Del lugar en el que se (des)enredan los sueños

El jueves 30 y viernes 31 de agosto, la Biblioteca Luis Ángel Arango será la sede del II Seminario Internacional Cultura y Arte para la Transformación Social. En este especial, escribimos sobre un tema esencial para la sociedad.

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Yud Díaz
20 de agosto de 2018 - 01:00 a. m.
Ilustración Tania Bernal
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Después de mucho pensar en el tema, llegué al temido punto de ausencia de respuestas. Yo, tanto aire y poca tierra, definiendo el territorio, intentando esclarecer el camino para llegar al territorio, que es el camino para llegar al sí mismo. Y en ese caos infinito que es trabajar por uno mismo inicié el inquietante recorrido de desandar/revisar los pasos dados, confiando en lo que he podido conceptualizar a partir de trabajar con el otro cuando el objetivo ha sido transformar una realidad y los medios, la cultura y el arte. Sin guion y sin el plano del arquitecto Dédalo, propongo unas variables para desamarrar algunos nudos del hilo de Ariadna, entendiendo que esto allana el tránsito por el laberinto de teorías, acercamientos y prácticas que hoy buscan establecer un modo de hacer más significativo en y para el territorio. El reto es no quedarse en las variables, sino más bien estimular, formar nuevos nudos y dejar interrogantes… explorar el territorio; porque, de qué sirve un mapa que no puede ser desandado, cuando el espacio no es más que una mera presuposición (Borges). Cada cual andará/desandará lo que sea capaz de permitirse y, asimismo, desanudará para volver a anudar.

Primer nudo del hilo de Ariadna: mantente en el flujo, identifica qué es lo pertinente. El territorio es dinámico y diverso: ve, haz un reconocimiento, observa y ten la mente abierta a examinar y ajustar cualquier a priori. Si lo que haces responde a una problemática y/o situación del contexto, y si formulas y ejecutas de manera consensuada con los participantes, tendrás mayores posibilidades de éxito. Te sorprenderás en otra zona, desasiendo el segundo nudo: hazlo con amor y compasión por ti/por el otro. Es la única forma de generar confianza y participación. En medio de la infinitud de diferencias, de voces, miradas y vivencias del territorio, en cada acercamiento hay oportunidades para hacer comunidad. Todos pueden y deben participar, porque la identificación con el otro, compartir intereses (y responsabilidades), ya de por sí solo nos hace sentir mejor. El equilibrio armónico con uno mismo y con los demás (tan caro a los teóricos de la felicidad) parte del reconocimiento de que todos somos uno, distintos*.

El movimiento constante de las dinámicas territoriales y comunitarias a ratos puede hacer creer que se ha perdido el rumbo; de ahí que sea muy importante tener claro el sentido desde un inicio y tener claro además que en el camino se crece, hay curvas, huecos y momentos llamados “ganas de quedarse”. La claridad de por qué y para qué hacemos un proyecto es clave en la visualización y consecución del resultado final. Los replanteamientos, e incluso algunos timonazos oportunos, pueden resultar menos incoherentes que quedarse en una premisa fija o en un lugar de deseo poco próspero. Cambiar el rumbo no implica perder el sentido. Tercer nudo: sé parte del todo, ten claro hacia dónde vas, que pertenecer a la comunidad no lo impida, y que ninguna zona de confort, ningún miedo, sea un obstáculo para avanzar hacia el objetivo final. Un individuo que tiene clara su misión de vida (y va por ella) puede entender su papel en el colectivo.

Cuarto nudo: rompe paradigmas; sé creativo e, incluso, innovador. En principio, nada sobre lo social es definitivo; así que haz caso a los instintos, anda en contra de lo establecido confortable si es necesario, arriésgate y elige otra situación. Ese valor agregado, lo nuevo que entra a un proceso (procedimiento, ecuación) como aporte positivo al desarrollo de un proyecto, es clave para seguir adelante. La creatividad que limita con lo prohibido puede convertirse en fuente de inspiración y en algo obligatorio. Que el resplandor de lo diferente no frene el espíritu transgresor. Los cambios por lo general se notan de manera escalonada y se asimilan y validan aún más tardíamente. Que no falte la paciencia mientras se deja ver que es posible. Y suelta el quinto nudo: hazte responsable y hazle entender al otro que también lo es. La formación es importante para entender la cuota de responsabilidad a manejar, para fortalecer y empoderar. Esto fortalece también el sentido de comunidad y, en la correlación formación-comunidad, una comunidad con más y mejores herramientas para hacer por sí misma, tiene mayores posibilidades de acción independiente. ¿No es eso lo que se quiere cuando se habla de empoderar al otro, a las comunidades?

