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David Cleves Guarnizo: “La muerte se dejó de tomar como un hecho espiritual”

David Cleves Guarnizo habló para El Espectador sobre “Que sea lo que Dios quiera” (La Jaula Publicaciones), libro que en 2019 ganó la “Beca para la publicación de libro ilustrado” del Ministerio de Cultura.

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Laura Valeria López
31 de diciembre de 2020 - 05:36 p. m.
Imagen de la portada de la novela de David Cleves Guarnizo, "Que sea lo que Dios quiera".
Imagen de la portada de la novela de David Cleves Guarnizo, "Que sea lo que Dios quiera".
Foto: Archivo Particular
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La publicación de este libro fue apoyada por la “Beca para la publicación de libro ilustrado”, del ministerio de Cultura. Cleves Guarnizo ha participado como ilustrador en otros libros de autores como John Fitzgerald Torres, Miguel Ángel Mendoza y Francisco Leal Quevedo. Esta vez fue el autor e ilustrador de su obra. Que sea lo que Dios quiera nació como proyecto final de la maestría en ilustración editorial y multimedia, en L’école Emile Cohl en Lyon, Francia. Pero la ilustración y texto en conjunto fue negada por sus docentes, así que creó un pseudónimo donde utilizó su segundo nombre (Alejandro) y el primer apellido de su abuela materna (Rojas) para que la universidad aceptara que su novela corta fuera ilustrada.

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A lo largo de la novela se tocan diferentes situaciones y conceptos que, aunque se desarrollan en un pueblo, terminan mostrando la cultura colombiana de los años sesenta y setenta, que aún siguen vigentes. Todo se narra desde el municipio de Ambalema, Tolima. Departamento en el que Cleves vivió sus vacaciones ya que su familia es del ‘Tolima grande’. El pueblo de la historia (Ambalema) es un pueblo construido de retazos de sus memorias y de múltiples experiencias.

Cleves Guarnizo habló para El Espectador. En esta entrevista se plantea la influencia que ha tenido la religión católica y cristiana en Colombia, los actos naturales del ser humano debajo de una sotana y cómo hemos dejado poco a poco de lado el conocimiento que solo un abuelo o una persona mayor nos puede heredar.

¿Cómo ha sido ese encuentro entre dos culturas tan diferentes como el cristianismo y, de alguna manera, el paganismo, desde la cultura indígena?

Considero que como colombiano, estas dos culturas están completamente integradas en nuestro día a día, supongo que esa diferencia la empecé a notar más desde que me mudé a Europa y pude comprender que muchas de nuestras tradiciones poseen un arraigo importante en tradiciones ancestrales que no son de origen cristiano. No me gusta pensar en esas tradiciones como paganas, ya que esto haría suponer que no son válidas o verdaderas, simplemente me parece que hacen parte de un universo al cual pertenecemos y en el cual podemos vivir en armonía ya que estos constituyen la idiosincrasia latinoamericana.

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Aunque desde un principio se menciona que es una historia “común”, que lo es y a la vez no, aún nos encontramos en una época y en una sociedad que no acepta fácilmente los relatos realmente humanos de las figuras de autoridad como sucede con el párroco de la novela. Entonces, desde la literatura, ¿cómo podemos hablar de las acciones humanas de cualquier ser humano y, en especial, de las historias de los “enviados de Dios” sin caer en el cliché?

Una de las cosas que más tengo en cuenta a la hora de construir un personaje para una historia es siempre pensar que son precisamente humanos, y que por esta razón no son seres unilaterales ni absolutos, no hay personas completamente malas, ni completamente buenas. Creo que la mejor forma de construir buenos personajes desde la literatura es siempre escribiendo desde la sinceridad y gracias a esto hacer que los mismos sean plausibles para que reflejen así lo intrincado de nuestro contexto, pero siempre desde una perspectiva que cualquier lector pueda entender y sentirse a su vez identificado.

¿Cree que la religión católica y cristiana ha sido una limitante para la continuidad del desarrollo autóctono de las diferentes culturas que habitan en Colombia?

Sí, y no sólo de culturas que habitan o habitaron en el pasado el territorio, sino de la Colombia actual. No creo que el problema sea la religión como tal sino de las libertades de interpretación que se toman las personas que “dirigen” la fe en nuestro país.

En las culturas indígenas, los repartidores de las “leyes y normas”, las tradiciones, mitos y ritos son los viejos, los hermanos mayores, ¿por qué en la cultura occidental dejamos de lado a los abuelos como pasa a lo largo de la historia del viudo Martínez?

Creo que nuestra sociedad actual posee una obsesión frívola por la sensación de vacío, donde nada de lo que tenemos es suficiente. Lo veo como uno de los problemas más grandes de nuestro tiempo: estamos muy preocupados por la inmediatez. Estamos sumergidos en un afán por conseguir, por poseer y es este cúmulo de sensaciones fantasmas que nos ha llevado poco a poco a olvidarnos del factor humano que fue muy importante para la consolidación de la comunidad humana. Se nos ha olvidado parar un momento y observar a quienes nos rodean, escuchar y aprender. Nos hemos vuelto tan adictos a la sensación de vacío que pensamos que sólo nuestras posesiones podrán hacernos sentir completos de nuevo. Pienso que nos hemos olvidado de nuestros viejos porque a su vez nos estamos olvidando de nosotros mismos.

