El Magazín Cultural

De Roosevelt a Trump en verso

Como sea, el nuevo presidente de EE. UU. entrará a la historia. ¿En qué se parece al Theodore Roosevelt que describió el poeta Rubén Darío?

José Luis Garcés González *
12 de marzo de 2017 - 02:00 a. m.
¿Quién podría hacerles hoy una oda a las tropelías y equivocaciones de Donald Trump?  / / AFP
¿Quién podría hacerles hoy una oda a las tropelías y equivocaciones de Donald Trump? / / AFP
Foto: AFP - NICHOLAS KAMM

Quizá sea esta una pregunta cargada de parodia y de futuro. A Roosevelt se la escribió Rubén Darío. La empezó en Málaga (España) a finales de 1903, la terminó en 1904 y la hizo publicar en Madrid en 1905, incluyéndola en su poemario Cantos de vida y esperanza. Este texto ha sido divulgado y analizado en diversas universidades del mundo y ha sido utilizado como instrumento o bandera en la lucha antiimperialista de amplios sectores políticos y estudiantiles de América Latina. Pero este poema tiene raíces precisas y no surgió del ocio, del azar o de la inspiración espontánea del poeta. Lo motivó el convulso transcurrir de la historia que se daba en los albores del siglo XX, una de cuyas expresiones más violentas en Colombia fue la Guerra de los Mil Días (1889-1902).

Estudiosos del asunto señalan que, por lo menos, hay tres razones para la escritura de A. Roosevelt. La primera, la conspiración norteamericana que, aprovechando la devastación que dejó la mencionada guerra civil y la indiferencia del centralismo gubernamental con la periferia, terminó con la separación del departamento del istmo (Panamá) de la República de Colombia el 3 de noviembre de 1903, y por cuya pérdida el Estado norteamericano le pagó US$25 millones a la vejada Colombia. La segunda, el ventajoso aprovechamiento de esta fractura para que la recién creada nación le cediera a Estados Unidos una franja para construir y usufructuar durante un siglo lo que después sería el llamado Canal de Panamá. La tercera, la relación de amistad y agradecimiento que Rubén Darío mantenía con algunos personajes colombianos que lo habían favorecido; señalemos a dos: Rafael Núñez, quien en una ocasión lo nombró cónsul de Colombia en Argentina, y con el panfletario don José María Vargas Vila, quien al principio miró al nicaragüense con antipatía, pero terminó valorándolo y escribiéndole un elogioso libro.

Theodore Roosevelt, que prohibió la entrada a Norteamérica de chinos y japoneses, es conocido en nuestra historia, además de promover el raponazo, por una frase prepotente e insultante: I took Panama, dicen que pronunciada entre vinos, tules, mujeres vaporosas y arañas lumínicas de techo la noche en que celebraban la separación. Roosevelt fue presidente de Estados Unidos entre 1901 y 1908, y murió, mientras dormía y soñaba con los miles de animales que había ido a comprar a África, diez años después de haber abandonado el cargo.

En los 46 versos que tiene el poema se mezclan alejandrinos con versos blancos, y allí los impares van libres y los pares conservan la asonancia aguda. El léxico consulta el momento político y referencia la influencia católica y española en el autor. Rubén Darío denuncia, sin mencionar el hecho histórico que lo motivó, la presencia imperial y advierte sobre las realidades que pueden suceder y sucedieron años después. Veamos un cuarteto: “Eres los Estados Unidos,/ eres el futuro invasor/ de la América ingenua que tiene sangre indígena/, que aún reza a Jesucristo y aún habla en español…”. Como se nota al leerlo con juicio, este es un poema con una nítida intencionalidad, y, según el maestro Eduardo Pastrana Rodríguez en su libro Darío recobrado (1998), tiene “la fuerza para golpear certero y macizo”.

¿Quién podría hacerles hoy una oda a las tropelías y equivocaciones de Donald Trump? Qué lástima que no esté Juan Gelman. ¿Qué diría su carnadura poética? No hay duda de que podría empezar versificándole su peluquín, pasaría a la rabia que con frecuencia se deposita en sus ojos, llegaría al fruncimiento despreciativo de los labios y podría arribar a la lengua enorme de su corbata roja que lame, incita o amaina (no sabemos) los latidos de ese pecho que boga por muros, encerramientos, racismo, veto migratorio, expulsiones y guerras permanentes, pero fuera de su territorio.

