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El Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) trabaja a la vista del público, como lo hizo el Rijksmuseum con La guardia nocturna de Rembrandt, en la restauración de la fachada de un templo maya que fue sacado de la selva de Campeche en 1968. El espía y arqueólogo estadounidense Sylvanus Morley fue el primero en identificar el sitio arqueológico, durante la década de 1940, del que luego tomaron fotografías que fueron enviadas al comerciante de antigüedades Everett Rassiga.
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Rassiga esperaba poder vender el friso de 9 metros de largo al coleccionista mexicano Josué Saénz, quien rechazó la oferta, al igual que al Museo Metropolitano de Nueva York que también declinó. Rassiga antes de ofrecerla al MET decidió cortar el friso en pedazos con la esperanza de venderlo a un coleccionista estadounidense. Sin embargo, la institución alertó a las autoridades mexicanas y los fragmentos fueron regresados a México en 1969.
“Aunque estamos separados por vallas y elementos de seguridad, la restauración nos brinda la oportunidad de comunicar a las y los visitantes el trabajo que hacemos, dado que la gente podría pensar que estamos repintando el relieve, cuando más bien le estamos devolviendo su policromía original”, dijo el coordinador del proyecto Sergio González García.
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La pieza arqueológica que data del 450–600 d.C es un relieve de estuco de dos tonelada que se cree que representa a un dios del maíz o un gobernante desconocido. Los conservadores del INAH han liderado los esfuerzos de restauración desde 2018 y actualmente trabajan en reagrupar los fragmentos del friso e intentar retirar el polímero que los traficantes aplicaron para evitar que se desintegrara.
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El coordinador del proyecto, Sergio González García, le dijo a The Art Newspaper que para estabilizar la pieza tuvieron que utilizar un marco metálico para que la restauración del policromo fuera lo más cercana posible al original. “Los pigmentos utilizados en la policromía del relieve son óxidos de hierro en diferentes grados de oxidación para el color rojo, negro carbón para las pupilas de los personajes y blanco cal para las uñas y otros detalles en los ojos”, le dijo al medio inglés.
“Nos planteamos muchas cuestiones éticas, como a qué nivel queríamos mostrar la pieza, lo que resolvimos sabiendo que estamos en un museo de ciencia, por lo que no pretendemos que se vea bonita, sino llevarla a un nivel de material estabilizado que garantice su permanencia”, dice un comunicado de prensa. Se espera que el friso se pueda exhibir en el Museo Nacional de Antropología en diciembre de 2023.