Woda: Estás acechando muy seguido por este tiempo, dando muchas rondas. Ensombreces a tu paso, dejando pena. Incluso aunque no termines, dejas pulsado tu rastro, llevándote algo de cada sentir. Nada después de ti se mantiene igual, grandes cambios giran siempre a tu alrededor.
Fiordo: El sentir conmueve, incluso para mí que soy muerte. Dices que solo dejo pena, pero eso no es verdad, la redención se debe a mí. Algo de lo humano me pertenece y así será por siempre. Al igual que yo, también los cambios giran a tu alrededor.
Woda: ¡Si! Eres redención pero también pasión y dolor.
Fiordo: Te pregunto: Sin mí, ¿tú qué valor tendrías? Si eres tú a quién se le añade el “todo” y a mi la “nada”, no me niegues el favor que te hago, no soy tu esclavo, no me menosprecies. Yo puedo ver en ti todo lo que yo no soy, sin embargo, tu estado carecería de sentido sin mi. En este anhelado encuentro, que desde el pasado hasta el futuro no teníamos como ahora en este presente, es un gusto verte. Muchos años, muchos siglos y muchos tiempos. Tú tan ocupada con la vida y yo tan ocupado con la muerte.
Woda: Gracias, ahora que te escucho y te veo frente a mi, puedo decir que entiendo tu intención, más no la acepto. Tú no eres mi esclavo, pero yo tampoco soy tu esclava. No pretendo negarte, pero tú no pretendas anularme: si esa es tu intención, jamás la obtendrás. No intentes traspasarme, soy inmortal ¿recuerdas? Llevamos la misma condición en opuesta virtud. Tú sin mí, quedarías vagando hacia el infinito, siendo miserable en la eternidad.
Fiordo: Puede ser, pero aunque llevemos virtudes opuestas, somos tan semejantes de fondo. Recuerda que la muerte separa al hombre de la tierra consagrando su existencia.
Woda: Sí, pero yo dirijo el espíritu de la persona durante su existencia hacia un camino ascendente. La evolución personal está condicionada a su interior (fuente divina) para el encuentro con la creación. La vida es una espiral en movimiento entre la tierra y el cielo, un viaje, un recorrido y un crecimiento.
Fiordo: Todos los mortales nacen en el entorno que deben estar para coexistir compartiendo los triunfos y las derrotas. Ellos, de alguna forma, se inspiran para inspirar a los demás forjando una cadena. Hay afortunados y a veces inciertos encuentros que se emprenden durante cada trayecto. Sin embargo, nadie puede escapar de mí, ni siquiera tu Dios.
Woda: Mi Dios es tu Dios. Causas una enorme conmoción cada vez que apareces, tu llegada es un acontecimiento final y los sentimientos se alteran por la aflicción. Aunque el humano no se deja vencer por la pena porque así como decía Plotino: “Si la vida y el alma existen después de la muerte, la muerte es un bien para el alma porque ejerce mejor su actividad sin el cuerpo. Y si con la muerte, el alma entra a formar parte del alma universal: ¿qué mal puede haber para ella?”. Conoces a Plotino, ¿sabes de quién hablo?
Fiordo: Si, sé de quién hablas, pero tú debes conocerlo mejor.
Woda: A diferencia mía, no necesitas conocer para comprender. Siempre sé donde estás y es un infortunio saberlo, tu frío me templa.
Fiordo: Y tu calidez me estremece: tú entre uvas y yo entre velas. Schopenhauer me definió comparándome: “con el ocaso del sol que es, al mismo tiempo, el orto del sol en otro lugar”.
Woda: Significa que tú eres yo, pero entonces, si fuera así, yo sería tú. Epicuro en su propia actitud filosófica se refería a ti diciendo: “cuando existimos, la muerte no existe, y cuando está la muerte no existimos”. ¿Ves?
