
Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
La persona que lee en estos momentos preguntará ¿Por qué este prolegómeno? Las notas introductorias son reales: ocurrieron, pero lo necesito para liberarme a pesar de ello. Por lo pronto, quien lea esto de sentirse aludida, estará tranquila. De hecho, no pensará mal de mí.
La intención de este texto no es hacer llorar a nadie, pero si derrama lágrimas quien relata estas líneas ¿Qué se deja, para quien va dirigido? No voy a mencionar el nombre de la persona, pero ese ser cuándo lo lea sabrá de quien hablo. Todo empieza en el pasado, un pasado ni tan reciente ni tan antiguo o quien sabe si muy reciente: todos los días estoy escribiendo, todos los días tengo sensaciones que me frustran. Me siento como la frase de Joaquín Sabina “estoy escribiendo más que nunca, será porque follo menos que nunca” y me está pasando que ni siquiera tengo besos en la boca ni abrazos de seres queridos ni alguien que me de la mano.
Le invitamos a leer: Métale punk (Por capítulos)
La vida que estoy llevando es muy deprimente: no convenzo a nadie: en el trabajo me humillan, la gente que dice amarme deja en visto mis mensajes o en el mejor de los casos evade escribirme. Desde hace un tiempo siento que he muerto, tal vez cuando se haga público este relato no estaré vivo o habré encarnado en otro ser vivo; hace mucho tiempo he querido transmitir las emociones que tengo en la gente que amo y nunca lo he logrado. Verbigracia, nunca pude bailar y quienes amo se sienten incómodos haciéndolo. Mi madre se avergüenza de bailar con mi padre, mi viejo no puede hacerlo por la trombosis. Mi sobrina se siente incompleta consigo misma y quien asegura reconocerse como mi hija, duró mucho tiempo sufriendo lo que hoy veo en mi sobrina: observar los cuerpos de otras muchachas, para sentirme menos y no aceptarse tal como son. La diferencia entre ambas es la contextura física.
Tal vez estoy escribiendo con odio y resentimiento de sí mismo, pero lo mejor que puedo hacer es desaparecer o apartarme de la gente o en el peor de los casos enseñarle al destinatario(a) a buscar mí personalidad, aunque no piensen hacerlo. Soy consciente que este mensaje no terminará bien y las respuestas posteriores serán “jamás pensé que me diría eso”, “no repita eso” o simplemente “adiós y gracias”.
Si le interesa seguir leyendo sobre El Magazín Cultural, puede ingresar aquí 🎭🎨🎻📚📖
Este mensaje es hacia mi hija, porque el amor que siento por ella es poesía pura, pero la literatura no me ha permitido que mi prosa cautive su ser; ella es lo más maravilloso que la vida me dio, pero ni siquiera logre aún que se reconozca como una chica guapa y me agobia. A veces no duermo pensando en cómo será su vida más adelante, en cómo podrá alguien amarla si ella se cuestiona, si ella nunca sonríe en una foto. Mientras, muchas chicas usan ropa ajustada: mi hija viste de negro y ancho y no está mal, pero también genera una percepción de lo que ella siente: reservada, encerrada y ensimismada y todo por su pasado y me duele que nunca pude hacer nada por ella, es más, es tanto el cúmulo de mis fracasos llevo 49 días intentando terminarlo para que ella lo lea no sé cuándo lo tenga en sus manos o si pueda confrontar sus inconformidades. Sólo sé que a mí me devastan sus tristezas, porque cuando llora un hijo, los padres sufrimos el triple y es una ley de vida que nos gobierna injustamente.