Sexto nudo: abre y crea opciones para que surja y se desarrolle lo mejor del otro. No basta con formar en disciplinas tradicionales; hay que brindar herramientas para ejercer liderazgos, para pensar, para vivir en bienestar, para ser mejores, para hallar la felicidad en el presente. La capacidad instalada en comunidad es el potencial para que se integre y gestione efectivamente lo aprehendido, en la academia y en la vida. Este potencial es una semilla susceptible de germinar en cualquier contexto en el que se riegue y, por supuesto, una semilla susceptible de esparcirse.

El mítico viaje de Teseo no terminó cuando venció al Minotauro, ni cuando se reencontró con Ariadna enamorada a la salida del laberinto. En Naxos comprendió que este sólo había sido un tramo del camino, que tenía que seguir moviéndose. El sentimiento de conquista permaneció sólo lo suficiente para que él vislumbrara el siguiente paso.

No hay un único camino para llegar al territorio; tampoco para llegar al sí mismo. Con cada nudo deshecho, a veces en acciones tan literales y mundanas como cualquier entuerto a desenredar, se dan pasos para nuevos planteamientos, se pueden vislumbrar y hasta elucubrar otras encrucijadas. Estos acá esbozados son momentos a considerar, nudos a desasir, variables para analizar. En la práctica de formular, desarrollar, cerrar y generar conocimiento a partir de los proyectos sociales que pretenden transformar una realidad para mejor (en mi caso, con cultura y arte), estas variables han sido fundamentales y, por tanto, hoy las tengo en cuenta en el ejercicio de mover(me) y descolocar(me). Lejos de querer poner punto final al debate, las pongo sobre la mesa, junto con el axioma hermético: “La verdadera transmutación es un arte mental”, y la pregunta: qué valor tienen las prácticas que generan transformación social si no son conscientes de esta transformación y/o si son conscientes de ella, pero no logran plantearse, definirse, visibilizarse, replicarse y posicionarse en términos de práctica/proceso generador de transformación social. Un proyecto o proceso puede generar transformación social sin proponérselo; pero la existencia de una intencionalidad clara al respecto le abre muchas más posibilidades para el éxito.

No hay una fórmula infalible para conseguir cambiar algo; sin embargo, en el desplazamiento de un punto a otro de la escala, que implica ya en sí mismo un cambio, se pueden identificar variables comunes que ayudan a evidenciar el cambio, a darle significado y a ponerlo de relieve en el contexto en el que debe tomar forma. La pertinencia, la participación, el sentido, la creatividad/innovación social, la formación/el empoderamiento y la capacidad instalada, en un tratamiento holístico, dejan entrever lo simbólico y permiten un acercamiento más significativo al territorio.

Aunque resulte paradójico, la ausencia de respuestas es el mejor de los estados, en tanto nos empuja a avanzar despiertos. Y con pocas certezas y muchas ganas estamos más propensos a descubrir(nos).

* Tratar la diferencia/la inclusión como tema supera los alcances de este texto, pues hay mucho por decir al respecto. Un abrebocas para empezar: en el afán por querer cambiar el mundo, dejaron de inquietarnos algunas preguntas básicas, y hoy estamos enrollados en cuestiones sin duda importantes, pero que a veces pasan por alto lo obvio. ¿Por qué compramos la idea de que todos somos iguales? Somos uno, diferentes. Este conflicto identitario ya va para largo y seguimos formulando y ejecutando políticas públicas para “atender el problema” de la falta de inclusión, sin llegar al fondo del asunto.

Por Yud Díaz

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