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De autos y artistas

El 4 de enero de 1960 en un accidente falleció el autor de ‘El Extranjero’.

Ricardo Bada / Especial para El Espectador

02 de enero de 2010 - 04:00 p. m.
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Larga y luctuosa historia, la sangría de intelectuales, artistas y científicos fallecidos por culpa de la circulación automotriz. Y no me consta que se haya elevado, hasta la fecha, un pliego de cargos acerca de tal hecatombe. Iría, pues, siendo hora, sin que la lista que sigue aspire —¡ay, por desgracia!— a la espeluznante exhaustividad, sobre todo porque tan sólo rastrearé el ámbito hispanoamericano.

El 29 de junio de 1919, en Caracas, murió de forma trágica José Gregorio Hernández, al golpear su cabeza contra el borde de la acera tras haber sido atropellado por un auto. Este santo laico, médico y científico, devoción acendrada de venezolanos y colombianos, no llegará a los altares porque su nombre se asocia con brujería y chamanismo, lo que hace aún más ambiguo que Juan Pablo II lo aupara al rango de Venerable.

El 17 de septiembre de 1925, en Ciudad de México, la colisión con un tranvía del autobús en que viajaba dejó a Frida Kahlo con lesiones permanentes debido a que su columna vertebral quedó fracturada y casi rota, así como diversas costillas, el cuello y la pelvis, su pie derecho se dislocó, un hombro se le descoyuntó, y un pasamanos penetró por su costado izquierdo y le atravesó el vientre.

El 7 de junio de 1926, en Barcelona, un genio de la arquitectura, Antoni Gaudí, fue atropellado por un tranvía, quedando sin sentido. Creyéndolo un mendigo por su aspecto, no lo socorrieron de inmediato. Murió en el Hospital de la Santa Cruz tres días más tarde, a los 74 años de edad, dejando inconclusa su obra maestra, la Sagrada Familia. Que inconclusa sigue.

El 15 de julio de 1937, durante un repliegue del ejército republicano en la guerra civil española, la reportera gráfica húngara Gerda Taro —compañera sentimental y profesional de Robert Capa, y autora de más de una foto que suele atribuirse a él— se subió al estribo de un auto de las Brigadas Internacionales. Unos aviones franquistas en vuelo rasante hicieron que cundiera el pánico en el convoy, y Gerda cayó al suelo, con tan mala fortuna que un tanque remontó esa cota en reversa hasta donde se encontraba ella, aplastándola con su cadena dentada. Trasladada con toda urgencia al hospital inglés de El Escorial, falleció pocas horas más tarde, seis días antes de cumplir 27 años. Fue enterrada en París, con los honores debidos a una heroína.

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El 5 de enero de 1942, otra fotógrafa impar, Tina Modotti, ex espía en Alemania, ex enfermera en la guerra civil española, y ex amante de Edward Weston —quien  plasmó su emblemático desnudo para la historia de la fotografía—, murió de un ataque cardíaco yendo en un taxi por Ciudad de México. Aunque se especuló sobre si esa muerte fue por un envenenamiento de “su amante” o por un “ajuste de cuentas entre comunistas” (los troskistas españoles que vivían en México la acusaban de ser agente stalinista), quienes han viajado en taxi por el DF no descartan a priori la relación causa-efecto.

El 3 de agosto de 1964 murió en un accidente de tráfico, en la carretera que comunica Pamplona con Cúcuta, el poeta Eduardo Cote Lamus.

El 26 de noviembre de 1964, en un accidente en Buenos Aires, murió Julio Sosa (a) El Varón del Tango, víctima de su pasión automovilística, y coronando así varios percances más donde manejaba a excesiva velocidad. Por aquellos años, en Baires, todos querían ser émulos de Juan Manuel Fangio.

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El 4 de agosto de 1967, a sus 29 años, se apagó la más brillante estrella de la poesía de Costa Rica, Jorge Debravo, quien regresaba a casa esa noche con su motocicleta recién estrenada cuando lo arrolló y lo mató un camión conducido por un borracho. La poesía de Debravo está llena de premoniciones acerca de su muerte.

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El miércoles 27 de mayo de 1970, un cable publicado por el diario Excélsior informaba de que el arquitecto mexicano Carlos Becerra Ramos había muerto en Apulia, Italia, en un accidente de carretera. El arquitecto Carlos Becerra Ramos era el poeta José Carlos Becerra. Y a no ser por ese cable, el cónsul de México en Nápoles hubiera dado sepultura al cadáver en la fosa común de Brindisi y rematado en subasta pública las pertenencias de Becerra, entre ellas manuscritos de tres libros inéditos.

Inesperadamente, el 27 de septiembre de 1976, en un accidente en la carretera de Bogotá a Tunja, Ha muerto de camión Gonzalo Harango, como escribió 30 años después el inolvidable Ignacio Ramírez, recordando en su blog Cronopiosdiariovirtual.blogspot.com  al creador del nadaísmo.

El 31 de enero de 1978, en homenaje a San Martín, el folclorista argentino Jorge Cafrune salió a caballo hacia Yapeyú, lugar natal del libertador, para depositar allí tierra de Boulogne-sur-Mer, la ciudad francesa donde murió. Pocas horas después fue embestido por una camioneta conducida por un joven de 19 años. Cafrune falleció a medianoche, el hecho no se esclareció nunca y para la justicia quedó sólo como un accidente.

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El 22 de mayo de 1997 muere en Cartagena (La Heroica, y también El Corralito de Piedra) el poeta Raúl Gómez Jattin, atropellado por un autobús, sin que haya sido posible determinar si se trató de un accidente o de un suicidio.

El 27 de julio de 2005, el escritor argentino Saúl Yurkievich, albacea de la obra de Cortázar, murió en un accidente en una carretera cerca de Aviñón, al sureste de Francia. Según la policía, perdió el control de su vehículo e impactó de frente contra un camión que avanzaba en sentido contrario, falleciendo de manera instantánea.

El domingo 9 de abril de 2006, en la madrugada, falleció en Managua el narrador Lizandro Chávez Alfaro. Murió en la cama, pero su muerte fue una secuela del terrible accidente que sufrió el 3 de febrero de 1996 durante su caminata habitual por el barrio de Pancasán, entre 6 y 7 a.m. El autor del atropello fue un joven que había sido alumno suyo, y que esa mañana regresaba a casa a toda velocidad tras una noche de juerga, manejando borracho (lo que llaman en Nicaragua “andar de amanezquera”).

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Por Ricardo Bada / Especial para El Espectador

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