David Manzur: "La mejor pintura es la que no he hecho"
El artistas colombiano David Manzur nos recibió en su casa, en Barichara (Santander), y desde su estudio habló de lo que prepara para el segundo semestre de este 2019.
Daniel Grajales T.
Cuando está trabajando en una pintura, el maestro David Manzur (Neira, Caldas, 1929) olvida que tiene 89 años, que el 14 de diciembre próximo cumplirá 90. Su vitalidad se refleja en el detalle que les da a sus cuadros al óleo, en grandes formatos, los cuales desarrolla durante cuatro o seis semanas, aunque a veces años, porque cree que ahora, en la etapa de consolidación de su carrera, no hay espacio para el error.
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Cuando está trabajando en una pintura, el maestro David Manzur (Neira, Caldas, 1929) olvida que tiene 89 años, que el 14 de diciembre próximo cumplirá 90. Su vitalidad se refleja en el detalle que les da a sus cuadros al óleo, en grandes formatos, los cuales desarrolla durante cuatro o seis semanas, aunque a veces años, porque cree que ahora, en la etapa de consolidación de su carrera, no hay espacio para el error.
Con el canto de los pájaros como banda sonora, su villa campestre en Barichara, Santander, a no menos de seis horas de camino desde Bogotá, es un oasis propicio, pintado de blanco, desde donde continúa escribiendo una historia que comenzó hace siete decenios.
Sin embargo, a Manzur no le gusta que lo llamen maestro, porque cree que se es maestro cuando ya no hay nada más para decir y él, quien durante décadas inmortalizó figuras como caballos o moscas en sus pinturas de caballete, siente que, en este momento de la historia, tiene mucho para decirle al mundo.
“Cuando se llega a cierta edad hay una complacencia, una aceptación de todo lo que se hace, como si no hubiese más problemas en la vida, y no es así. El encuentro con la gente joven me empuja a desaparecer o a estar en el reto. La palabra maestro merece un respeto enorme, por el maestro que enseña, y si me aceptara como maestro querría decir que ya logré todo y no debería seguir trabajando. Es que tengo un sentido de combate. A esta edad tengo un control muy claro de la mente, un control analítico que permite darme cuenta de los errores. Eso es la edad: ver los errores por encima de los aciertos. A medida que pasa el tiempo te das cuenta de que hay mucho que corregir, que corregir es una manera de mejorar”.
Manzur es un hombre capaz de apreciar con calma lo contemporáneo, después recita a ojo cerrado la historia del arte. Pinta en un estudio de unos 20 metros de largo por siete de ancho, en el que un mezanine es la zona de corrección, porque, cuando va avanzando en una parte del proyecto, se aleja, da unos pasos atrás, y simplemente se dedica a observar, a revisar, a autocriticarse y a hacer una mejor obra para su público. Quizás esto tenga que ver con ese recuerdo de infancia que está en su mente, cuando en África jugaba en un barco encallado, y veía el hierro oxidado, la espuma blanca del mar, la luz dorada de la Guinea Ecuatorial, el azul del océano, una escena perfecta, bañada por una luz de las 4:00 p.m., que cada día podía ser mejor.
En ese estudio, donde la luz entra por pequeñas ventanas y tiene además lámparas artificiales para ubicar directa e indirectamente en diferentes posiciones respecto a sus obras, está trabajando en una serie de mujeres de la historia del arte que resignificará dando vida, con mayor majestuosidad, a detalles como sus vestidos, combinando una suerte de collage (de papel pegado antes de pintar sobre el lienzo), que da una mayor viscosidad, una textura fuerte y dramática a escenas muy clásicas. Esto es lo amable, quizá lo contemplativo, pero hay más.
Este 2019, Manzur se fue a la guerra, a la guerra colombiana, para revivir uno de los capítulos de la historia nacional: la masacre de Bojayá. No quiso sentirse mudo ante el dolor de un país que había contemplado en su producción, la mayoría de las veces, escenas tranquilas, salvo casos como el de su polémico San Sebastián. Su próxima exposición será en el Museo de Arte Moderno de Bogotá (Mambo), a donde llevará un Bojayá que en su pincel rendirá homenaje a las víctimas, acompañado de una contundente mirada sobre el derrame de sangre y la tauromaquia.
“Si todo sale bien, haré una exposición en el Museo de Arte Moderno. Claudia Hakim, directora del Museo, quiere ponerla para noviembre. Además, estoy preparando un libro. Será una capilla negra, en homenaje a Bojayá y una serie de obras sobre los toros tomando sangre. Aunque no me gusta dejarme dominar por curadores, que es lo que se usa ahora, todo lo haré con Felipe Grimberg, un dealer internacional muy joven y prestigioso (Ver precisión del maestro Manzur). Lo estoy trabajando, todo depende de que salga como creo. Si no salgo bien, no hay nada”.
Acepta que su cerebro es “el juez más miedoso conmigo mismo, me dice: David, vas mal”. Cuando hace una obra hay un momento de mucho disgusto, de mucha contradicción. “Soy lento, cuidadoso, no es ir haciendo pinturas por hacer o por firmar”. Mientras tanto, el calor de Barichara lo oxigena, así como la compañía de Felipe Achury, quien además de su amigo es su asistente en creación, producción y posproducción.
