Paula Bossa, curadora de Casas Riegner, cita con una frase a Nelly Richard en el texto que abre la exposición Un día después, dándole sentido no solo a la muestra colectiva sino a la importancia del arte en este tiempo que convoca a la esperanza en medio de la incertidumbre y el limbo al que la paz se ve sujeta luego de la terminación de un conflicto armado: “el arte no borra el conflicto pero puede hacer una reparación simbólica por su dimensión metafórica, haciendo visible o restituyendo la validez de problemáticas sumergidas en el olvido o la insignificancia”.
Alex Rodríguez, Antonio Caro, Beatriz Eugenia Díaz, Beatriz González, Ícaro Zorbar, Leonardo Herrera, Leyla Cárdenas, Liliana Sánchez, Miguel Ángel Rojas, Rosemberg Sandoval y Wilson Díaz son los artistas que participan en esta exposición colectiva que aborda desde múltiples perspectivas un análisis al presente en Colombia, a las historias y memorias que faltan por narrarse, a las versiones que no deben ser invisibilizadas y a las sensaciones de desasogiego o desesperanza que provienen de la muerte y de los sucesos que parecen reafirmar un tiempo cíclico, en el que luego de cada proceso de paz emerge un nuevo ciclo de violencia. Líderes sociales asesinados y exguerrilleros que se reincorporaron a la vida civil y a los que también les arrebataron el derecho a la vida, nos recuerdan lo sucedido con la Unión Patriótica y con el proceso de paz con la guerrilla del M-19 en las décadas de 1980 y 1990 respectivamente.
Muchas de las obras presentes en Un día después, título basado en una obra de Leonardo Herrera (artista participante en la exposición), evocan reflexiones del posacuerdo y traen a colación algunos referentes como Tolstoi o Mao Zedong.
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Alex Rodríguez, artista caleño que participa en la exposición con la muestra Sobre la fuga absoluta del rostro de un sueño, afirma que hay una parte de Colombia que fue negada para nosotros en el sentido de la guerra, de la manipulación informática de los medios. Haber conocido a los guerrilleros rasos, a la familia guerrillera ya es un paso. No por el arte, sino por el encuentro voz a voz con el otro como un acto de reconciliación, o mejor de reconocimiento. Es un principio básico reconocer al otro y reconocer su diferencia, su alteridad, lo que lo compuso y lo construyó durante generaciones. Muchos de los combatientes obedecen a un inconsciente colectivo que los invita a resistir. El Estado no ha tenido presencia en los territorios; y por muchos años el proyecto social y político durante muchos años fueron las Farc. Uno entiende que esto no obedece a una verdad transitiva por los medios, sino que hay una verdad que es vital, que solo se puede entender a partir del encuentro”.
La multiplicidad de voces, la congregación de obras que son apoyadas por una trayectoria, por una vida entregada al arte como medio que vincula las angustias y las pasiones más personales hasta las inquietudes más generales y pertenecientes a un colectivo, reflejan o pretende sugerir la importancia del diálogo, de la reunión de perspectivas que construyen una noción mucho más amplia de sociedad.
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"Primero se necesita reconocimiento para entender una cantidad de categorías y de situaciones que no se habían mostrado y que no habíamos podido vivir. A partir de ahí nosotros tratamos de crear en colectivo, de crear con estas comunidades campesinas, indígenas y afros que eran negadas. El hecho de crear en colectivo y de entender todo su imaginario y toda su capacidad creativa debe ser resaltado. Ese es el proceso que uno debería hacer en este momento. El proceso de aprendizaje de nosotros con las comunidades y los reincorporados es esencial. Más que cómo debe funcionar el arte, es cómo vamos a acercarnos realmente y cómo vamos a buscar esos espacios en los territorios en los que sucedió la guerra”, dijo Rodríguez.