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Cita en el puerto

Desde hace cinco años, gracias a la alianza de la Sociedad Portuaria con la Fundación Salvi, el Puerto de Cartagena se ha erigido en sede habitual de uno de los conciertos nocturnos al aire libre.

Fernando Gómez Garzón *
14 de enero de 2016 - 04:04 a. m.

Como espectáculo visual, el lugar es al menos tan imponente como la Plaza de San Pedro. Eso sí, son escenarios opuestos: la plaza es un acervo de la Colonia, y su estilo barroco, si se quiere, armoniza con la música antigua y el amparo europeo. El Puerto, en contraste, es un monumento de la modernidad, de la industrialización y la independencia. Claro, también es el punto de encuentro entre culturas.

No es de extrañar, entonces, que los conciertos del Puerto sean protagonizados por ensambles conformados solo para la ocasión, por músicos de diferentes continentes, y que el repertorio dé cuenta de esa mezcla musical entre la tradición y la vanguardia de la que se nutren las naciones para hermanarse.

En comunión con el tema “Hacia tierra firme”, el concierto “El mar de los deseos, de Sevilla a Veracruz” intentó, parafraseando la geografía en la que se desarrolló, llevar a buen puerto una aventura que partió de África, remontó la península ibérica y tomó rumbo hacia América, donde se fundió con los aires del Pacífico, los Andes y los Llanos colombianos.

Fue, al principio, un encuentro desigual. El ensamble Ida y Vuelta propuso un repertorio jazzístico de connotaciones árabes y andaluzas. El Colectivo Colombia se vio a gatas para responder con sus cantas boyacenses, sus paisajes llaneros y la rumba chonta pacífica, pues el viento sobre los micrófonos amenazaba con opacar el tiple y el cuatro de Juan Miguel Sossa y la marimba de Hugo Candelario. Por fortuna, la voz de Lucía Pulido compensó el obstáculo natural de la brisa.

El lugar y la concepción del concierto exigen que las expectativas se midan no tanto por la brillantez técnica de los intérpretes como por la capacidad de hermanarse. Y eso fue lo que ocurrió aquí. África, Andalucía y Colombia se entrelazaron con el único objeto de demostrar que hay lenguajes que unen sin necesidad de palabras. Eso sí, la aventura nos quedó debiendo el paso por Veracruz.

* Editor de Revista Credencial

 

Por Fernando Gómez Garzón *

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