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De peripatéticos y errantes

Desde Aristóteles hasta Friedrich Nietzsche, y pasando por la literatura colombiana con Fernando González, vemos como el ejercicio de andar a pie tiene una relación directa con el pensar.

Andrés Osorio Guillott

20 de enero de 2020 - 02:52 p. m.
El escritor colombiano Fernando González en el Nevado del Ruiz, uno de los lugares que menciona en su libro "Viaje a pie". / Archivo particular
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Friedrich Nietzsche afirmó que "todas las grandes ideas se concibieron caminando". Y es que desde las civilizaciones antiguas el hecho de caminar representó un peregrinaje y dividió a las comunidades en las que fueron sedentarias y las que fueron nómadas. 

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Con el tiempo la idea de caminar se ha ido reduciendo al hecho de movilizarse de un punto a otro, inclusive puntos cercanos, pues la humanidad cada vez busca más medios de transporte para tardar menos tiempo en llegar a un destino. Sí, puede ser una necesidad, lo cierto es que la acción misma de andar a pie va más allá del movimiento.

Desde Aristóteles la acción de caminar empezó a ligarse con el ejercicio del pensar. Aunque nos saldríamos del tema, parafrasear al filósofo griego para recordar que el movimiento es una tendencia natural de los seres y los objetos para perfeccionarse nos ayuda a vislumbrar esa armonía de mente y cuerpo a la hora de activarse y construir una especie de circuito del pensamiento. 

El mismo filósofo griego fue el fundador de una escuela que duró alrededor de mil años. Los peripatéticos, que según los académicos significa "los que pasean" o "los que caminan", se dedicaron a recibir e impartir clases en parques y senderos por los que pudieran deambular mientras creaban e intercambiaban ideas. A Aristótoles este método de enseñanza le resultaba mucho más ameno en tanto que se construía el imaginario de ideas que circulaban entre pasos y nuevos caminos. 

Existe algo que llaman literatura de viajes, que vendría siendo el escenario ideal para hablar de la relación que existen entre el caminar y el pensar, o entre el caminar y el descubrir. La Odisea de Homero, el mismo poema de Ítaca de Konstantino Kavafis, El principito de Antoine de Saint-Exupéry y para acercarnos más a la época contemporánea y a nuestro contexto, el libro que más nos muestra la relación del camino y la razón es Viaje a pie de Fernando González. En cada uno de ellos se presentan personajes que van de un mundo a otro, de un contexto a otro entendiendo que el camino es la enseñanza y que el viaje no es solo la experiencia de enfrentarse a lo desconocido, sino también permitir que haya una interpelación entre lo novedoso y lo nostálgico.

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Gonzalo Arango, poeta colombiano, comenzaba el prólogo de Viaje a pie diciendo que: "La vida no es un sueño, es un viaje: un viaje a pie. Y para viajar hay que estar despiertos, ¿no?". De ahí que el caminar sea un sinónimo de conocimiento, de experiencia, de aumentar las posibilidades de reflexionar con las peripecias, con las aventuras que se atreviesan en los senderos andados y desandados. Caminar se convierte en una acción en solitario y en un instante en el que el ritmo impone también un flujo de memorias, pensamientos y dudas.

Los largos peregrinajes no son el único método. Caminar no tiene manuales y tampoco mandamientos. Andar a pie puede ser un acto rutinario, un acto que puede llegar significar la trascendencia de aquellos raciocinios y preguntas que muchos se hacen o se hicieron sobre el mundo. Un ejemplo claro de ello es el de Immanuel Kant en Könisberg. El filósofo alemán era estricto con su cotidianidad, tanto así que los habitantes de aquel pueblo ubicado en lo que era Prusia Oriental basaban la hora en el momento en que Kant salía a dar su paseo para repensar sus teorías sobre la ética y sobre la razón. Sus horas de andar a pie eran pequeños aluviones que refrescaban lo que el alemán pensaba y repensaba por horas en su casa de siempre.

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"Caminante, son tus huellas / el camino y nada más; / Caminante, no hay camino, / se hace camino al andar. / Al andar se hace el camino, / y al volver la / vista atrás / se ve la senda que nunca / se ha de volver a pisar. / Caminante no hay camino / sino estelas en la mar". El famoso poema de Antonio Machado, que Serrat lo hizo canción, reafirma que el andar a pie es un ejercicio de retrospectiva y también de novedad, que como acto ofrece epifanías que se convierten en terrenos fértiles. Así, el ser humano se hace capaz de reinventar(se) y reconstruir(se) para hacer de su voz y sus elucubraciones los manifiestos de nuevas eras.

 

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Por Andrés Osorio Guillott

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