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Contra un mundo de guerras, un mundo de poemas

Selección de poemas clásicos sobre la guerra, a propósito de la Franja de Gaza, de Ucrania y de Colombia misma.

Redacción Cultura

19 de octubre de 2023 - 09:58 a. m.
Integrantes de la campaña "Voz Judía por la Paz" protestaron el miércoles dentro del Capitolio, en la capital de EE. UU., para pedir un alto al fuego y el respeto a la vida en la guerra entre Israel y Hamás en la Franja de Gaza.
Foto: EFE - WILL OLIVER
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Fuga de la muerte (Paul Celan, 1929-1979, de origen judío y ucraniano)

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Negra leche matutina la bebemos de tarde

la bebemos al mediodía y de mañana la bebemos de noche

bebemos y bebemos

cavamos una fosa en los aires allí no se yace estrechado

Un hombre vive en la casa él juega con las serpientes él escribe

él escribe cuando oscurece a Alemania tu dorado cabello Margarethe

él escribe y sale de la casa y brillan las estrellas silba a sus mastines

que vengan

a su lado

No ad for you

silba a sus judíos que salgan adelante hace cavar una fosa en la tierra

nos manda tocad ahora para el baile

Negra leche matutina te bebemos a la noche

te bebemos de mañana y mediodía te bebemos a la tarde

bebemos y bebemos

Un hombre vive en la casa y juega con serpientes él escribe

él escribe cuando oscurece a Alemania tu dorado cabello Margarethe

tu ceniciento cabello Sulamith cavamos una fosa en los aires allí no se

yace

estrechado

Grita cavad más hondo en la tierra unos y otros cantad y tocad

coge el hierro en el cinto lo blande sus ojos son azules

cavad vosotros más hondo unos y otros seguid tocando para el baile

Negra leche matutina te bebemos a la noche

te bebemos de mañana y mediodía te bebemos a la tarde

bebemos y bebemos

Un hombre vive en la casa tu dorado cabello Margarethe

tu ceniciento cabello Sulamith él juega con serpientes

Él grita tocad más dulce a la muerte la muerte es un maestro que

viene de

Alemania

grita tocad más oscuro los violines entonces subiréis como humo en el

aire

entonces tendréis una fosa en las nubes allí no se yace estrechado

No ad for you

Negra leche matutina te bebemos a la noche

te bebemos al mediodía la muerte es un maestro que viene de

Alemania

te bebemos a la tarde y de mañana bebemos y bebemos

la muerte es un maestro que viene de Alemania su ojo es azul

él te da con la bala de plomo te da certeramente

Un hombre vive en la casa tu dorado cabello Margarethe

él azuza los mastines contra nosotros nos regala una fosa en el aire

él juega con las serpientes y sueña la muerte es un maestro que viene

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de Alemania

tu dorado cabello Margarethe

tu ceniciento cabello Sulamith

(Recomendamos un ensayo de la filósofa Hannah Arendt sobre las guerras).

Todos Los Ejércitos Son Iguales (Ernest Hemingway, 1899-1961, estadounidense)

Todos los ejércitos son iguales

la publicidad es fama

La artillería hace el mismo viejo ruido

El valor es atributo de los muchachos

Los viejos soldados tienen los ojos cansados

Todos los soldados escuchan las mismas viejas mentiras

Los cadáveres siempre describieron vuelos.

Recordando la guerra (Robert Graves, 1895-1985, británico)

No ad for you

Heridas de entrada y salida relucen como plata, el rastro duele sólo cuando la lluvia evoca. El rengo olvida su pierna de madera, el manco su articulado brazo de madera. El ciego mira con sus oídos y sus manos tanto o mejor que una vez con ambos ojos. Su guerra fue librada hace veinte años y asume ahora el paisaje natural del tiempo, como cuando el viajante matutino se vuelve y mira sus salvajes tropiezos nocturnos, cincelados en la colina.

