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Te levantaste.
A pesar de la pesadilla, de haberte petrificado, de la tentación de quedarte durmiendo
Hasta que la muerte te abrazara, te abrazara y te halara,
te levantaste.
Diste un paso, diste dos.
Diste un paso tras otro.
Te sentaste en el cubículo que te recibe todos los días.
Ese con la foto de tu exesposa y los hijos que no te llaman.
Escribiste, leíste, analizaste y reanalizaste.
Pensaste, pensaste a profundidad.
A pesar de los monstruos que volvieron a surgir, de los miedos que despertaron de nuevo,
acabaste el día.
Diste un paso, diste dos.
Diste un paso tras otro.
Llegaste de nuevo a tu casa, te recostaste en el sofá.
A pesar de las sombras que acechaban al otro lado de la acera,
de los recuerdos que se tornaban en sangre,
volviste vivo a tu refugio.
Se termina el día,
lo ves como una derrota.
Llega la noche y cierras los ojos
Una vez más, llegarán las pesadillas y los monstruos y los recuerdos que fueron felices
y que ahora no son más que cristales rotos.
Cristales rotos que penetran
y la sangre se derrama.
La sangre se derrama y tú igual duermes
una vez más, una vez más.
El día ha sido un fracaso más
Y también una victoria más.