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Colombia, la clave para descifrar “El enigma del amuleto”

Hay un enigma que solo se descubrirá después de recolectar una serie de requisitos que están regados por todo el país. Esta novela narra la historia de un grupo de adolescentes que tendrá que viajar para descubrir un misterio que liberará a una de sus amigas de un secuestro.

Monica Acebedo
22 de julio de 2020 - 01:26 a. m.
Mónica Acebedo, autora de “El enigma del amuleto”, es abogada de la Universidad de los Andes.
Mónica Acebedo, autora de “El enigma del amuleto”, es abogada de la Universidad de los Andes.
Foto: Paul Weiss
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Para descifrar el enigma del amuleto se deben recorrer todas las regiones del país hasta recolectar sus detalles más característicos. La meta es llenar una lista de requisitos que, además de resolver el misterio, salven a Adelaida, una niña que está secuestrada por los “marteros”, quienes buscan diluir las fronteras y establecer una sola América. Carolina, mejor amiga de Adelaida y protagonista de esta historia, debe atravesar una serie de obstáculos con los que el desafío se ve casi imposible de superar. Además de tener que salvar a su amiga, esta niña de 14 años que vive en España con su madrastra, tiene varias preocupaciones: no quiere perder su vínculo con Colombia, se está enamorando y lucha por mantener la conexión con su abuela, la mamá de su mamá, que tiene alzhéimer y no reconoce a nadie. Carolina, que viaja desde Europa hasta su país para hacerse cargo del problema, le escribe cartas a su abuela: los textos contienen el paso a paso de un viaje que la llevará a relacionarse con cada uno de los rincones que convierten a Colombia en un país lleno de matices.

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Este libro es un viaje por cada rincón del país en busca de tradiciones, herencias y costumbres, ¿por qué decidió escribirlo así?

La inquietud por este tema se despertó en el colegio. Estábamos en clase de historia y en el tablero la profesora había anotado una frase sobre la Conquista: 500 años de tiranía española. En ese momento interrumpió la directora del colegio. Ella entró a saludar a la clase, preguntó qué estábamos viendo y la profesora le contó que nos estaba contando sobre los muchísimos años de tiranía de los españoles en nuestro territorio. La directora se quedó mirando la frase y después nos dijo: “Sí, los españoles llegaron a América y aquí éramos indígenas, pero también nos trajeron muchas cosas importantes para nuestra cultura y sociedad: la religión, el idioma y las costumbres que ahora son parte de lo que somos”. Me quedé pensando en eso. ¿Finalmente qué somos? Después, cuando estudié literatura, me di cuenta de que esta era una preocupación más complicada que también habían tenido los intelectuales de finales del siglo XIX y principios del XX. Querían crear identidad y entender qué es lo que constituía América Latina en términos generales.

Una inquietud importante para los jóvenes: en esta etapa se suelen plantear preguntas y definen aspectos importantes de la personalidad. Uno de esos podría ser la construcción de identidad...

Sí, de ahí nació la intención de plantear la duda en los niños y jóvenes. Me gusta pensar que para todo hay zonas grises. No siempre es blanco y negro. A mí me impactaron las frases de algunos intelectuales de principios del siglo XX, que se relacionaban con el multiculturalismo: las culturas no se construyen a partir de una cultura hegemónica que llega y aplasta otra. Lo que ocurre es una fusión de culturas. Siempre he tenido esa inquietud y quise transmitirla de manera sencilla, sobre todo a públicos jóvenes.

La forma sencilla que menciona fue a través de un recurso: la carta. Carolina, la protagonista, cuenta todo lo que les ocurre a ella y a su grupo mediante las cartas que le envía a su abuela. Estos textos se sienten cercanos. Generan complicidad con el lector...

Creo que uno de los temas complicados en la escritura es la voz narrativa. Pienso mucho en definir si será en primera o segunda persona. Confieso que este libro estaba escrito en tercera persona. Después lo cambié a primera persona, precisamente por lo que acabas de decir: generar cercanía con el lector. Quería lograr más intimidad. Esa primera persona que elegí en el principio hablaba en pasado: Carolina contaba lo que le había pasado hacía algunos años. Volví a cambiar mi decisión porque, a medida que iba viajando por Colombia, me di cuenta de que necesitaba una figura literaria que me hiciera vivir ese pasado de una manera un poco más presente. Esa forma que elegí fue la epístola. La famosa carta, que era muy común en el siglo XIX, una de mis épocas favoritas: de allí vienen todas mis inquietudes identitarias y nacionalistas.

Usted publicó “El niño de barro”, un libro sobre una niña que vivió la tragedia de Armero. Ese texto, al igual que “El enigma del amuleto”, se escribió para jóvenes...

Los niños tienen otra perspectiva de las tragedias y de lo que le ocurre al colectivo. Muchos me dijeron que “El niño de barro” no era una novela solamente juvenil, sino también de adultos, pero yo la hice, intencionalmente, para jóvenes. Cuando comencé a escribir siempre pensé que lo haría para adultos, pero en algún momento se me atravesó la idea de hacerlo para jóvenes. Me metí en una asociación de escritores para niños y jóvenes desde hace muchos años y me quedé ahí. Me gustaría hacerlo siempre aunque me cuesta trabajo. Es un reto que no quiero abandonar.

Hablemos más sobre Carolina, la protagonista. Todo está atravesado por ella, que tiene varias preocupaciones: su herencia colombiana y española, su primer amor, el secuestro de su amiga, su abuela...

Toda esta idea de la identidad y entender qué es lo que somos intento ponerla en una especie de cosmos en Carolina. Ella es colombiana, sus padres también, pero su madre murió y su padre se casó con una española a quien ella quiere mucho. Trato de mostrar que ella aprecia a esta madrastra española, que después de la muerte de su padre se la lleva a vivir a España. Ella siente cierta angustia por rescatar su Colombia, pero también quiere mucho su nuevo país. Trato de pasar estas inquietudes a un nivel personal. Carolina, además de su herencia española y colombiana, tiene preocupaciones que tienen que ver con su paso de la niñez a la adolescencia: surgimiento de los amores, el primer beso y todo lo que le podría ocurrir a una niña de 14 años. Hay otra angustia, que es la de su abuela, que es la única conexión que tiene con su madre, una mujer que ella ni recuerda porque cuando murió tenía apenas tres años. La abuela, que tiene alzhéimer y no reconoce a nadie, tampoco responde sus cartas, pero a pesar de eso Carolina mantiene el vínculo.

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En la contraportada de su libro dice que usted ha alternado el derecho con la literatura, ¿cómo ha sido eso?

Siempre quise estudiar literatura, pero no encontré el camino para hacerlo. Estudié derecho en la Universidad de los Andes y en mi época no había literatura, sino filosofía y letras. No me llamó la atención y entonces me decidí por derecho. Después de graduarme comencé a trabajar y, bueno, había que producir, pero nunca me alejé de la literatura. Siempre he sido muy buena lectora y también escribía mucho, pero no tuve la oportunidad de publicar en ese momento. Más adelante logré alternar las dos cosas hasta que me di cuenta de que había cumplido mi ciclo con el derecho. Ahora me dedico por completo a la literatura.

Por Monica Acebedo

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