El Magazín Cultural
Publicidad

Del plomo a la plata, la colección de la Arquidiócesis de Bogotá

El padre Edison Sahamuel participó como director general de la publicación del libro “El arte de la platería en las colecciones de la catedral de Bogotá”, que se produjo con motivo del bicentenario de la consagración de la cuarta catedral de Bogotá.

Andrea Jaramillo Caro
25 de marzo de 2023 - 02:00 p. m.
 Edison Sahamuel es teólogo y filósofo, además de restaurador y conservador de patrimonio./ Óscar Pérez
Edison Sahamuel es teólogo y filósofo, además de restaurador y conservador de patrimonio./ Óscar Pérez
Foto: El Espectador - Óscar Pérez

¿Cómo se usa la plata en el imaginario católico y la historia del catolicismo?

El uso de los materiales nobles es por la eucaristía. Así como los cuadros se pintaban y los autores los firmaban A. M. G. D. (A la mayor gloria de Dios), el uso de los metales nobles aparece porque su fin es ser usados en la eucaristía que para el cristianismo es el eje fundamental. Si estamos dándole gloria a Dios, ¿cómo hacerlo con materiales que no sean nobles, que no sean estéticos? Entonces aparece el uso de los metales preciosos, ya sea plata, oro o aleaciones (mezclas entre oro, plata y otros metales), pero también hay una incursión muy interesante en, por ejemplo, la madera combinada con oro o con plata, la cerámica cocida, también combinada con elementos de oro, y siempre es por el tema de que primero tiene que ser una pieza noble, un material noble y no absorbente. Por eso la madera se recubre con una sobrecopa por dentro de la madera, de oro, porque el oro no absorbe, en cambio, la madera sí absorbe, porque lo que se está consagrando ahí es el vino, que finalmente para nosotros es la sangre de Jesús.

¿Cómo se desarrolló la relación de la Iglesia con los metales nobles en América Latina?

Hay un conjunto de piezas interesantes, que son el cáliz y la vinajera, que posiblemente se usaron en la misa fundacional de Bogotá en 1538, pero no son de oro ni plata. Ellos no traían los vasos sagrados, como se suele llamar a los cálices, y todo el conjunto de objetos usados en el culto. Según cuenta la tradición, lo que hicieron fue fabricar el cáliz y la vinajera con el plomo de las balas que traían; también debió existir una pequeña patena para poder hacer la consagración del cuerpo de Cristo. Lo cierto es que estas piezas, aunque se carece de fuentes documentales que avalen su uso en esta ceremonia, responden a los modelos de piezas que se realizaron en los siglos XV y XVI. A partir de ahí, comienzan a aparecer piezas que traen de Europa, y orfebres que vienen a América realizan una vasta producción para surtir la creciente demanda de estas piezas en estas tierras.

Le sugerimos: Sebastián Lelio: ‘No concibo una ciudad sin salas de cine’

¿Cómo se dio la profesionalización de este oficio y cómo fue la relación entre la Iglesia y los maestros?

Se crean los talleres de oficios, en Bogotá, en el sector de La Candelaria, especialmente en el sector del barrio de Las Nieves y de Las Aguas. Existieron muchos artesanos con talleres donde tenían aprendices que colaboraban en la realización de piezas y a la vez aprendían el oficio. comienzan a aparecer un sinfín de piezas cuya calidad en materiales y técnica compitió en algunas ocasiones con las elaboradas en Europa y otros centros de América. Los diseños eran sorprendentes; es decir, en nuestra época hay escasez de diseño en este tipo de cosas, porque la gente tenía tiempo, ahora no tenemos tiempo para eso. Ahora lo metemos en una impresora 3D, nos sale una pieza extraordinaria, una copia de la pieza.

Desde esa primera pieza en plomo, ¿cómo se dio el desarrollo tecnológico que permite ver piezas con unos diseños tan elaborados?

Una custodia como, por ejemplo, La Preciosa, es una pieza de una factura extraordinaria. La Lechuga también hace parte de ese grupo. Son piezas elaboradas aquí. En la medida en que se van profesionalizando los maestros, que van aprendiendo a hacer cosas bonitas, en esa misma medida van saliendo piezas de este carácter absolutamente extraordinarias. La tecnología también va apareciendo. Hoy, por ejemplo, para la elaboración de joyas existen muchísimas facilidades, hay una cosa muy desarrollada hoy que permitiría elaborar piezas de una calidad muchísimo mejor que estas. Pero los costos son altísimos. Elaborar una pieza de estas con la cantidad de piedras preciosas que tiene, como La Lechuga, costaría una gigantesca cantidad de dinero.

