El Magazín Cultural
Publicidad

Cuando las falacias se toman el periodismo (Opinión)

Según la definición del diccionario de la RAE, una falacia es un “engaño, fraude o mentira con que se intenta dañar a alguien”. Más allá de esta limitada definición, las falacias son, en general, razonamientos inválidos que se emplean para defender o atacar una idea.

Andrea Carolina Liñán/ @ancalidu
19 de agosto de 2020 - 01:00 a. m.
"Al examinar el discurso de la periodista Vicky Dávila, se ejemplifican, de manera sistemática, diferentes tipos de falacias argumentativas".
"Al examinar el discurso de la periodista Vicky Dávila, se ejemplifican, de manera sistemática, diferentes tipos de falacias argumentativas".
Foto: Archivo Particular

Las falacias pueden parecer razonamientos coherentes, pero en realidad son, muchas veces, actos malintencionados. En el discurso de Vicky Dávila esto se nota a simple vista, pues su estilo periodístico está nutrido de una gran artillería de argumentos mañosos, según mostraré a continuación.

Al examinar el discurso de la periodista, se ejemplifican, de manera sistemática, diferentes tipos de falacias argumentativas. En sus últimas publicaciones y en los debates en los que ha participado cubriendo la noticia sobre el caso Uribe, se evidencia una total dependencia a los argumentos engañosos. En este sentido, la estrategia más recurrente en la retórica politizada de Vicky Dávila es (1) la falacia de la distracción. De hecho, su discurso suele ser evasivo y busca desviar la atención del acervo probatorio, para centrarla en temas que no tienen relación directa con el caso del exsenador. En ningún momento la presentadora ha analizado las numerosas pruebas concretas que pesan sobre el imputado.

Las falacia de distracción o de pista falsa consiste en desviar la atención del problema central para enfocarla en un asunto que no se relaciona directamente con el tema por tratar.

Cuando la señora Victoria Eugenia trae a colación el caso de Santrich, o la firma de la paz con las FARC, en espacios en donde el tema central es la culpabilidad o no de Uribe, o la amenaza que este representa para el proceso llevado por la Corte (razón por la cual se le dictó prisión preventiva), está echando mano de la pista falsa; pues ni las FARC ni Santrich están vinculados con el proceso por testigos falsos que se adelanta desde 2012 y que el mismo exsenador inició ante el alto tribunal. Un ejemplo, sin duda polémico, de esta falacia, lo vimos en la propuesta que hizo la Vicepresidenta de imponer el servicio militar obligatorio a las mujeres con la intención de protegerlas de abusos y violaciones. Llevar mujeres a las Fuerzas Militares no tiene nada que ver con esta problemática y, además de no ser una solución, desvía la atención del problema real.

Le sugerimos leer Cinco documentalistas denuncian que el FICCI no les ha pagado los premios de 2019

Otra estrategia recurrente en los “análisis” amañados de la periodista es (2) el uso de la falacia de consecuencia. Esta consiste en generar miedo, pánico o inseguridad al exponer, mediante un vuelo de especulación de la imaginación, consecuencias adversas que podrían desprenderse de una decisión en el presente. “El país de las FARC terminará de refundarse en el 2022”, “la detención de Uribe dinamita cualquier posibilidad de reconciliación”, “en la debacle todos vamos a perder”, “quizás la violencia aumente”, son apenas algunas de las afirmaciones fuera de lugar y sin fundamento que hace la periodista y que ejemplifican la falacia de consecuencia.

Evidentemente, del hecho de que Uribe vaya preso a causa de sus delitos no es posible deducir que las FARC tomarán el poder, que el país, su gente y sus políticos no podrán construir una mejor sociedad, que va a suceder una hecatombe, ni mucho menos que vaya a aumentar la violencia. Aquí, el “argumento” de la periodista gira en torno a una hipotética desestructuración social que no tiene manera de comprobar porque no hay ningún indicio lógico que así lo determine, y debido a eso opta por anunciar el caos e infundir temor. Esta falacia, por poner un ejemplo, es como cuando los hombres se oponían al voto femenino, y para ello argumentaban que si las mujeres adquirían el derecho a votar la sociedad se desestructuraría y llegaría el caos. ¿Ven el absurdo de este tipo de razonamiento?

