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“La prensa deportiva parece más la del corazón, habla más de las sotanas de Makelele que de fútbol”. Luis Aragonés.
Anécdotas, historias, narraciones e imágenes grafican esta aseveración: racismo, xenofobia y discriminación por condiciones singulares que aluden a formas de ser. Y, como diría Freud, a mayor tragedia más necesidad tenemos de atenuar el dolor a través del chiste, de la catarsis que permite deshacerse de cicatrices físicas y espirituales.
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Jesús Gil utilizó unas expresiones denigrantes en contra del “Tren” Valencia y no pasó nada, excepto que algunos medios de comunicación española convirtieron dichas expresiones en chiste para el hazmerreír del jugador colombiano. El chiste cumple una función cultural que denota alivio, purificación y nuevas energías, así como con el llanto: tiene idéntica función simbólica. Los jugadores de Inglaterra e Italia lloraron en esta última final de la Eurocopa por motivos distintos: ganar y perder, pero no dejaron de llorar, es decir, son frágiles seres humanos que lloran por la conquista y por la derrota. En la Copa América pasó lo mismo: final con lágrimas por ganar y por perder. Seres humanos que lloran por lograr la cima y caer a la sima.
Y hay chistes que se van quedando en el ambiente del fútbol que hacen tanto daño porque desdeñan y denigran al ser humano y sus condiciones. “Si hubiera que tomar cocaína para ser campeón del mundo, haría tiempo que Colombia la habría ganado”. Tal vez esta expresión sea la manifestación de un mal chiste, pero lo curioso es que su autor, Christophe Dugarry[i], lo hizo en un medio de comunicación y produjo la carcajada de quienes lo escuchaban.
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Y así se nos va la vida, entre chiste indigno, grosero y vulgar, pero no se trata de una moralina per se, se trata de que no cuidamos las palabras con las que dañamos al otro. El ejemplo más claro puede ser el chiste aplaudido por muchos y, en Colombia, se ha hecho “viral” porque se oye entre narradores, comentaristas, locutores y ha contado con la complacencia de colegas, compañeros y amigos de los medios. “Si yo veo a ese jugador, que no es negro sino morado, en un callejón, a las dos de la mañana, es mucho lo que corro”. Y ese chiste que resuena como muy natural aporrea, sacude y atormenta porque muy soterradamente le ha dado licencia a estas personas que trabajan en medios para que ahonden más en las cicatrices de quienes padecen este tipo de situaciones. La palabra chiste es catártica, pero los chistes son palabras que entran al corazón de los seres humanos como puñaladas y, lo peor, quienes utilizan estas formas de la comunicación, no miden el alcance de sus palabras. Y no hemos tocado el tema de la violencia femenina, que no es coyuntural sino estructural.
[i] Información extraída del libro La pelota nunca se cansa, de Editorial Base.