Fiordo: Y Marco Aurelio dijo que soy: “el reposo de los contragolpes de los sentidos, de los movimientos impulsivos que nos arrojan aquí y allá cómo marionetas, de las divagaciones de nuestros razonamientos, de los cuidados que debemos tener para con el cuerpo”.
Woda: Hegel te consideraba como el fin del ciclo de la existencia individual o finita por su imposibilidad de adecuarse a lo universal. Es decir, en la no adecuación, es cuando tú, la muerte, llegas. Para Hegel eres: “La inadecuación del animal a la universalidad -dice- es su enfermedad original y es el germen innato de la muerte. La negación de esta inadecuación es, precisamente, el cumplimiento de su destino”.
Fiordo: Y tiene sentido. Con tantas definiciones, los humanos se acercan a mi función.
Woda: Yo te siento en cada disminución del latido. Antes de que sea el último, se empieza a escuchar el silbato de la muerte azteca. Suenan los tambores, se pregona tu llegada, fundes la partida, condensas el valor. El recuerdo plasma la frontera sacralizada, un testimonio, un vuelo, llegando el dolor por la esperanza del descenso.
Fiordo: Y yo te percibo cuando todo el encanto sublime del cielo forma visiones fugaces de la belleza y el auge de la devoción personal es convertida en sutilezas para la divinidad. Eres tú, las tierras vírgenes de la psique en las fantasías, sueños, visiones y realidades. Suponiendo tanto una ayuda como un peligro entre las alucinaciones de ser y estar.
Woda: Somos una analogía, pues ninguno podría comprenderse sin el otro. La muerte limita la existencia, pero hace despertar a los vivos por su sentido humano recordando la verdadera intención del presente hacia el encuentro terrenal. Entonces, como yo te debo a ti y tú me debes a mi, nos debemos mutuamente. Estamos vinculados entre la materia y el vacío, poseemos parte de cada uno. Causa del origen.
Vanidad, audacia y traición vs verdad, amor y bondad. Muerte, tú contienes la belleza en la última exhalación. Yo, la vida, contengo la belleza en la primera aspiración.
Fiordo: En nosotros no hay mentira, en cambio, el humano muchas veces es engaño de ella. La humanidad jamás será salvada por si misma, te necesita a ti y me necesita a mi. Guardianes y vigilantes somos para ellos.
Woda: A veces tan amados y otras tan odiados
Fiordo: ¿Tú odiada? No lo creo.
Woda: Pues créelo. Sobre todo en este tiempo no muchos me desean, a veces los humanos fantasean más contigo que conmigo. Conozco muy bien el odio, la nobleza, la traición, el amor y el dolor, al igual que tú.
Fiordo: Yo no conozco el amor, pero llevo una gran fascinación por él, para mí es inalcanzable. La nobleza me ablanda, en cambio, no adolezco frente al odio, la traición y el dolor.
Woda: Puede que para ti el amor sea un fin inalcanzable, pero eso no significa que no lo conozcas, es más por eso tu fascinación hacia él. Los humanos son unos simples mortales, pero en ellos se encuentran la gloria, la derrota, la victoria, el orgullo, la traición, el honor, la vanidad, el prejuicio, la dignidad, el deseo, la pasión, el odio, la compasión y el amor.
Fiordo: En su impermanencia, el humano genera una frecuencia que alimenta la reciprocidad del universo. El alma se desprende del firmamento según su estado consciente. Alguno se opacará y otro brillará para convertirse en algún cuerpo celeste, siendo ambos sustento para la formación continua de la vida láctea. Todo es una contestación entre la luz y la oscuridad, la superficie y la profundidad, la perfección y la dificultad. Cada fuerza corresponde a impulsos variables de movimientos en contracción, ondas fluyendo hacia distintas frecuencias para evidenciar lo esencial como fundamento.
Woda y Fiordo desaparecieron desalojando el jardín III. Ella se convirtió en el soplo derecho y él en el izquierdo. Así siguieron conformando la fuerza de la expansión, unidad primordial para el equilibrio eterno del principio y el fin.