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¿Cómo nació la exposición?
Con mi hermana y una persona que es parte de TEArte teníamos este reto desde hace mucho tiempo, porque nosotros trabajamos en museos y vemos muy poca inclusión. A veces hay lenguaje de señas para sordomudos, pero eso no es suficiente. Sobre las personas con autismo, estas son invisibles para los museos, no existimos. Mi hermana y yo tenemos diagnóstico de síndrome de Asperger, lo que se denomina a veces como autismo de alto funcionamiento. Es decir, podemos trabajar, podemos relacionarnos socialmente, aunque tenemos algunas dificultades. Y pensamos que sería bueno visibilizar el autismo, porque la proporción de esta población es muy alta. Es decir, si usted mira cuántos invidentes hay es una proporción relativamente baja con el resto de la población. En cambio, personas con autismo, según las últimas cifras, una de cada 44 entra dentro del espectro del autismo. Es realmente una proporción muy alta y nadie nos tiene en cuenta. En colegios distritales es probable que no reciban a un niño que tiene autismo, si sus padres lo declaran. Dicen que no están capacitados, que no tienen maestros, tiempo ni instalaciones. Hay mucha desinformación básicamente.
¿La exposición es una manera de hacerle frente a esa desinformación acerca de las personas dentro del espectro autista?
Parte del objetivo de la exposición era mostrar capacidades y habilidades de personas dentro del espectro autista. Tenemos alrededor de 37 expositores, hay 120 obras en sala, desde adolescentes que trabajan digitalmente, trabajos de niños y algunos más profesionales. Incluso aparecieron muchas personas con talentos musicales, tenemos en pantalla videos de personas interpretando música. Hay algunos que tienen unas habilidades dificultosas en la vida cotidiana, pero en paralelo se tienen habilidades muy notorias. Varios de los muchachos que exponen hacen cálculos en pantalla. Ellos pueden calcular qué día de la semana fue el 4 de junio de 1954, y lo hacen instantáneamente. Otros escuchan una canción una vez y la pueden interpretar enseguida, por ejemplo. El problema aquí es la invisibilización. El Estado colombiano no sabe cuántos somos. En Bogotá, la cifra oficial dice que hay 44 con síndrome de Asperger, lo que representa la cifra más baja de todo el planeta. Eso no tiene sentido, realmente lo que significa es que no hay un seguimiento, no hay una estadística real y el Estado no nos ve.
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Y las obras se complementan con un ciclo de charlas...
Sí, hicimos una campaña en la que hemos estado dando charlas en paralelo durante toda la exposición sobre autismo e inclusión. Y una cosa muy importante que logramos fue hacer acuerdos, y con ellos se hizo la capacitación de los guías. Se hizo un entrenamiento bien completo sobre lo que significa el autismo, qué características puede tener una persona dentro del espectro y se les hizo un plan de accesibilidad para mostrarles cómo debería ser el proceso de acogida de esas personas. Ya hicimos la primera visita con personas con autismo y personal ya entrenado, y al final hicimos una retroalimentación mirando qué dificultad veían. Lo que buscamos era crear un protocolo que pueda ser aplicado en muchos museos para que puedan realmente acoger a personas con autismo.
¿Hoy en día casi ninguno cuenta con ese protocolo, al menos a nivel Bogotá?
No, creo que a nivel nacional no existe y, de hecho, nosotros queríamos plantear una exposición que fuera inclusiva e incluyente. Por eso hacerlo en el Planetario era interesante, porque ya cuentan con acceso de rampas para personas con sillas de ruedas y ellos usualmente manejan lenguaje de señas para personas sordomudas. Queríamos hacer que la explosión fuera incluyente para personas invidentes, cómo les podemos aproximar los cuadros y el arte. Una audioguía no sirve, por ejemplo, para una persona que es ciega de nacimiento. ¿Cómo le describes un cangrejo? ¿Qué patas conoce? No hay forma de describirlo. Lo que hicimos fue convertir tres obras en material adecuado para los invidentes. Hicimos unas cajas con elementos táctiles para aproximar a la persona invidente a la imagen que hay en el cuadro. En la caja del bosque pusimos réplicas de lagartos, escorpiones y cucarachas, para que puedan tocar cosas de tamaño real. En un cuadro de caballo hicimos una versión de caja con un cráneo de un caballo, y nos sorprendió que personas invidentes adultas, incluso las que han viajado mucho, no tenían idea de que un caballo era tan grande. Un material de inclusión bien diseñado puede funcionar para diferentes grupos de personas. Nuestras cajas las pueden usar con niños con autismo dentro de diferentes rangos del espectro, con déficit de atención, con personas invidentes, sordociegas, etc.
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¿Cómo es para los niños ver su trabajo expuesto?
En los artículos que hablan de autismo lo que pasa es que comparan a una persona autista con alguien normal, es decir, dan como sentado que somos anormales. Así hablan los médicos, es una deficiencia, es una patología. A las familias les ha ido calando esa idea y todo lo negativo, entonces es muy bueno para las familias y para los niños y jóvenes poder mostrar su trabajo, sentirse orgullosos porque realmente es un trabajo muy bueno. Inicialmente, habíamos pensado en una exposición netamente artística, pero resulta que llegaron muchos trabajos de niños y jóvenes que no eran artísticos como tal. No queríamos rechazar esos trabajos, entonces hicimos varios niveles: una sala de jóvenes talentos, una que llamaríamos “Promesas”, que ya tienen algo de habilidades artísticas, y una con los que realmente manejan una técnica con los materiales y tienen cierta experiencia.
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