El Magazín Cultural

Ciclo sinfónico: un poliglotismo musical

El viernes 4 de agosto, a las 7:30 p.m., se dio inicio a un ciclo sinfónico que constará de tres conciertos en el Teatro Cafam de Bellas Artes de Bogotá, preparados por la Orquesta Sinfónica Nacional de Colombia, con tres solistas invitados, y los directores de orquesta David Effron y Eduardo Carrizosa. El evento culmina el 18 de agosto.

Maria Paula Lizarazo
08 de agosto de 2017 - 08:30 p. m.
 Orquesta Sinfónica Nacional de Colombia. / Andrés Gómez
Orquesta Sinfónica Nacional de Colombia. / Andrés Gómez

El ciclo sinfónico que comenzó el viernes 4 de agosto en el Teatro Cafam de Bellas Artes es denominado por los coorganizadores como “conciertos para todos los gustos”, pues contó con, por ejemplo, fragmentos de Star Wars interpretados por la Orquesta Sinfónica; la majestuosa voz de la colombiana Betty Garcés; los magnos dedos del ruso Sergei Sichkov; y la acertada fusión de la música originaria de los Llanos Orientales con el jazz (esta vez en formato sinfónico) del arpista Edmar Castañeda.

Serán tres las veladas de estos conciertos: en la del viernes pasado se presentó Sergei Sichkov; el 11 de agosto lo hará Betty Garcés; y el ciclo lo cerrará Edmar Castañeda, el 18 de agosto.

Del joropo al arpa, del arpa al jazz, del jazz al arpa

Edmar Castañeda nació en Bogotá en 1978. Cuando tenía 13 años, quizás “el vago azar o las leyes precisas” (diría Borges) lo hicieron ver un arpa por primera vez, en sus clases de joropo; entonces se forjó casi que un vínculo inherente al corazón entre sus manos y las cuerdas del instrumento, como una extensión de su cuerpo. Sin embargo, el vínculo devendría en un tejido perpetuo hasta unos años después.

Al cumplir 16, Castañeda se fue a Nueva York, donde lo recibió su padre, Pavelid Castañeda, un pianista y arpista radicado en esa ciudad, y lo matriculó en una escuela que fue testigo del asombro inquebrantable de Castañeda por el jazz y su proceso formativo como trompetista.

Este músico tuvo un comienzo profesional apoteótico, pero, consecuentemente, valiente: Castañeda, en contra de corriente rutinaria, tuvo sus primeras presentaciones en el restaurante Meson Ole de Nueva York bajo la tediosa condición de un horario nocturno.

Pero, según lo ha reconocido Castañeda, en Meson Ole pudo alimentar su formación autodidacta de arpista  mezclándola con lo que aprendió cuando hizo sus estudios de trompetista: en el restaurante tocaba cuatro horas cada noche. Alguna vez respondió que “El estar solo me forzó a tocar todas las partes de los temas: el bajo, la melodía, la armonía. Lo que hice fue que el arpa sonara como dos o tres instrumentos a la vez, como un bajo y una guitarra”.

A lo largo de su carrera, Castañeda se ha inventado nuevas arpas en las que ha incluido palancas, entre otros elementos, con el fin de, por ejemplo, hacerla más práctica para los músicos al momento de afinar. También, hubo una línea de arpas de la fábrica Camac Harps que él contribuyó a diseñar; le propuso al dueño de la fábrica, quien además fue el forjador de una de sus presentaciones en Francia, que elaboraran un arpa colombiana: salieron siete prototipos en total.

Su música, Castañeda, como una vez respondió para la Revista Cromos, no sabe sino llamarla como “música de raíz colombiana con influencias neoyorkinas de jazz, clásica, Piazzolla y Paco de Lucía”. Pues bien, ese tejido de raíces y fusiones lo ha llevado a grandes escenarios del mundo que han aclamado apreciar su ingeniosa mezcla de sonidos que, seguramente, lo perpetuará por muchas décadas más.

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Una composición a muchos tiempos

Betty Garcés nació en Buenaventura hace 33, 34 o 35 años. A lo mejor el tiempo exacto es irrelevante cuando se ha volado sobre tantas fronteras en una sola vida.

Hija de José Garcés e Isabel Bedoya. Hermana de otras dos mujeres. Vivió también con los abuelos Bedoya; el abuelo tocaba la dulzaina y su bisabuelo fue saxofonista. Su padre fue profesor de matemáticas y su madre de español, sociales y manualidades. Al fallecer su abuela, el canto liberó el túnel de su alma. Su lugar en la casa era el cuarto de los libros de sus padres. Su lugar en la noche era escuchar detrás de la pared las salsas que a todo volumen ponía don José Garcés cuando lo visitaban sus amigos. Hizo décimo y once en Cali. Entró al Conservatorio de la ciudad. La carrera duró seis años.

Cuando iba por la mitad de la carrera Pacho Vergara, director del taller de ópera, la impulsó en la idea de irse a estudiar a Alemania. Vergara recolectó una cantidad de sobres para que se fuera. Entre ires y venires en Alemania, presentó la audición para estudiar con la profesora Klesie Kelly Moong. Cantó algo de una ópera de Verdi. De 200 audiciones, pasaron 40. Luego 10. Y pasó Garcés.

