

- ¿Qué?

- ¿Estás despierta?

- … ¿Es que no me oís?

- ¿Desde cuándo?

- Desde todos estos días.

- Yo también.

- Lo sé, negro.

- ¿Cómo así? ¿Por qué sabés?

- … ¿No ves que no se enfría tu cuerpo? Tu corazón mueve la cama.

No se veía nada, pero en la oscuridad sentían la mirada del otro y el sonido del espaldar contra la pared.

- Pedro, sólo los dioses pueden hacernos dormir; concedernos el sueño, ponerlo en nuestros ojos.

- ¿Cómo así, negra? — él vio esas palabras ya no como flores, sino como chapolas.

- Sólo ellos pueden hacernos dormir.

- Sandra, ¿vos qué pensás? ¿Qué nos quieren decir?

- …me da miedo decirlo.

Y el amanecer les llegó sin descanso, una noche tras otra, hasta cuando él comprendió.

Sin verse, en la oscuridad del insomnio, se susurraron:

- Negra, si mañana no te beso, ¿significaría mucho?

- Sí.

- … pero, ¿dañaría algo?

- No; nada.

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Y lloraron un poco y esas lágrimas nocturnas fueron el agua de un sueño que les permitió descansar. Al día siguiente se vieron y se abrazaron. Quisieron besarse, pero les amenazó el recuerdo de la vigilia. Se quedaron mirándose.

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- ¿A dónde te vas a ir, Pedro?

Él no pensó que el fin estuviera tan cerca, ni que le correspondería marcharse. Pero vio de lejos la situación y la entendió. Sintió amor. Sintió ternura. Se acercó, la besó en la mejilla y se fue. Este era el primer paso de un largo camino. No temió: aún era joven.

Por Juan Sebastián Fernández Gärtner

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