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Duván Bolívar: “Colombia es un país sin matices”

El escritor barranquillero habla en esta entrevista sobre “Somos gente bien”, libro de cuentos que ganó el XVI Concurso Nacional de Novela y Cuento de la Cámara de Comercio de Medellín.

Andrés Osorio Guillott

05 de marzo de 2025 - 01:14 p. m.
Duván Bolívar, cuentista y profesor de filosofía.
Foto: jaiver
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La paradoja del folclor del Caribe en historias que, aunque tienen el componente del sentido del humor, carecen precisamente de alegría, pues en ellas hay retratos de un país que no ha abandonado prácticas que perpetúan un sistema patriarcal y también una mirada conservadora sobre la sociedad y la forma en la que nos organizamos.

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Duván Bolívar muestra en este libro de cuentos a hombres que no saben cómo huir a la imposición de ciertas tradiciones que buscan “reafirmar” su sexualidad antes de que “se desvíen” del camino, a hombres que, aunque avanzados en edad, aún buscan formas de esconder lo que son por temor a prejuicios o afectaciones. Pero también es un libro que cuestiona a quienes se autoproclaman como “gente bien o gente de bien”. Quizá esa falsa poltrona está sobre varios escombros, de manera que su altura no es producto de una virtud, sino quizá de la destrucción de otros.

Su libro es una antología de cuentos, cuéntenos qué parámetros tuvo en cuenta para elegir cada una de las historias que están aquí.

Es un libro cuyos cuentos comparten un mismo universo, por decirlo así. Están como hilados por una misma poética, un mismo tono, una misma línea argumental. Varios de esos cuentos nacieron en 2021 y, en ese momento, fue un proceso inconsciente. Estaba creando unas historias y luego, cuando las vi, los tres primeros que escribí, me di cuenta de que todos, de alguna manera, estaban narrando ese Caribe que profesa y pregona esa sabrosura, ese folclor, ese color, pero que, debajo de todo ese camuflaje, esconde o, digamos, legitima ciertas prácticas bastante horrorosas, como los rituales de iniciación sexual, el machismo, ese deseo de parecer “gente bien”.

Entonces, siempre buscando inconscientemente esos elementos, me di de cara con tres cuentos que ya compartían ese mismo universo. Fue allí cuando, a partir de ese momento, el plan ya fue más consciente: crear historias que estuvieran sintonizadas con esa búsqueda.

En varios cuentos hay un cuestionamiento a una sociedad patriarcal, machista. Se ve, por ejemplo, cuando el papá del personaje que aparece en varios cuentos, además de querer llevarlo a un prostíbulo para que “inicie” su vida sexual, también le dice: “Mañana me acompaña al taller”, como induciéndolo a hacer “tareas de hombres” al dudar de su identidad sexual…

Creo que más que cuestionarlas, es simplemente nombrarlas. El simple hecho de nombrarlas y hacerlas visibles, como muchos otros ya lo han hecho, ya implica una forma de crítica. Yo siempre sentí cómo se cernía esa amenaza frente a mi identidad sexual y cómo esos parámetros de la masculinidad en la Costa Caribe iban llenando de miedo al adolescente que se sabe, de pronto, desviándose de ese estándar.

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Entonces, creo que hay una carga experiencial muy fuerte en los cuentos. Se nota, porque siempre está la figura del padre autoritario, casi como un militar impartiendo órdenes, donde la familia es su pelotón y él es quien tiene las riendas. Es el golpe en la mesa: “Aquí se hace lo que yo diga”. Y creo que eso es algo muy constante, muy frecuente.

Hablemos de ese momento en el que las personas de diversas orientaciones sexuales se sienten obligadas a esconderse, a ocultar realmente quiénes son y a hacer que otros incluso también lo hagan para cuidarse de los prejuicios y la discriminación. En el último cuento ocurre algo así.

No sólo las maromas de las que se vale el directamente implicado, sino también las maromas de encubrimiento que hace la gente alrededor para “pasarlo por normal”. En ese cuento, por ejemplo, quienes estaban alrededor, como el tío, el papá, la figura familiar, de alguna manera presuponían un lazo familiar entre ambos. Lo que estaban haciendo era un intento de limpiar, de quitar la mancha: “Sabemos lo que estamos sospechando, pero mejor nos hacemos los bobos y nombramos esto como una relación de tío y sobrino, o de padre e hijo”. Es ese afán de encubrir, algo muy común aquí en Colombia.

¿Por qué la frase de ese cuento: “vive bajo tu pecho la herida callada”?

No es gratuito que estuviera al final del libro. Quise que fuera como un coro trágico. De hecho, en alguna parte del cuento aparece de manera repetitiva, como un canto. Y que estuviera estampado en el pecho del objeto del deseo, como un tatuaje, fue algo muy consciente. Además, en el pecho de otro, que también se reconoce herido de alguna manera. Creo que engloba el sentido general de todo el libro: debajo de las carcajadas, de lo sabroso, del chisme, están esas heridas ahí, abiertas todavía. Fue algo muy buscado.

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Esta otra frase también me llamó la atención: “Qué poca imaginación proponen los caminos bifurcados”. La señalé porque también pienso mucho en eso. Este es un país muy binario y lo vemos sobre todo en la forma en la que concebimos la política.

Sí, también gay afeminado o gay macho. Es un país sin matices, donde lo que se desvía de esas bifurcaciones es censurado. Encarnar esa desviación y sentirme en un limbo le da sentido a esa frase. Siempre he tenido que toparme con esas disyuntivas, y uno se pregunta: “¿Qué lugar ocupa en medio de esa disyunción?”. Es un cuestionamiento constante.

En el cuento Somos Gente Bien hay una afirmación que dice “Eso hace a la gente bien, admitir sus culpas”…

Yo creo que ahí aparece más como un signo de hipocresía. Eso hace la gente bien… pero lo hace cuando le exige a otro admitir sus culpas, no cuando se trata de sí misma. De hecho, en ese cuento, el narrador escarba en un pasado turbio, en la relación del padre con un contrabandista al que le entregó un capital. Y de alguna manera, gracias a eso, lograron ascender en la escala social. Entonces, esa frase es más bien un síntoma de la hipocresía. Es como decir: “Oye, pero eso hace la gente bien, anda, desembucha tus culpas”. Pero yo no, ¿me entiendes? La exigencia siempre es hacia el otro, pero cuando toca mirarse a uno mismo, ahí sí no aplica.

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Y bajo esa misma lógica, de ahí el título del libro.

Sí, claro. Somos Gente Bien, o todo lo contrario: somos gente mal, cafre, con vicios y con un montón de cosas. Porque, en ese intento de parecer gente bien, la gente termina embarrándola más. Se cuelga de unos referentes erráticos, raros… muy raros.

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