Cultura naranja: gaseosa y homogénea

Laura Mora, Pedro Adrián Zuluaga, Fátima Vélez, Nadia Granados, Fabio Rubiano y Jorge Melguizo hablan acerca de lo que esperan del plató cultural Colombiano versus el pronóstico con Iván Duque electo presidente.

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Manuela Saldarriaga H.
10 de julio de 2018 - 12:04 a. m.
Laura Mora, Pedro Adrián Zuluaga, Fátima Vélez, Nadia Granados y Fabio Rubiano.
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Contrario a los especulan que en las urnas ocurre el simulacro más suntuoso de una fantasía llamada democracia. Contraria a la sazón del cineasta Luis Ospina a quien la vida le ha enseñado a no tener ninguna expectativa sobre la política colombiana y, contrario a lo que vastamente se presume, está todo: todo puño en alto o sobre la mesa, todo puño atajando un puñado, un puñetazo, verdades como puños y objetos empuñados (hay quienes puñal). Y hay, también, quienes desean con todas sus fuerzas estar equivocados.

Un índice a la altura de los labios que se apoya en un puño alzado, orden de silencio, es ahora mismo la estampa de una pitonisa que especula alrededor de una bola de cristal color naranja: en ella reposa la cultura colorada, condensada y contenida, acurrucada entre el vidrio frágil. Sin haber sido enunciada con persuasión la palabra arte en la contienda electoral, y aun con que un par lo haya hecho en el dominio de educación; se hace necesario que hablen de la escena y acerca de lo que debería ser y no será con Iván Duque al mando.

Surge siempre la inquietud entre si irse por el pesimismo o por el optimismo, o qué carajos con la investigación/acción en el paisaje cultural del país, y ya que la historia también la cuentan aquellos que presumen de ésta en una captura, hecha materia: la de una ficción en movimiento, esa detención móvil en el tiempo, lanzan aquí su vaticinio la poeta Fátima Vélez; la cineasta Laura Mora; la artista plástica Nadia Granados; el dramaturgo Fabio Rubiano; el crítico de cine Pedro Adrián Zuluaga y el consultor internacional en gestión pública, proyectos urbanos integrales, cultura y participación social, Jorge Melguizo.

Recuerda este último que el presupuesto para la cultura en Colombia es hoy del 0.16% y equivale a menos de 3 días del presupuesto para la Defensa. O, explica de otro modo, que el presupuesto de Defensa de 10 años equivale a 2.100 años del presupuesto para la Cultura. Melguizo espera que quien llegue al Ministerio de Cultura asuma que ese, y el de Educación, son los fundamentales para la construcción de la Paz en Colombia: “Necesitamos un Ministerio que vaya mucho más allá de las bellas artes y que asuma como desafío que la cultura sea lo que nos permita a los colombianos apreciar la propia vida y aprender a vivir con los otros. Necesitamos que el Ministerio de Cultura tenga como presupuesto al menos el 1% del presupuesto nacional, como pidió la UNESCO hace 30 años”.

Al pie, las apreciaciones de quienes atendieron a la consulta:

Pedro Adrián Zuluaga - Crítico de cine

El lunes, un día después de las elecciones del 17 de junio, empezó a rodar el consabido sonajero ministerial del nuevo gobierno. Entre tantos nombres, uno me despertó especial angustia: Alicia Arango, ex secretaria privada de Álvaro Uribe y jefe de campaña de Iván Duque, y quien, según los pronósticos, podría ser la nueva Ministra de Cultura. Se trata de alguien a quien incluso sus más cercanos definen con adjetivos que sin ninguna duda apuntan a un talante autoritario, poco proclive a aceptar la contradicción o la crítica. La llegada de una persona como ella al ministerio encargado de implementar las políticas públicas de la cultura en el país implicaría unos enormes peligros. Para empezar, es ajena al sector cultural y desconoce sus dinámicas y procesos. Pero peor aún, su temperamento agresivo y poco conciliador iría en abierta contradicción con el sentido mismo de la cultura, al menos como yo y muchos otros la entendemos: como ese lugar en el que las tradiciones, creencias y valores de una comunidad, se renuevan y reinventan desde los desacuerdos y la crítica. El nuevo presidente ha hablado de la cultura en relación con la economía naranja que pone el acento en el emprendimiento, el contenido y la propiedad intelectual. Producir contenidos dentro de las industrias creativas se ha convertido en una especie de fetiche, que no diferencia mucho entre arte, moda, diseño, publicidad y tecnologías del entretenimiento. El contenido, visto así, apunta al consumo y a la ansiedad por el éxito. Pero el arte y la cultura, cuando se reducen a eso, dejan de lado los procesos y las transformaciones de largo plazo. Veo venir una política cultural enfocada en eventos y grandes productos de impacto que buscarán un efecto de unidad simbólica, aséptica y gaseosa. Le corresponderá al sector cultural resistir, molestar, disentir, romper esas ficciones de unidad, ser testimonio de lo diverso.

