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Carlos Prieto: La tinta indeleble del violonchelo

El chelista y escritor mexicano presentó en Colombia la semana pasada su nuevo libro: “Mis recorridos musicales alrededor del mundo. La música en México y notas autobiográficas” (FCE).

Andrés Osorio Guillot

05 de junio de 2018 - 09:00 p. m.
Carlos Prieto con su violonchelo, una escena que se ha repetido en los principales auditorios del mundo. / Cortesía
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Miércoles, 8:56 a.m. Carlos Prieto lleva entre sus manos dos libros. A cuestas parece que no hay nada, pero resulta imposible no ver en la sombra a Piatti, el chelo que lo ha acompañado en su paso por el mundo. Su saludo refleja firmeza, la misma que requiere un artista que ha dedicado su vida a la música, a la exaltación de sentidos a través de sonatas y sinfonías. Su actitud desborda cordialidad y reafirma, una vez más, esa extraña empatía que por años han tenido México y Colombia. Bajo el brazo hay algo más que dos textos, hay notas y letras que simbolizan una vida dedicada al arte.

Un chelo de más de 200 años y una pluma que nació en 1937 junto al autor son las piezas que han acompañado a Prieto a entender el universo a través de la música y la literatura. En medio de ese devenir, personajes como Yo-Yo Ma, Dmitri Shostakóvich, Eugenio Toissant, Gabriel García Márquez y Álvaro Mutis han dejado una huella que determina la importancia de Carlos Prieto en el escenario cultural de América Latina.

Por un momento, desconociendo tal vez su destino, Prieto había encaminado sus pasos hacia un sendero donde la mayoría de personas caen y resultan por acomodarse en una cotidianidad cómoda y sin el ánimo de trascender. Sus estudios en Ingeniería Metalúrgica y Economía en el MIT lo catalogaron como un hombre con una inteligencia particular y un esfuerzo que superaba a diario las expectativas. Ese hábito que tenía desde los cuatro años de tocar violonchelo parecía quedar relegado por el estudio y la aplicación de dichos conocimientos en el aspecto laboral. Sin embargo, como él mismo lo expresa, fue el arrepentimiento de haber dejado ese tesoro preciado que es la música lo que le permitió volver a ella y entender que jamás debía volver a separarse.

“Recuerdo que amigos músicos me dijeron posteriormente: Pobre Carlos, dentro de un año se dará cuenta de lo difícil que es esto y va a regresar a la ingeniería. Y amigos industriales opinaron lo mismo, pero al revés: pobre Carlos, se va a dar cuenta de lo difícil que es la música y va a regresar a la normalidad. Pero han pasado más de 40 años y todavía no he regresado”.

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Dúos, tríos y cuartetos de violonchelo lo han acompañado a dar sus conciertos en países como Francia, Inglaterra, Rusia, China, Estados Unidos, Venezuela, Inglaterra, Colombia, Brasil, entre otros. En México, su tierra natal, ha construido una obra basada en los sonidos que ha legado la historia y, consigo, sus procesos evolutivos y de transformación. El metro poético, la polifonía sacra y los cantos litúrgicos marcaban los primeros visos de la música mexicana en la época prehispánica y de la colonia. La relación entre religión, política y música fue construyendo la identidad del pueblo azteca, a tal punto que el país se convirtió en una potencia rica en cultura gracias al aporte que la música transmitía en los movimientos sociales y en las dinámicas temporales del arte que atravesaron el barroco, el romanticismo, la modernidad y la contemporaneidad.

El bagaje cultural del chelista y escritor mexicano le permitió entender que su función en la música sería aportar sonidos y melodías basadas única y exclusivamente en el violonchelo, es por ello que, por ejemplo, uno de sus mayores espectáculos está centrado en la interpretación de las seis suites de Bach. Es este, quizá, el plato fuerte de la obra de Prieto, no solamente por la dificultad y el símbolo que representa Bach, sino también por la diciente conexión entre el violonchelo del mexicano y la obra del alemán.

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“Si tuviera que escoger entre todos los compositores el que mayor satisfacción me produce, terminaría diciendo Bach. Él compuso las seis suites, que es la primera obra realmente de gran importancia compuesta para violonchelo en 1720 que es, por casualidad, el año en que nació mi violonchelo, entonces, a él le gusta mucho tocar esas suites. Son contemporáneos”.

El legado del chelista y escritor mexicano demuestra que México va más allá de las rancheras y que la música clásica no solamente se expone al mundo en las calles de Viena. Alrededor de 105 conciertos respaldan la trayectoria artística de Prieto. Sus manos, que se debaten entre la pluma y el chelo, guardan un vínculo muy estrecho entre el sonido y la letra, como la composición de un abanico de lenguajes y sensaciones que hablan de la cultura, la historia y la esencia de lo humano a través del arte y su capacidad de revelar estéticamente lo que somos.

García Márquez dijo en el 2006: “Desde muy niño tuve un interés natural por la música, pero no se me reveló como la pasión mayor de una vida hasta la noche milagrosa en que descubrí el alma del chelo en las mano de Carlos Prieto. Fue una revelación que me contagió para siempre con los misterios de la música y la felicidad de un gran amigo”.

 

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Por Andrés Osorio Guillot

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