Contribuir a un misterio, curar algunas heridas, ampliar la mirada, promover el encuentro para tejer palabras en conjunto, descubrir que no estamos solos. Esas son las posibilidades que ofrece la lectura, y así lo narra la escritora, editora, investigadora, gestora cultural y formadora de formadores en prácticas y experiencias de lectura, Marcela Escovar Aparicio, directora del proyecto Picnic de Palabras, nacido en 2012. Se trata de “una comunidad de voluntarios apasionados por la lectura, que lleva libros de literatura infantil de excelente calidad a plazas y parques de Colombia, buscando generar espacios divertidos y no convencionales donde las familias pueden compartir con su comunidad lecturas de libros al aire libre”.
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Entre sus metas está la de “cerrar la brecha de acceso a la lectura y a enriquecer el desarrollo cognitivo, emocional y social de nuestros niños y niñas que viven en ruralidad” bajo conceptos clave como el juego y el dinamismo, la curiosidad y la emoción en el encuentro colectivo con la lectura, donde todos tienen una voz. En Picnic de Palabras (Laguna Libros, 2024) Escovar cuenta sobre su vocación, su experiencia formativa y el camino recorrido con un grupo de amigos para llegar a este proyecto que hoy ha cruzado fronteras, beneficiando a más de 28.000 personas en doce países desde el goce de la lectura.
Es muy bella la idea que atraviesa el libro sobre la literatura como encuentro entre quien habla y quien escucha (comprendiendo a quien habla como el autor o autora, pero también como la persona que lee en voz alta).
Desde mi experiencia personal, la lectura en voz alta es un acto de magia. Desde este lugar es posible pensar que la lectura en voz alta de literatura es una experiencia donde se suspenden el tiempo y el espacio en los que nos encontramos a diario para darle paso al tiempo y al espacio de la historia que empezamos a narrar, para nosotros mismos y para otros. En esta experiencia el escucha es tanto quien lee en voz alta, como su público. La magia está en que esas palabras, al ser pronunciadas, cobran vida en aquel que las pronuncia, resuenan en él y a partir de ellas también surgen realidades paralelas en la mente de la audiencia que se encuentra presente.
¿De qué manera cree que han cambiado el público lector de literatura infantil, la lectura conjunta y ese mercado editorial específico en las décadas recientes?
Los niños del siglo XXI son nativos digitales, por lo que su relación con la lectura y la literatura infantil está mediada por adultos que los acerquen a estos libros. Cada vez resulta menos intuitivo en los lectores la exploración de libros, si no han tenido acceso a ellos previamente. Es necesario garantizar la sensibilización de padres y docentes frente al rol que tiene la lectura en la primera infancia y el acceso a experiencias significativas de lectura. Así mismo, debido a la variedad del mercado editorial, resulta esencial contar con criterios de selección y de curaduría a la hora de comprar libros infantiles que sean pertinentes y se encuentren alineados con los intereses de sus futuros lectores.
Respecto a eso, es interesante su mirada retrospectiva sobre los libros infantiles que leía en su infancia (Orejitas, La cenicienta, Momo...). ¿Cómo ve la literatura infantil hoy?
Hoy estamos ante un sinnúmero de opciones para elegir. Hay libros de literatura infantil para todo tipo de públicos y que abarcan todos los temas posibles, desde la llegada de un hermano, la ausencia de los padres, hasta temas de migración, desplazamiento forzado, muerte y conflicto. El formato del libro álbum está “de moda” y muchos libros que parecen infantiles en realidad no lo son. En este boom comercial de literatura infantil considero que en muchos casos falta calidad y curaduría editorial. Pienso que cuando se combinan calidad y curaduría estamos ante literatura infantil exquisita. En la actualidad es posible encontrar propuestas editoriales que despiertan gozo, asombro y preguntas en los lectores, convirtiendo la lectura de estos libros en una experiencia estética, a la que tanto niños como adultos, desean volver, una y otra vez. Esto es esencial porque los lectores merecen libros que los reten, los cuestionen y les permitan ampliar su mirada frente al mundo en el que vivimos.
Otros aspectos clave que plantea son la emocionalidad y la curiosidad vinculadas a la lectura, dos de los pilares del proyecto Picnic de Palabras. ¿Cómo puede promoverse su abordaje desde esos lugares, superando lo estrictamente intelectual?