Fátima Vélez - Poeta

Hace unos días circuló una invitación de Espacio Odeón y Editorial Salvaje en la que le pedían a la gente que escribiera su propia versión sobre el presidente que querían, basado en el poema de 1992 de la artista Zoe Leonard, "Quiero un presidente". El poema, muy marcado por la crisis del sida, la indiferencia sistemática de los gobiernos frente a ésta, una voz repleta de un feminismo feroz y una crítica hacia el racismo y la diferencia de clases, nos recuerda la capacidad de expresar nuestros deseos desde el arte a un nivel político, a pesar de que la realidad sea muy diferente a como la queremos, o precisamente por eso. En el reino de la poesía, del lenguaje y los mundos de la imaginación, todo es posible. En contraposición, en la realidad política no ha sido posible, desde que tengo uso de razón democrática, que gane el candidato de mis sueños. Tal vez porque no existe. Muchos ven en los tantos millones de votos que recibió Petro un triunfo. Pero para mí Petro representa una izquierda petrificada, inflada de discurso vacío, y su ascenso me situó en una encrucijada; que él fuera el candidato ante el cual debía hacer de tripas corazón era casi un castigo. Por otra parte, ante el triunfo de Duque, me duele tener que llamar presidente de mi país,  una vez más, a una persona que representa toda la violencia, la desigualdad, la corrupción, la guerra e ideas distorsionadas y prejuiciosas del otro. ¿Podemos los artistas construir a esa Colombia que queremos, una Colombia consciente de sus desigualdades, límites, pero sobre todo, de su potencial? Intuyo que vamos a sentir un desarrollo económico en las ciudades y que la clase media citadina va a estar muy contenta y le crecerá la barriga, pero una vez más, intuyo, los verdaderos afectados nadie los va a ver, no se hablará de ellos; quedarán tan aislados y silenciados como siempre lo han estado, camuflados entre indicadores de un supuesto crecimiento económico, fruto de la explotación de los recursos naturales y la incentivación de la guerra, que seguramente será achacada a la disidencia de las Farc. Todo esto me hace pensar en el final del poema de César Vallejo, Los Nueve Monstruos, “Señor Ministro de Salud: ¿qué hacer?/ ¡Ah! desgraciadamente, hombres humanos,/ hay, hermanos, muchísimo qué hacer.”

Fabio Rubiano - Dramaturgo

La cultura es lo que define a un pueblo, cómo nos vean depende de nuestra cultura. Es la fortaleza creativa, inventiva, crítica y en función de desarrollar todas las formas de inteligencia. La capacidad crítica genera obras de arte, humor, música, narraciones, transforma la barbarie en poesía. En Colombia, hay fuerzas poderosas que insisten en fomentar  una cultura donde los valores estén trastocados, donde impere la mentira, la fuerza, la acumulación, la riqueza rápida, el saqueo, la disminución del otro, llámese mujer, homosexual, animalista, humanista o contradictor. En gran medida, quienes apoyan estas prácticas, y defienden el crimen, la ilegalidad y la trampa, vienen ganando batallas éticas (con su ética) hace varias elecciones.

Este gobierno, supongo que continuará instalando la mentira, la superficialidad, el humor discriminatorio y la anulación de cualquier  espíritu crítico. Deseo con  todas las fuerzas estar equivocado.

Nadia Granados (La Fulminante) - Artista plástica

Para la  economía naranja, de la que el actual presidente Duque es vocero, el arte es proyectado como una mercancía que se organiza para ser vendida como un producto en ferias y festivales, complaciente con quien pueda pagarlo, excluyendo a todo lo que los estándares internacionales no consideren “productivo” en términos culturales y artísticos. Aunque veo positivo el  monetizar el quehacer artístico, creo que los estándares obligan a los artistas a hacer cosas de tamaño y apariencia vendible. Ejemplos: ARTBO; una muestra homogénea de objetos para decorar interiores o la producción cultural representada por la Marca Colombia: un  folclorismo aséptico que reduce la diversidad a un producto colorido, fácil de digerir, negando la relación que la producción cultural tiene con  la memoria histórica en un país donde se cometió un genocidio. Aspecto que contrasta con la urgente necesidad de sostener un movimiento cultural que en sus manifestaciones artísticas ha buscado generar resistencias y sentido de comunidad frente a la implementación de lo que lo Renán Vega Cantor  llamó “La Cultura traqueta en Colombia” y sus efectos. En este proceso electoral han detonado una enorme variedad de aportes pequeños a una causa que nos une en contra del regreso al poder ejecutivo de esa figura nefasta que representa Uribe como cabeza del paramilitarismo en Colombia, proceso en el que múltiples creatividades manifestaron aglutinadas alrededor de la ‘Colombia Humana’. Para mí, un panorama ideal sería que estas fuerzas creativas lográramos fortalecer unidas un movimiento ciudadano que se convierta en una fuerte oposición al terrible panorama que se avecina.

Laura Mora - Cineasta

Mi anhelo se convierte en mi perspectiva. Desde el día en que ganó Duque, mi reflexión ha sido que estos cuatro años (esperando que no se vuelvan más) nos enseñen a salir a la calle, a hacer control político desde la ciudadanía, que nos incomodemos de una vez por todas, que pongamos la cara, que sacrifiquemos nuestro tiempo e individualismo para recordarle a Duque (y a todos esos que han sido los dueños del país y que han decidido una vez más cual “frente nacional” sin  asomo de vergüenza, o asco alguno reunirse de nuevo, para no soltar....) Que aquí estamos de frente defendiendo lo fundamental: Los diálogos de paz, la Jep, la vida misma, la diferencia, el estado laico, la igualdad, la educación. Soñando con un punto de partida más equitativo para todos y luchando por ello desde donde nos toca, en mi caso: la calle y el cine y que espero nunca estén exentas de crítica y reflexión. Mi anhelo será que por fin nos demos cuenta que, como decía Focault: “A los pueblos les toca indignarse, a los gobiernos reflexionar y actuar”.

Como hija de un padre asesinado no puedo más que sentirme impotente, e increíblemente, adolorida cada que escucho de un asesinato, de un líder, de un padre, de un hijo, de una madre, al final cada muerto, es todos los muertos… Me parece oír los disparos secos, esos que le cambian a uno para siempre la vida… ¿Cuántos más? A nadie parece importarle.

Por Manuela Saldarriaga H.

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