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Cincuenta y seis años de la terrible Mafalda

El 15 de marzo de 1962, nacía el dibujo de una niña cuya inteligencia era poco común para su edad, una niña crítica con aquel incomprensivo mundo de los adultos, una niña que pondría a pensar, aquella niña emblemática se llamaría Mafalda. 

Manuela Cano Pulido

14 de marzo de 2018 - 09:00 p. m.
Mafalda en el mar.
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Eran los paradójicos años sesenta, época marcada por grandes transformaciones sociales, impulsadas por las luchas de la liberación femenina, o por los ideales hippies; pero también, una época marcada por las dictaduras, el horrible fenómeno de las desapariciones y el declive de las instituciones. 

En este contexto, un día como hoy, el 15 de marzo de 1962, nacía el dibujo de una niña cuya inteligencia era poco común para su edad, una niña crítica con aquel incomprensivo mundo de los adultos, una niña que pondría a pensar, aquella niña emblemática se llamaría Mafalda. 

Lo que pocos saben es que aquel 15 de marzo, la caricatura de esta niña poco común no nacía para circular en periódicos, o para contagiar al mundo entero de sus profundas reflexiones, como luego ocurriría; sino que fue un invento de Joaquín Lavado, a quien se le conoce como Quino, para publicitar la marca de electrodomésticos Mansfield. Aunque el nombre de esta caricatura comenzara por la letra “M”, que era el requisito que pedía la marca, y aunque estuviera muy bien lograda, no fue aceptada por la marca. Sin duda, Mafalda no estaba hecha para incitar el consumo del mundo de los adultos; por el contrario, su esencia estaba en poder criticarlo y ridiculizarlo. 

Es por esto que Mafalda dejó de publicitar para conquistar las páginas de la revista Primera Plana, donde dejaría su aspecto afable y enérgico, con el que iba a sonreír al lado de un producto, para adoptar, casi como una revancha, un carácter “temible” y absolutamente crítico. Sería temida por aquel mundo de los adultos, pues les mostraría muchas absurdas verdades establecidas, sería temida porque lo llevaría al absurdo, sería temida, porque haría pensar y reflexionar, poniendo en duda toda aparente estabilidad. En sus ocho años de circulación, Mafalda hizo evidente aquellas contradicciones de las acciones de los adultos llevándolas hasta la burla y el ridículo.

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Cincuenta y seis años después, la sociedad en general, y sobre todo los niños, deberían volver a Mafalda, un cómic que rompe con los superhéroes y sus existencias idealizadas, que rompe con sus mundos artificialmente perfectos, para lograr llevar, con su humor crítico, a reflexionar, a dudar y a no “comerse el cuento por completo”, cosa que se ha dejado de lado en nuestra sociedad contemporánea.

 

Por Manuela Cano Pulido

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