O a lo mejor no termina su mandato. Ya la casa de apuestas Ladbrokes, con sede en Londres, cree que existen serias posibilidades de que Trump renuncie o sea destituido. Hasta febrero del presente año, sostiene Ladbrokes, las probabilidades van en el 48 %, y la tendencia, según parece, es a aumentar. En las últimas horas, para ensanchar el fardo de las anomalías, el asesor de Seguridad Nacional, Michael Flynn, fue separado de su cargo por mentir sobre conversaciones secretas mantenidas con funcionarios rusos antes de las elecciones presidenciales; y el 9 de febrero en carta enviada a The New York Times, 35 psiquiatras, psicólogos y trabajadores sociales advierten sobre “la grave inestabilidad emocional de Donald Trump”, que lo torna “incapaz de servir con seguridad como presidente de Estados Unidos”.

Si se produce este impeachment, renuncia o destitución, como lo olfatean los apostadores profesionales y como lo cree Jessica Bridge, portavoz de la casa apostadora, ninguno de nuestros poetas furiosos va a sentir la necesidad de escribirle una oda, como la de Rubén Darío a Roosevelt, sino de enviarle una nota de pésame, un merecido sufragio o una crónica de despedida.

El poema “A Roosevelt”, de Rubén Darío

Es con voz de la Biblia, o verso de Walt Whitman/

que habría de llegar hasta ti, Cazador,/

primitivo y moderno, sencillo y complicado,/

con un algo de Washington y cuatro de Nemrod./

Eres los Estados Unidos,/

eres el futuro invasor/

de la América ingenua que tiene sangre indígena,/

que aún reza a Jesucristo y aún habla en español./

Eres soberbio y fuerte ejemplar de tu raza;/

eres culto, eres hábil, te opones a Tolstoi./

Y domando caballos, y asesinando tigres,/

eres un Alejandro-Nabucodonosor./

(Eres un profesor de Energía como dicen los locos de hoy)/

Crees que la vida es incendio,/

que el progreso es erupción,/

que en donde pones la bala/

el porvenir pones./

No./

Los Estados Unidos son potentes y grandes./

Cuando ellos se estremecen hay un hondo temblor/

que pasa por las vértebras enormes de los Andes./

Si clamáis, se oye como el rugir del león./

Ya Hugo a Grant le dijo: las estrellas son vuestras./

(Apenas brilla, alzándose, el argentino sol/

y la estrella chilena se levanta... ) Sois ricos./

Juntáis al culto de Hércules el culto a Mammón,/

y alumbrando el camino de la fácil conquista,/

la Libertad levanta su antorcha en Nueva York./

Más la América nuestra, que tenía poetas/

desde los tiempos de Netzahualcóyotl,/

que ha guardado las huellas de los pies del gran Baco,/

que el alfabeto pánico en un tiempo aprendió;/

que consultó los astros, que conoció la Atlántida/

cuyo nombre nos viene resonando en Platón,/

que desde los remotos momentos de su vida/

vive de luz, de fuego, de perfume, de amor,/

la América del grande Moctezuma, del Inca,/

la América fragante de Cristóbal Colón,/

La América católica, la América española,/

la América en que dijo el noble Guatemoc:/

“Yo no estoy en un lecho de rosas”; esa América/

que tiembla de huracanes y que vive de amor,/

hombres de ojos sajones y alma bárbara, vive./

Y sueña. Y ama, y vibra, y es la hija del Sol./

Tened cuidado. ¡Vive la América española!/

Hay mil cachorros sueltos del León Español./

Se necesitaría, Roosevelt, ser, Dios mismo,/

el Riflero terrible y el fuerte Cazador,/

para poder tenernos en vuestras férreas garras./

Y, pues contáis con todo, falta una cosa: ¡Dios!

* Coordinador de El Túnel, de Montería, y catedrático universitario. Ha escrito novelas, cuentos, poemas y estudios monográficos. Su libro más reciente: Luis Striffler en el Sinú y otras narrativas históricas.

Por José Luis Garcés González *

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