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El productor Jordan Horowitz toma el micrófono y en un tono entre angustioso y justiciero advierte que no está haciendo una broma y que el premio Oscar en la categoría de mejor película, no es para La la Land sino para Moonlight. El momento es de una confusión absoluta, varios siguen pensando que es una broma y vemos como el escenario sufre una transición rarísima, entre el rubio equipo de La La Land que sube, da las gracias y luego sale, para da lugar en el escenario al equipo afroamericano de Moonlight.
Además de este incidente histórico, la gala de los Oscar del 2017 será recordada como una celebración muy política por dos hechos puntuales. Primero, porque en el contexto de la crítica de años anteriores sobre el racismo en Hollywood #Oscarsowhite, dio una respuesta muy correcta y juiciosa con una entrega tipo #Oscarsoblack. El segundo aspecto, por enfrentarse a Mr Trump y sus políticas racistas y xenófobas, asunto que se expresó, entre otros momentos de la noche, con la entrega del galardón a mejor película extranjera al director iraní Asghar Farhadi, quien no pudo entrar a Estados Unidos para asistir a la gala.
Sin embargo, para esta gala, vale la pena enfocarse en dos películas, la nominada Hidden Figures y la ganadora Moonlight y escarbar en el significado profundo de este galardón. Ganó Moonlight y no Hidden Figures y si me permiten el coloquialismo, eso es delicioso. Lo es, porque Moonlight va más allá de la etiqueta de “buen negro” y le apuesta a una película donde ser negro significa ser profundamente humano. No hay tiempo para ir a la luna, ni para ser el mejor bailarín o el mejor cantante, esto es, no se ocupa de las idealizaciones políticamente correctas que dan un rol limitado a los afroamericanos en el cine, el de los individuos buenos que luchan contra las adversidades.
Hidden Figures es una película hermosa e inspiradora, pero igualmente una película domesticada por nuestro bien amado Hollywood que todo lo corrige. Durante muchos años, los afroamericanos fueron relegados a la invisibilidad o a asumir roles secundarios en el cine, algunos de ellos magistrales, como el de Hattie McDaniel en Lo que el Viento se llevó. Sin embargo, es sólo hasta la década de los sesenta con movimientos cinematográficos como Blaxploitation que el cine afro americano asume una identidad propia y al menos, temporalmente, crítica el lugar que la industria de cine estadounidense le ha asignado a la comunidad afro. Fue la bienvenida a una época convulsa del cine acompañada por gangsters y traficantes afro americanos vestidos de zapatos de plataforma, ropa de colores intensos e íconos como Pam Grier en Foxy Brown. Y por supuesto, mucho, mucho funk de la mano de James Brown o Curtis Mayfield.
A Hidden Figures le falta mucho de esa indagación estética que se propuso Blaxploitation. Por supuesto no estoy pidiendo que Octavia Spencer sea una heroína de llamativo look afro, rápida con el gatillo en una persecución armada, pero si algo nos dejó Blaxploitation fue la posibilidad de indagar sobre lo que significaba la segregación racial y la identidad para un individuo con una naturaleza humana como cualquier otra, adversa y llena de complejidades, y que por lo tanto puede llevar a la inmoralidad, la pereza o incluso a ser un anti héroe. Esas búsquedas no están presentes en Hidden figures, porque la tarea más importante de las protagonistas es encajar en un mundo dominado por personas blancas y ganarse su espacio en el. Ser chicas buenas.
Por su parte, Moonlight nos cuenta una historia incómoda, al dejarnos ver el gueto por dentro y la vida afectiva de sus personajes. En la primera escena vemos a Juan (Mahershala Ali) caminando por un barrio marginal de Miami en el que trabaja como expendedor de drogas, donde encarna el papel de tipo malo del barrio, y luego en las siguientes escenas lo vemos asumir el papel de protector y amigo de Chiron, el protagonista, un niño afro retraído acosado por sus compañeros afros. Finalmente, en el final de la primera parte “Little” Chiron pierde la confianza en Juan, al darse cuenta que él le expende drogas a su madre, que es adicta al crack.
En Moonlight no asistimos a la transformación del humano en héroe, sino que más bien nos encontramos con unos protagonistas que son una suerte de anti héroes, irónicamente virtuosos quienes acompañan al protagonista principal en su búsqueda. Es interesante resaltar esto, porque una de las principales discusiones desde Blaxploitation, era que tipo de representación de la comunidad afro se quería hacer en el cine. El movimiento fue muy criticado y los sigue siendo hoy, por quienes, como los militantes de la NAACP, consideraban que mostrar a los afros de villanos y traficantes era nocivo para la juventud, valga decir que los participantes del movimiento Blaxploitation fueron acusados de “traidores” “de odiarse a sí mismos” por algunos grupos políticos afro americanos.
Así, Moonlight es una crítica a la segregación racial, pero también a la corrección política en el cine que mantiene el estereotipo de “negro bueno”, luchador, buen papa, buen ciudadano, que canta gospel y logra encajar en un mundo diseñado por blancos. Por esta razón es incómoda la condescendencia que en esta gala se dio a los afro americanos, incluidos los hiper textos en pantalla del tipo ¿sabía usted cuántos afro americanos han ganado un Oscar? 13, para no olvidar.
Moonlight es una película que se vale por sí misma y no el resultado de una cuota de inclusión y no discriminación. Igualmente es un continuum en la larga tradición del cine afro americano, un cine valioso y que nos ha entregado momentos memorables no registrados en la historia de los premios Oscar.
Cierro los ojos y pienso en unas de las mejores bandas sonoras de la historia del cine, Curtis Mayfield en Super Fly.