¿Cómo llegaron las piezas consignadas en el libro a la Iglesia? ¿Eran comisionadas por la institución o donadas por familias?

Por las dos vías. La mayoría de las piezas normalmente la Iglesia las encargaba. Las encargaban porque eran constantemente requeridas en la actividad cultual de cada templo. Pero también hubo donaciones de particulares, ya fueran civiles o eclesiásticos. Estas donaciones se hacían principalmente porque el donante pertenecía a determinada cofradía o era feligrés de la iglesia a la que legaba el objeto.

Podría interesarle: Dejar de desear, que es como dejar de existir

¿Qué archivos consultaron para hacer este inventario de platería en la Arquidiócesis de Bogotá?

La idea del libro es la difusión de una colección de piezas que ya no se usan en el culto y son casi que musealizadas. Pero también producir nuevo conocimiento en torno a todas estas piezas, no solo desde su materialidad como objeto artístico sino aspectos como la procedencia, intervenciones, donantes e incluso, en algunos casos, autores; recordemos que en el arte colonial el artista más prolífico fue el “anónimo”, pero esto también evidencia una falta de investigación y es precisamente lo que hemos querido subsanar en esta publicación, incluyendo textos y un juicioso proceso de investigación de fuentes primarias, principalmente del archivo de la misma catedral, el Archivo General de Indias (Sevilla) o el Archivo General de la Nación, entre otras.

¿Cómo se conservan estas piezas en la catedral?

Aquí entra el tema del cuidado y el celo que tiene una persona por cuidar algo que le gusta. Lo que se solía hacer con estas piezas era guardarlas para protegerlas. Como entraban en desuso, entonces las guardamos, las protegemos, las ponemos en un sitio donde tengan seguridad, donde no estén al alcance de cualquier persona que se las pueda llevar. Eso hace que las piezas comiencen a formar un conjunto y se vuelvan lo que es una colección de piezas extraordinarias. Con el catálogo reforzamos su protección y el cuidado de estas piezas. Cuando una pieza necesita restauración, se busca un profesional de la restauración de bienes muebles especializado en la intervención de metales.

Le recomendamos: El teatro, la verdad y la muerte

¿Cuáles son los problemas de conservación que enfrentan con mayor frecuencia?

Con mucha frecuencia se encuentra que las piezas, por mala manipulación o por concentración de piezas, son muchas, entonces se deterioran, se dañan, se manchan, les salen hongos, y otras alteraciones propias de las condiciones medioambientales o de manipulación. Las pátinas en el metal son muy bonitas, porque es ese envejecimiento normal que tienen los metales, pero hay unas alteraciones que son agresivas y pueden llevar a la destrucción de una pieza.

¿Cómo deciden cuáles piezas salen de uso?

Primero, porque puede haber varias piezas, entonces no se justifica tener, por ejemplo, diez cálices en uso, entonces guardemos nueve. Y de esos nueve, ¿cuáles guardamos? Los más valiosos, los más importantes... dejamos uno que sea bonito, que sea digno, pero no el que tenga mayor peligro, por ejemplo, en que se pueda perder por estar en uso constante o que se pueda deteriorar. Porque a veces la mala manipulación de las personas que colaboran en las parroquias produce accidentes. Se cayó, se rompió o se abolló. Y estas piezas son delicadas, la persona simplemente lo que hace es levantarla, tratar de enderezarla porque se torció, y cuando la va a enderezar, ¿qué pasó? Se partió. Entonces, protección, yo pienso que básicamente por protección. No pienso que, porque se haya pasado de moda, porque creo que las piezas más bonitas son las más antiguas y son las que como que más real se tienen y le da a uno más gusto poder celebrar con un cáliz o un copón que tiene cuatro siglos.

Andrea Jaramillo Caro

Por Andrea Jaramillo Caro

Periodista y gestora editorial de la Pontificia Universidad Javeriana, con énfasis en temas de artes visuales e historia del arte. Se vinculó como practicante en septiembre de 2021 y en enero de 2022 fue contratada como periodista de la sección de Cultura.@Andreajc1406ajaramillo@elespectador.com

Temas recomendados:

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar