¿Por qué la plastilina? Dice que primero fue un ‘hobby’, que antes se enfocó en la pintura y el dibujo, así que ¿cómo fue que llegó a profesionalizarse en esto?
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Estudié en la ASAP, pero empecé a trabajar plastilina desde muy temprana edad. A medida que fui creciendo me iban diciendo que cogiera juicio, que eso era para niños. Fui terco y seguí. Eso me genera mucha satisfacción, porque he hecho de todo: de ser el director de un proyecto como “¿Se lo explico con plastilina?”, he pasado a trabajar asuntos más periodísticos, de diseño, artísticos, cinematográficos y hasta pedagógicos. A pesar de que son mundos tan distintos, he logrado trabajar en todos ellos.
Pero esa intuición con la plastilina y la posibilidad de que se convirtiera en su profesión, ¿cómo se despertó? Lo pregunto porque me parece una certeza extraña, por eso menciono la palabra “intuición”, ¿o ya era un mundo del que tenía referentes?
Realmente, esto se convirtió en un camino más certero cuando descubrí la animación. Yo trabajaba como mensajero en una productora de comerciales en la que se hacían dibujos animados. Allí hice mi primera animación y descubrí la labor a la que me dedicaría de lleno. La plastilina era para hacer trabajos en el colegio y, sí, me iba muy bien, pero fue realmente con la animación que pude profesionalizar ese gusto mío.
Hay mucha precisión en los gestos de sus personajes hechos en plastilina…
Se debe a la suma del trabajo. He hecho muchísimas figuras. Creo que la constancia ha sido muy importante, además de que, claro, he tenido que ser muy detallista. El trabajo de campo es otra cosa que me ha ayudado.
“La gente cree que lo importante es la técnica, pero lo importante es lo que uno dice”, pero ¿le ha preocupado evidenciar alguna tendencia política? Puede que uno de los objetivos de sus figuras sea explicar temas obvios, pero para quiénes o con qué objeto…
Yo dialogo con todas las partes. Tenemos una campaña llamada “Tomarse un tinto con el que piensa distinto”. Hay que aprender a escuchar desde las diferencias. Yo paso de trabajar con excombatientes, con las FARC, a hablar con los policías. Puedo trabajar con habitantes de calle, migrantes o gerentes de empresas. Cuando las personas se enfrentan a la plastilina, vuelven a ser niños. Antes hacía caricatura política y ahí sí me encasillaban como alguien de derecha o izquierda, aunque siempre he tendido a la segunda por la influencia y formación de mi mamá, pero lo que me gusta es el tema social. Por eso lo recreo.
Hablemos de la exposición que inauguró en el Centro Cultural Gabriel García Márquez… Siempre ha tendido a temas sociales, a despertar consciencia, pero ¿por qué se centró en los migrantes y personas refugiadas?
Tiene mucho que ver con mi trabajo previo en Estados Unidos. Viví seis años en Los Ángeles y trabajé mucho con habitantes de calle. Hice un proyecto llamado “Los invisibles”, un cortometraje y un documental. Muchos de ellos eran migrantes, contándome a mí. Después llegué a Colombia y me encontré con los caminantes venezolanos, un tema que me sorprendió mucho a pesar de que vengo de una familia que fue desplazada durante la época de la violencia en el Tolima. Ellos siempre me contaban la historia, pero nunca lo había visto en vivo. Decidí recorrer las carreteras del país y representar a muchos de los que me encontraba, figuras que comenzaron a generar mucha empatía. Después tuve la oportunidad de trabajar en Centroamérica con la Acnur e hice todo el recorrido de los refugiados. Mi trabajo fue hacer fotografías con muñecos de plastilina. La última fase ha sido un cortometraje animado sobre todo lo que pasa en el Darién.
A eso iba, ¿basó las figuras en fotografías? Se me parecieron mucho a las que tomó Federico Ríos para el “New York Times” acerca de los migrantes que atraviesan el Darién…
El año pasado hice parte del recorrido.Estuve en Necoclí y en Capurganá. Más que fijarme en el trabajo de otros, que es muy chévere (vi las fotografías de Ríos), prefiero ver la realidad. Trabajo mucho mejor así.
¿Por qué dice que es más fácil que la gente se identifique con la figura de plastilina del migrante que con el migrante?
La plastilina se convierte en un puente, Pienso que, por ejemplo, la xenofobia es juzgar desde afuera. Ha sido conmovedor ver cómo primero la gente ve el muñequito y piensa en la parte estética, pero después llega el sentido.
¿Tiene anécdotas que haya retratado en sus figuras?
Hay casos realmente tristes. Por ejemplo, el taxista cobra más o menos (el promedio son 100 dólares) dependiendo del olor de las personas. Si huelen muy mal, quiere decir que vienen de muy lejos, así que probablemente son africanos. Los haitianos no huelen tan mal. Después siguen los cubanos, y así… Entonces fíjate que tampoco es que todo dependa del Estado, sino de nosotros como especie humana, cuando tratamos a las personas como si fuesen mercancía, como si fuesen un negocio. No es joder al que viene jodido, al contrario: cómo hacemos para alivianarnos las cargas, cómo nos ayudamos.
La exposición Refugiados y migrantes en América
Son 68 fotografías, además de maquetas, en las que habrá representaciones de, por ejemplo, un naufragio. Álvarez quiso evidenciar que había muchísimos migrantes que terminaban muertos en los mares, pasando de San Andrés a Nicaragua. “Estas figuras no están hechas para los niños. Son para personas de todas las edades que quieran sentir un poco más de empatía con la situación de quienes tuvieron que irse de sus hogares porque se quedaron sin opciones”.