Los procesos de aprendizaje están mediados por las emociones. Cuando facilitamos experiencias que conectan lo que sentimos con nuevos conocimientos, creamos improntas en la memoria que conectan lo que sentimos con los que aprendemos. La mejor forma de hackear el cerebro es a través de actos de amor y la lectura en voz alta es uno de ellos. Cuando creamos experiencias de lectura en familia, de manera cotidiana, por ejemplo, antes de dormir, los niños van a asociar esas historias con el tiempo de calidad que comparten con sus padres, junto con un espacio seguro que surge para compartir preguntas, miedos y anécdotas del día a día, que en otros espacios es difícil que surjan de manera espontánea.
Tengo la sensación de que hace algún tiempo los libros ilustrados eran dirigidos casi exclusivamente a niños y niñas; hoy en día tenemos novelas gráficas, libros ilustrados también pensados para los adultos. ¿Qué cree que dio lugar a ese cambio?
Nuestro cerebro procesa con mayor fluidez una imagen que un texto. Si pensamos en los primeros petroglifos en las cuevas de Altamira, los primeros humanos se expresaron no solo de manera oral, de lo cual no tenemos registro, y a través del dibujo para comunicarse con otros, lo cual dejó un registro de su propia historia. De la misma forma la expresión gráfica, las ilustraciones, los memes, los emoticones, están conectados con nuestra naturaleza humana y ahora con el boom de la era digital. Es más sencillo ser dramático con un meme o emoticón que escribiendo cómo nos sentimos. Sucede lo mismo con la transición que estamos encontrando en la exploración y publicación de novelas gráficas, cómics, libros ilustrados. El lenguaje cinematográfico está siendo adaptado a los libros para jóvenes y adultos en la medida en que cada día hay mayor acceso y más contenido audiovisual y experiencias multimodales. Cada vez estamos más expuestos a un acceso a la información que requiere menos tiempo y más agilidad para comunicarnos, donde hasta nuestras expresiones están conectadas a soportes visuales desde la llegada de los smartphones.
Es muy interesante lo que usted plantea sobre eso que podría considerarse una falencia en los ejercicios de lectura, que es el abordaje del texto bajo un concepto unívoco, sumado a la obligación de “comprender” la lectura bajo una exigencia casi memorística. ¿Cómo la ha cambiado el trabajo que se hace desde Picnic de Palabras?
Lo primero es pensar que cada lector y potencial lector −porque en el colegio estamos en proceso de formación cuando tiene un libro en sus manos− tiene un espejo, sin saberlo aún. Leer es más que decodificar o escribir una prueba de comprensión de lectura. Cuando se evalúa un texto literario hay preguntas que sirven para medir el nivel de comprensión de lectura, pero ¿dónde queda el lector aquí? Cuando leemos nos permitimos vernos, reconocernos y encontrarnos en la historia de otros personajes. Desde mi experiencia en el colegio siempre me hizo falta que me preguntaran cómo me había parecido el libro. Esto promueve una lectura más activa que conecta no solo lo racional, sino lo emocional con el sentido que tiene cada libro para nosotros. Incluso, dar espacio para conocer el punto de vista de los lectores es otra forma de evaluar si los contenidos son pertinentes y relevantes o no. Sabemos que el plan lector tiene una razón de ser para fortalecer habilidades de comprensión, análisis y proposición. Si el tema no es relevante para el lector, ¿qué hacemos para engancharlo? Una posibilidad es tener profesores más activos en su rol de mediadores de lectura.
Cuéntenos sobre la experiencia respecto a la profesionalización de los mediadores de lectura en Picnic de Palabras (tener unos fundamentos desde la teoría, desarrollar una metodología, hacer un seguimiento, evaluar los procesos…).
En este momento nos encontramos en un momento crucial de mediación y promoción de lectura. En el caso de Picnic de Palabras, a nivel local, nacional e internacional he contado con mediadores de lectura que estudiaron literatura y siguen vinculados a este quehacer desde diferentes áreas del sector del libro y la cultura. También he tenido promotores de lectura a quienes, viniendo de otras disciplinas, el haber participado en Picnic de Palabras los hizo reconsiderar el potencial que tiene el acceso a los libros de literatura infantil. Estos espacios los han sensibilizado profundamente frente a su relación con los libros para cultivar la curiosidad, el deseo de seguir aprendiendo, la importancia de la lectura en voz alta y el rol que tiene la lectura para alinearse con su propósito de vida.