La novela relata perfectamente la vida y la cultura de un pueblo pequeño, pero también la de un país totalmente manipulado por los diferentes actores públicos. ¿Cómo desde la literatura podemos aportar a la memoria colectiva de un país que vive en el olvido?

Siempre he encontrado inspiración en las cosas y situaciones que me rodean, pienso que la mejor forma de aportar a la memoria colectiva de un país como Colombia es hablar y escribir desde la sinceridad. En países como el nuestro no es necesario adornar demasiado la realidad ya que nuestra historia, y nuestro contexto, son sumamente ricos en sí mismos. Los libros sólo son herramientas para recordarle al lector situaciones que a nuestros ojos parecen cotidianas pero que de hecho son sumamente fantásticas, en los que la realidad siempre va a superar a la ficción, no siendo esto siempre positivo.

Al final del libro cuenta que sus escritos están totalmente relacionados a su vida. ¿Quién es el viudo Martínez en su vida?

El viudo Martínez es un compendio de momentos de mi vida. Son fragmentos de recuerdos de mi infancia, historias de mis abuelos, anécdotas de mis padres. Básicamente, el viudo Martínez es la materialización de un retrato familiar.

¿Por qué la muerte y, por ende, el desapego nos es tan difícil de asimilar si aún así, para los cristianos, está la tranquilidad del encuentro con Dios y, posteriormente, el reencuentro con los seres queridos?

Considero que la muerte desde Occidente se dejó de tomar como un hecho espiritual y pasó simplemente a ser un evento social, en el que hay un duelo, un funeral, y una ceremonia donde todo el mundo está sufriendo. Creo que esta visión “negativa” de la muerte la hemos venido alimentando con el paso del tiempo hasta el hecho de asociarse solamente con la ausencia. Es el recordatorio de que nos encontramos más solos de lo que pensamos, es la materialización de un abandono que creo llevamos muchos por dentro. La muerte es quizás la experiencia que más nos iguala como seres vivientes, es el inexorable destino de todo ser. Una realidad oculta y misteriosa al cual cada pueblo se ha enfrentado inventando formas felices, tristes, o místicas de culminar sus vidas. Considero que en Occidente hablar sobre la muerte es muchas veces un tabú. Con ella, la duda a todas estas promesas del más allá empieza a manifestarse ante las circunstancias que cada persona haya vivido.

¿Cómo ha sido para usted la visita de la muerte?

Creo que esta experiencia varía dependiendo de cada persona. Perder personas cercanas no es fácil, siempre queda ese vacío dentro de uno y la sensación de que pude haber hecho más por esa persona que ya no está... Con el tiempo he aprendido a desprender esa sensación de mi cabeza, es muy fácil caer en la trampa en la que nos gusta victimizar nuestro duelo creyendo que no fuimos la mejor versión de nosotros mismos para el difunto. Pero siento que la peor experiencia con la muerte de un ser cercano la viví con una compañera de la universidad, quien decidió quitarse la vida a principios de este año. Ella era extranjera y su familia no se había enterado de lo ocurrido sino hasta días después de su muerte. Pude ver con pesar cómo muy pocas personas fueron a su funeral. Nadie habló en los servicios, su familia no pudo asistir a la velación y sólo llegaron para firmar unos papeles y llevarla de nuevo a su país de origen. Recuerdo mucho la tristeza que me invadió. Parecía una escena sacada de una película e incluso hoy es un recuerdo que continúa proyectándose en mi memoria de vez en cuando.

¿Qué opinión tiene sobre la soledad?

Hablar de la soledad sobre todo este año es muy difícil ya que fuimos obligados a aislarnos para protegernos y también porque el concepto de soledad se ha vuelto muy negativo ya que lo asociamos con sentimientos de ansiedad y depresión los cuales por supuesto no son agradables para nadie... Sin embargo, siempre he pensado que la soledad es una virtud, ya que en esta podemos realmente conocernos a nosotros mismos, considero que la mejor forma de amarse uno mismo es estando solo. Por supuesto tampoco hablo de encerrarse para siempre en una habitación a ver un computador privándose de todo lo que el mundo puede ofrecer, pero sí considero que las temporadas donde uno puede encontrarse cara a cara con sus pensamientos son muy beneficiosas. Puede ser un largo paseo en las montañas o simplemente tomarse una taza de café en silencio sin ver el teléfono y sobre todo, disfrutar esos momentos donde estamos en comunión con nosotros mismos.

Por Laura Valeria López

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Bernardo(31155)31 de diciembre de 2020 - 09:11 p. m.
¡¡¡Qué bueno¡¡¡¡
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