Que las tapias no cuentan
La mitad de la casa es patio, manga, zonas verdes en todo el centro de una suerte de edificios independientes, en tapia, que se conectan con corredores delgados, pequeños senderos que guían al visitante para que su estancia se sirva de la hermosura de la vegetación: flores, árboles frutales y césped. Cada villa dentro de la gran villa tiene el silencio necesario, apenas interrumpido por el viento. Manzur resguarda en casa un pequeño museo, donde están sus obras recientes, sus bocetos a lápiz, sus pinturas. Hay también un teatro, una biblioteca con cientos de obras, terrazas, salas.
Una puerta de madera, gruesa, pesada, que resguarda lo que las tapias no cuentan, la actualidad de la producción artística de David Manzur, que se cuenta por decenas, ya que sagradamente se levanta a pintar.
“Una obra nace de un proceso donde interviene todo tipo de información. En el caso de David los recuerdos son una parte importante, lo que él llama ‘la memoria’; esta memoria va acompañada de un profundo conocimiento de la historia del arte y enriquecida por una investigación constante de las expresiones artísticas actuales. Esto lo ha llevado a establecer su posición sin dejar de buscar siempre la evolución de su trabajo. Después de la concepción y de los bocetos iniciales, los días de trabajo son prácticamente rutina; rutina en el sentido de horarios y lugar de trabajo, pero nunca en la creación de la obra. El inicio está lleno de incertidumbre por el aporte conceptual de la nueva idea, dando paso a un proceso lleno de errores y aciertos para cuadrar la composición, el equilibrio tonal y todo tipo de aspectos técnicos. En el caso de David la creación de una obra de arte requiere más horas de trabajo mental que técnico, por lo cual la labor nunca cesa en su cabeza”, cuenta el joven Felipe Achury, de tono calmado y actitud tranquila, quien junto a las colaboradoras y las mascotas, los grandes perros que cuidan la casa y juguetean con el artista, integra la familia de Manzur.
En el estudio, el creador se ve poco complacido, siempre dudoso, dice que con cada obra está “mostrando una variación sobre lo que he hecho”. Le huye “a la palabra nuevo, porque muchas veces la búsqueda de la novedad es la búsqueda de la sensación, del aplauso gratuito. Eso suena muy lindo cuando uno tiene 30 años, pero a mi edad no tiene importancia”.
Tiene dos maneras de trabajar: “una en la mente, planeando formas e imágenes, y la otra en la ejecución, en la pintura, a veces en ensayos de escultura. Tengo que tener mucho cuidado en que lo que haga no se adelante a lo que pienso, para no sentirme frustrado después”.
Le parece un simple cuento eso de que se acabó la pintura de caballete. Más bien propone un debate sobre el talento, el oficio, la majestuosidad que no tienen solo los mayores, porque no tiene miedo aceptar que hay creadores de 30 años haciendo maravillas con el oficio que él eligió: “Aquello de que la pintura de caballete se acabó es una manera fácil de acortar el cuento cuando no se tiene talento, lo que se acabó fue el talento, porque cuando hay talento siempre habrá una manera de salir adelante en este oficio”.
No sabe por qué fue Barichara el territorio del mundo el que lo cautivó, el que lo flechó para quedarse. “Yo mismo me pregunto qué tiene este lugar, ¿será la luz?, ¿será el clima?, no sé qué hay, pero algo mágico si hay. Cuando uno está trabajando la situación que lo rodea es la misma, en Quebec, en Nueva York, en Bogotá, siempre está encerrado, el clima logra eso, aquí no. Vine por Belisario Betancur y su esposa, ella me hizo venir y cuando llegué, hace 14 años, me di cuenta de que aquí empezaba a trabajar y había luz continua, además de un espacio muy grande para trabajar, porque en Bogotá, por ejemplo, es impensable tener este espacio”.
Así, con tono serio y la seguridad que le han dado los años, Manzur se despide, diciendo que “la mejor pintura es la que no he hecho, la que estoy pensando. Para qué ‘maestro’ si no he terminado”.
Actualización: Con posterioridad a la publicación de esta entrevista el maestro David Manzur envió esta importante precisión sobre su referencia a la exposición en el MamBo:
"Antes que nada quiero agradecer a El Espectador su generoso seguimiento de mi carrera, que se confirma una vez más con el último artículo publicado sobre mí.
Me refiero a la entrevista que me fue realizada hace varios meses por el periodista Daniel Grajales Tabares y cuyo artículo “David Manzur: ‘La mejor pintura es la que no he hecho’” fue publicado en este diario el pasado 2 de junio del presente.
Al respecto, creemos que hubo una falta de claridad de mi parte en referencia a mi próxima exposición en el Mambo y cuya curaduría estará a cargo del recién nombrado curador en jefe del museo, Eugenio Viola. El señor Viola, quien asumió sus labores en el museo desde el pasado mes de marzo, ha estado en comunicación profesional directa conmigo y actualmente estamos trabajando en mi próxima muestra.
Por lo anterior, les pido el favor de corregir esta importantísima información que fue omitida, ya que cuando se realizó la entrevista, hace más de tres meses, no tenía conocimiento del nombramiento del curador ni que estaría a cargo de la exhibición que está programada para el mes de noviembre.
A la espera de que este malentendido se pueda aclarar de la mejor manera y lo más pronto posible, quedo atento a su respuesta.
David Manzur"