Se graduó de magister en Artes de la Escuela Superior de Música de Colonia. Le tocó trabajar  en una fábrica que empacaba comida destinada a los aviones: nadie necesitaba una soprano. Después se fue a una fábrica de helados.

No ha dejado de estudiar. Obtuvo una especialización en Opera y Lied. Le gusta pintar.  Se ha presentado en escenarios de Alemania, Londres, Viena, Argelia, Washington, Nueva York, Bogotá y Cali. Fue finalista del Programa de Jóvenes Artistas del Royal Opera House de Londres.

Ha interpretado a Giulio Cesare de Händel, Violetta de Verdi (en “La Traviate”), Fiordiligi de Mozart (en “Cosi fan tutte”), La condesa en “Las bodas de Fígaro”, Mimi en “La boheme”, Micaela en “Carmen”, Liú en “Turandot”, Jano en “Jenufa”, Antonia en los cuentos de Hoffman, entre otros.

En el 2014 ya se había presentado con la Orquesta Sinfónica Nacional de Colombia, al ser invitada a la reinauguración del Teatro Colón. En esa ocasión interpretó Floresta de Amazonas de Heitor Villalobos.

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Palabras 

Antes las generosas respuestas del señor Sergei Sichkov, sería muy poca proeza adueñarme de sus palabras para transmitirlas con las mías: sería una traición a sus memorables percepciones, algo así como una traducción ineficaz y tramposa. Por tal motivo, me limitaré esta vez a transcribir sus palabras.

¿Qué lo entusiasma de este Ciclo Sinfónico que comenzó el 4 de agosto?

Tocar de solista con la Orquesta Sinfónica siempre es un reto  y un enorme placer. En este momento creamos junto al director y los demás músicos de la orquesta: mis colegas, con quienes he compartido los últimos 14 años, la interpretación del segundo concierto de Beethoven: obra maestra llena de luz y felicidad, de carácter festivo y optimista. Precisamente con esta obra, Beethoven se presentó en público por primera vez como solista.

¿Qué lo enamoró del piano?

Poder transmitir las imágenes que se vienen a la mente al escuchar las más grandes creaciones musicales que no se podrían expresar con palabras.

¿Qué cree usted que es lo que lo hace magno y cautivador a Frédéric Chopin? 

Afortunadamente para nosotros Chopin se mantuvo exclusivamente en los límites del piano. Él  enriqueció el lenguaje musical y transformo la técnica de este instrumento.  Su música es Universal: desde el lirismo íntimo y la fragilidad, hasta el profundo drama y heroísmo. Su música llega directamente al alma y conmueve… Por eso Horowitz dijo: "En una mazurca de Chopin, hay más música que en todas las sinfonías de Mahler".

¿Por qué ha sido leal al romanticismo? Es decir, a usted, a su "yo", ¿Qué le da el romanticismo?

Es muy cercano a mi personalidad, más que el clasicismo alemán o la música barroca. El romanticismo es la combinación de la libertad y el orden. La obra debe sonar espontánea, como si estuvieras descubriéndola en este momento; pero detrás de esto, hay mucho trabajo  e investigación de cada matiz y articulación. 

En su momento, ¿qué siente que fue lo que más aprendió de la maestra  Zhukova?

Ella supo formarme como músico de una manera eficaz y motivante. Me enseñó que el dominio de la técnica es un paso fundamental para poder expresar las ideas musicales con mucha seguridad.

¿Cree usted que la música tiene algún proyecto social o que es arte por el arte?

La música es un idioma universal que puede conciliar a las personas, transformar la realidad social, como por ejemplo el proyecto Batuta en Colombia o las orquestas juveniles en Venezuela. La música puede responder a los conflictos con sus creaciones y puede llevar mensajes de paz.

¿Cuál es la conclusión más importante en su vida que le atribuye a su camino como pianista?  

El poder educar y compartir las más grandes creaciones musicales a diferentes públicos y escenarios.

¿Cuál es el ritmo colombiano que más disfruta?

Me gusta y disfruto mucho la música de la Costa Caribe, llenas de colores y emociones. Tiene mucha variedad rítmica que no permite la indiferencia de ningún público. 

¿Cómo se podría arreglar la formación musical en Colombia?, teniendo en cuenta que es un país que destina una pequeña parte de su presupuesto al arte, y que es poca la oferta y harta la demanda para realizar estudios musicales.  

En principio desmitificar la idea que la música clásica es elitista. Promover un cambio cultural para educar en la música desde temprana edad y elevar el nivel musical a través de las emisoras y demás medios de comunicación, que no le destinan espacios suficientes  a la promoción de la música clásica.

¿Con qué sueña?  

Sueño con un mayor apoyo del gobierno y de los empresarios a la cultura,  de esta manera se promoverían los jóvenes  talentos de Colombia. 

Por Maria Paula Lizarazo

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