¿Qué es entonces la guerra? No mera discordia de banderas sino infección del cielo cotidiano que se curvaba aciago sobre la tierra pese a que la estación era el más aireado mayo. Hacía presión el cielo, y nosotros, oprimidos, mostramos lengua jactanciosa, puño cerrado y valiente verga. Las enfermedades comunes no estaban de moda, de nuevo era joven la muerte: sola dueña de la muerte saludable, del prematuro espasmo del destino.

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El miedo hizo buenos compañeros. Enfermos de delicia por el descubrimiento de la brevedad de la vida, nuestra juventud devino toda carne y renunció a la mente. Nunca hubo tal antigüedad de idilio, tal sabrosa miel fluyendo del corazón.

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Viejas importancias volvieron nadando— vino, carne, fuego de leña, un techo sobre la cabeza, un arma en el muslo, cirujanos disponibles. Hasta hubo otra vez una función para Dios— una palabra de rabia cuando faltaban carne, vino, fuego, cuando dolían las heridas más allá de toda cirugía.

Guerra era la vuelta de la tierra a la horrible tierra, guerra era el fracaso de sublimidades, extinción de todo feliz arte y fe por las que el mundo había aún resistido, la cabeza en alto, profesando lógica o profesando amor, hasta que el insoportable momento golpeó— el oculto grito, el deber de volverse locos.

Y recordamos las alegres costumbres de los cañones mordisqueando muros de fábricas y templos como un niño la corteza de un pastel, derribando arboledas como un niño dientes de león con una vara. Las ametralladoras suenan como juguetes desde una colina, caen en fila los valientes soldados de plomo: un cuadro para ser recordado en días maduros cuando sabiamente consagramos el futuro a visiones aún más fatuas de desesperación.

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Tristes guerras (Miguel Hernández, 1910-1942, español)

Tristes guerras

si no es amor la empresa.

Tristes. Tristes.

Tristes armas

si no son las palabras.

Tristes. Tristes.

Tristes hombres

si no mueren de amores.

Tristes. Tristes.

En la tumba del soldado desconocido (Óscar Hahn, chileno)

Con qué alegría marchan los hombres a la guerra

Con qué entusiasmo limpian y cargan sus fusiles

Con qué fervor cantan sus himnos de combate

Con qué ansiedad toman su puesto en la trinchera

Con qué inquietud oyen el ruido de las bombas

Con qué insistencia silban las balas en el aire

Con qué lentitud corre la sangre por su frente

Con qué estupor miran sus ojos el vacío

Con qué rigidez yacen sus cuerpos en el barro

Con qué premura son arrojados en la fosa

Con qué rapidez son olvidados para siempre

Canción en el infierno (Luz Mary Giraldo, colombiana)

He tocado el infierno muchas veces

dice León Felipe y reclama silencio.

Que hablen más fuerte

que no más versos perfectos o imperfectos

mientras la guerra dure y se reseque el sueño

No ad for you

—agregan mis palabras—.

No más silencio

reclama mi cuaderno

no más palabras en voz baja.

Si se rompe el violín y revientan las gargantas

si crujen los huesos y los días

rompamos cada página

con el agudo pico de atormentados pájaros.

Los hijos del soldado (William Ospina, colombiano)

Mi padre era maestro. Yo tenía siete años.

Y un día recibió, como todos, la carta.

Había sido aceptado en el partido

(aunque él jamás habría solicitado el ingreso).

Le enviaron un escudo con la esvástica.

Unos meses después marchaba rumbo a Rusia.

Mi madre estaba enferma aquel invierno,

los tres niños debíamos hacerlo todo en casa.

Y a veces venían cartas desde el frente oriental.

La guerra era una ausencia, un silencio, un temor que crecía.

Después las cartas se acabaron, y se acabó la guerra.

Y los hombres volvieron, pero él seguía en el frente.

Qué larga fue la infancia; qué triste está Alemania en la memoria.

Los tres íbamos juntos cada sábado

a esperar aquel tren.

Sin hablar lo esperábamos.

Y mi madre creía que estábamos jugando en los campos vecinos.

No ad for you

Año tras año, sin faltar, cada sábado,

sin decírselo a nadie,

esa estación nos vio crecer callando.

Cuando caía la noche, regresábamos.

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