¿Qué hace vigentes a Maruja Vieira y Dora Castellanos hoy?
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Fundamentalmente la calidad de sus obras, aunque para lograr el ideal de la permanencia es necesaria una difusión de ellas y un acercamiento al público lector. De allí la importancia de este libro, pues presento a estas dos autoras en su dimensión humana y en sus distintas facetas literarias. Además, es un llamado a conocer y respetar un legado imprescindible como punto de partida para entender la evolución de la literatura femenina en nuestro país.
Una tarea que todavía resulta difícil...
Lo es porque muchas veces hay prejuicios frente a la poesía considerada como tradicional y hay quienes solo exploran la producción literaria de las últimas generaciones, dejando la otra en el olvido. En el caso particular de Dora Castellanos hay muy poco conocimiento de su extensa obra y es el momento de revalorarla dentro de su contexto y su momento histórico; su poesía, su prosa poética y sus ensayos literarios tienen un valor estético desde el punto de vista del lenguaje y de las formas, pero además una dimensión humana igualmente trascendental. La obra de Maruja Vieira ha sido mucho más difundida y eso la consolida como una figura imprescindible en la literatura colombiana.
Precisamente sobre el valor estético de su obra, ¿cuál fue además la intención ética en la poesía de las dos?
La poesía de Castellanos es profundamente humana, vertida hacia el afecto y la solidaridad entre los seres, de aprecio y admiración hacia la naturaleza, de compasión ante el desvalido, de dolor frente a la muerte del hijo, de adhesión hacia la madre, la campesina, el trabajador, de deslumbramiento ante lo heroico, de dolor frente a la guerra. Se sustentó en un uso admirable de la lengua y de todos los recursos poéticos posibles, y en un hondo sentido de lo humano, desde lo sublime hasta lo trágico.
De Vieira usted menciona “la fidelidad, la constancia de los sentimientos”…
… y la presencia de figuras icónicas: los padres, la hija, el amor sin tregua por José María Vivas Balcázar, el afecto por su tierra y su naturaleza, los amigos, los recuerdos; su admiración por la belleza, por la historia de las ciudades, por el arte, pero a la vez la nota existencial: su preocupación por la temporalidad y por la muerte. Su lenguaje siempre decantado, la precisión de las palabras, su estilo libre.
¿Por qué considera que “la escritura poética femenina en antologías ha sido problemática”?
Si hacemos un poco de arqueología literaria sobre la producción poética de la mujer en Colombia, vemos este problema en las diferentes antologías que se ocuparon del tema desde el siglo XIX. En términos generales, casi todas excluyen la producción poética femenina o la incluyen, pero en muy escaso número en relación con la producción masculina. Recién en 1975 Eddy Torres elabora una antología poética de la mujer, incorporando un gran número de autoras representantes de un determinado período histórico. Con eso inicia un camino de reconocimiento de su tarea literaria.
¿Ha dado frutos?
Pues la historia hacia adelante no tuvo mayor suerte. En su Antología Crítica de la Poesía Colombiana Andrés Holguín incluye muy pocas autoras frente a sus congéneres masculinos y por la misma época, otra antología publicada por el Círculo de lectores, elaborada por José Luis Panero, solo resalta a María Mercedes Carranza. Fácilmente se puede deducir que estas antologías se han hecho bajo una óptica, una mirada y una valoración masculinas. Solo hasta que la mujer toma las riendas para convertirse también en antóloga, introduce un buen número de poetas que han ido creciendo a lo largo de los años. Personalmente no comparto el criterio de separar la producción poética, sino de unirla en igualdad de condiciones de género.
¿Cuáles fueron las innovaciones que ambas poetas introdujeron? Usted menciona la fusión de elementos de la oda y la epopeya, por ejemplo.
En el siglo XIX la poesía femenina era muchas veces grandilocuente y en cierta forma convencional. Ya en el siglo XX, aunque con cierta timidez, las poetas se atreven a romper con eso para ubicarse dentro de lo que puede denominarse una poesía moderna, aunque prevalece la poesía intimista, y esos ritmos y rimas siguen vigentes en una parte de la producción femenina. De todos modos, se trata de voces más propias y más innovadoras que de cierta manera superaban los cánones: Carmelina Soto, Laura Victoria, Meira Delmar y Emilia Ayarza. Pero las poetas mayormente longevas, conocidas y destacadas no solo como escritoras versátiles, sino por su actividad pública, fueron sin duda Dora Castellanos y Maruja Vieira. Castellanos es innovadora por la diversidad de sus temas y porque, aunque su poesía es intimista, marca un estilo que supera el idealismo abstracto en su visión del amor al hombre en Zodíaco del hombre, caracterizado por esa dualidad entre lo erótico y lo sublime, pero con la intención de ser “una escritura más abierta”.
¿Cuál fue la ruptura respecto a la forma?
Hay ciertas renovaciones de Castellanos en La Bolivaríada, como la combinación de diferentes formas poéticas como la oda y la épica dentro del poema, rompiendo con algunas normas de la retórica. Sobre Maruja Vieira, aunque también era intimista en su mayor parte, se aparta de la retórica tradicional para ubicarse dentro del verso libre conservando el lirismo. También introduce temáticas que creo que la hacen definitivamente contemporánea y muy innovadora, sobre todo en su última poesía.
Cuéntenos de su trabajo ensayístico, un género que por mucho tiempo fue terreno casi exclusivo de los hombres.
Ellas demostraron que las mujeres podían escribir con igual conocimiento y sentido crítico, al acercarse a la literatura a través del estudio y la reflexión. Los de Maruja Vieira son ensayos literarios muy interesantes sobre los cuales la crítica no ha reparado mucho. Cubren un amplio rango de temas: la literatura española con Machado, Lorca, Alberti y Unamuno; grandes de la literatura hispanoamericana como Carpentier, Storni y De Ibarbouru, además de figuras colombianas como Silva, Sanín Cano, Mújica, Matilde Espinosa, Carmelina Soto, entre muchos. Hay una sección especial dedicada a la literatura de Venezuela donde rememora a los poetas Fernando Paz Castillo, Carlos Augusto León y Manuel Felipe Rugeles. Es una verdadera cátedra de literatura que debería tener una mayor difusión.
¿Qué destaca del trabajo ensayístico de Castellanos?
Uno fundamental que presentó en 1978 para ser recibida como la primera mujer en la Academia Colombiana, sobre el gran poeta español Miguel Hernández. También tiene varios discursos académicos y el extenso y maravilloso poema en prosa Un Hombre Diáfano, Simón Bolívar que, además de su calidad estética y su estructura musical (lo subtituló Sinfonía en Cuatro Movimientos), proyecta un amplio conocimiento de la historia personal y política de El Libertador. Una verdadera lección de Historia.
Las dos también se desempeñaron como periodistas, su faceta menos conocida.
Para las dos ese oficio fue esencial. Vieira se inició de la mano de Gabriel Cano en El Espectador. En Colombia también fue columnista de El País de Cali, de crítica teatral en El Siglo, editora cultural de la revista Guión, colaboradora de la revista Aces y socia fundadora del Círculo de Periodistas de Bogotá. En su vida en Caracas se vinculó con El Nacional, El Universal y El Heraldo, y fue la primera presentadora colombiana en la Radio Televisión de Venezuela. Castellanos escribió durante décadas la “Columna Dórica” en El Tiempo con el seudónimo Angélica; ahí trató temas culturales, sociales y literarios con una voz propia, y por ese trabajo recibió el Premio Simón Bolívar. El valor de las dos es inestimable.