Otro engaño bastante usado en el escenario político es (3) la falacia de victimización, a la que Vicky Dávila recurre con frecuencia. “Timochenko es un señor, Uribe es un bandido. ¡Qué exabrupto!”, asegura la periodista, en su afán por expresar el sacrilegio que representa dudar de la “honorabilidad” de Uribe; de quien afirma que es un “carismático finquero paisa”, que “nos devolvió la esperanza”, que fue “traicionado” por Santos y lo presenta como un pobre señor víctima de la “desproporcionada, rara y vengativa” decisión de la Corte. Esta artimaña de apelar a las emociones en busca de compasión, misericordia, indignación, rabia, entre otros sentimientos que nublan el juicio para no ver de manera objetiva el gran cúmulo de pruebas en contra del expresidente, se conoce como falacia de victimización, en la cual se involucra a la persona y no se emiten argumentos, sino una especie de pataleta retórica basada en la manipulación. Vicky Dávila construye a Uribe como un héroe que está siendo atacado por sus “archienemigos”, por Santos, las FARC y todo sus secuaces, y así retoma la falaz retórica de la distracción.

Le sugerimos leer La perversión de la discusión pública en Colombia

Las falacias suelen relacionarse entre sí en un discurso. Si alguien “argumenta” desde las falacias que he citado hasta ahora, se espera que continúe haciendo uso de otras tantas que le permitan continuar su hilo “lógico”. El siguiente tipo de juicio engañoso empleado por la periodista es (4) el populismo retórico. Asegurar que “millones de colombianos no estamos de acuerdo con la decisión de los cinco magistrados” es una afirmación engañosa que se basa en desacreditar una posición, en este caso una decisión legal, porque no le “gusta” a una supuesta mayoría. El propósito de esta falacia es aparentar el apoyo de “todo un pueblo” a la idea que se defiende o ataca como presión para obtener resultados favorables. Por supuesto, carece de veracidad, comprobación y de argumentos válidos. Por cierto, una encuesta realizada por Datexco arrojó que el 64 % de los colombianos está de acuerdo con la decisión del alto tribunal respecto al exsenador.

(5) La falacia por omisión, o la verdad a medias, complementa la “argumentación” de Vicky Dávila. Esta falacia consiste en decir una parte de la verdad y omitir de manera selectiva información relevante. La periodista hace alusión todo el tiempo a que Uribe Vélez combatió las Farc con “mano dura”, que frenó su avance, que las debilitó y que les dio golpes contundentes como la abatida de Raúl Reyes; así como que extraditó a EE. UU por narcotráfico a los “más sanguinarios comandantes” paramilitares. Todo esto es cierto. Pero es una verdad a medias. Durante el Gobierno del hoy exsenador se desarrollaron cientos de masacres, sucedieron procesos judiciales de los que él era el único beneficiario (como la mal llamada “Yidispolítica”), la gran mayoría de quienes lo han rodeado y servido políticamente están hoy investigados o presos por parapolítica, narcotráfico, corrupción, entre otros crímenes. Asimismo, existen más de 1500 páginas que soportan la decisión de la Corte Constitucional, llenas de pruebas en su contra; también hay videos de su abogado Diego Cadena en donde no puede justificar sus actos, y un sinnúmero de llamadas telefónicas interceptadas legalmente que lo incriminan. Este gran acervo probatorio es omitido rigurosamente por la periodista, que se limita a mencionar solo los aspectos convenientes, como es propio de una falacia por omisión.

El discurso de la señora Vicky Dávila está nutrido de argumentos sesgados y con fines políticos, más que periodísticos. La cantidad de falacias que utiliza en sus columnas y en otras comunicaciones es un fenómeno vergonzoso y un abuso, en especial para alguien que, según se supone, está en el deber de informar. Su enfoque evidencia una ciega e inquebrantable admiración por el exsenador Uribe, a quien ha dedicado sus últimas columnas en revista Semana, que, vale señalar, parecen panfletos redactados por una ideóloga de partido, obsesionada con defender lo indefendible: el dogma de la honorabilidad de Uribe.

Por Andrea Carolina Liñán/ @ancalidu

Temas recomendados:

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar