Es el espíritu familiar: todo se somete a su imperio, juzga, manda, inspira el lugar, ¿es un hada tal vez, un ser eterno?”<br/>
Charles Baudelaire (París 1821-1867). De su poema El gato
En la tal vez más importante responsabilidad profesional que el ejercicio de la arquitectura me ha dado, tuve la oportunidad de conocer el trabajo del arquitecto Miguel Forero, maestro en Filosofía de la Universidad Javeriana, en historia, teoría del arte, la arquitectura y la ciudad de la Universidad Nacional y candidato a doctor en arte y arquitectura de la misma universidad en donde desde hace más de 30 años como profesor transmite su pasión por la arquitectura. 1
Se trataba de la contratación de 15 maquetas de formato medio (edificios de 1.500 mts 2 en promedio a escala 1:75) y dos de gran formato de proyectos de impacto metropolitano para la exposición de arquitectura que, de no haberse malogrado, no dudo en afirmar hubiese sido la más importante que de arquitectura se hiciera en Colombia, pues se pensó, se desarrolló y estructuró para que recorriera las 29 salas de exposición más prestigiosas y por ende visitadas del país.
Con la ilusión del trabajo a contratar y el ojo cuidadoso que debemos tener quienes manejamos dineros ajenos, para el caso, el pago que los y las arquitectos(as) hacemos por nuestra matrícula profesional, llegué a media mañana al “Laboratorio de maquetas arquitectónicas Miguel Forero”, ubicado en un agradable y céntrico barrio de Bogotá, de esos que nos recuerdan que en la calle se pintaba la golosa y desde la ventana la mamá gritaba a quienes aprendíamos a montar en bicicleta que las onces estaban listas.
Antes de entrar al laboratorio no fue difícil darme cuenta de que la casa de su infancia se había transformado en su lugar de trabajo y albergue de sus grandes amores.
A pesar de las muy documentadas y serias referencias que tenía del trabajo del arquitecto Forero y su equipo2, no dejaba de tener las prevenciones a las que la contratación pública en nuestro país nos tiene acostumbrados, para el caso, el nombre de “Laboratorio de maquetas arquitectónicas” lo hacía para mí, en mi atrevimiento e ignorancia, equivalente a los talleres en donde en la carrera novena en el centro de Bogotá arreglan planchas, licuadoras y de vez en cuando un radio, todos con el nombre de “Laboratorio de electrónica e informática”. Siempre con esa grandilocuencia que nos caracteriza y detrás de la que en no pocos casos escondemos nuestra mediocridad y nos hace creer que somos los mejores; por eso celebramos todos los años un partido de futbol que hace más de 30 ganamos o el premio Nobel de literatura que se le dio hace cuarenta años a uno de nuestros escritores, mientras que en Francia, después de 1982, tres escritores y una escritora han obtenido la misma distinción, y quince desde que se creó el premio Nobel, sin que ninguno de ellos se haya convertido en un evento nacional, como sucede en nuestro país en desmedro de maravillosos(as) escritores(as) que nos ha dado esta bella tierra y quienes nos han entregado miles de deliciosos e instructivos textos, obras de teatro y poemas. De verdad duele que detrás de un nombre, por grande sea, ocultemos la valía del trabajo de decenas de excelentes profesionales de la imaginación y la palabra.
Pero no me quiero desviar. Lo anterior es para contarles que esperaba entrar a un lugar en donde me encontraría con un par de computadores, impresoras de gran formato, materiales como cartón y papel de todas las especificaciones y colores posibles, pegantes de toda clase, cuchillas, cortadores, potes de pintura, reglas, escuadras y seguetas regados por todas partes, y unidos a una media docena de practicantes agachados pegando cartoncitos con escuadra y bisturí en la mano. Nada de eso vi. ¿Estaría en el lugar equivocado? No. El equivocado era yo.
Estaba en un muy sofisticado laboratorio de maquetas arquitectónicas en donde vi con enorme sorpresa, por ejemplo, una máquina que daba forma por sí misma a una impresionante reproducción a escala de la iglesia de Nuestra Señora de París. Una maqueta hecha en madera de todo el sector de renovación urbana del complejo hospitalario y el conjunto del San Juan de Dios, de dos por cuatro metros de lado, contratada por la Empresa de Renovación Urbana de Bogotá. No vi en el laboratorio uno solo de los materiales y herramientas arriba mencionados; lo que vi fue una media docena de sofisticadas máquinas que silenciosamente trabajaban, a órdenes de un profesional que desde un computador les enviaba. Mágico. Mis sentimientos de duda desaparecieron rápidamente y volví a la ilusión compartida con quienes durante más de un año llevábamos preparando esta exposición.3
Quedé maravillado por el profesionalismo, el orden, la tecnología de punta y los resultados de lo que en este sofisticado laboratorio se producía.
¿Frank Gehry hubiese podido concebir su museo Guggenheim en Bilbao sin la ayuda permanente de unas maquetas que le permitieran tomar las decisiones que lo llevaran a crear un edificio que en imágenes le ha dado la vuelta al mundo?
El ejercicio de la arquitectura es estupendo y lo más enriquecedor que esta profesión tiene es que consulta a muchísimas disciplinas. Que la arquitectura está ligada a la antropología,4 la geografía, la historia, el arte, la geometría, la física, la ingeniería, la literatura, la botánica, los estudios del clima, el medio ambiente y muchas más, nadie lo duda. Y una que, como en el teatro, parece estar en la trasescena, pero que sin ella, como en el teatro sin quienes hacen la escenografía, el vestuario, la iluminación, los efectos sonoros, y claro, los textos, los actores y su trabajo, no se destacaría. Esta es la de los maquetistas. Vital, no solamente para mostrar en un centro comercial un proyecto inmobiliario en venta, sino como definitiva herramienta de trabajo. ¿Frank Gehry hubiese podido concebir su museo Guggenheim en Bilbao sin la ayuda permanente de unas maquetas que le permitieran tomar las decisiones que lo llevaran a crear un edificio que en imágenes le ha dado la vuelta al mundo? Éste, apenas un ejemplo que ilustra cómo se concibe un proyecto arquitectónico y la importancia del trabajo de los maquetistas que, dicho sea de paso, son muy escasos.
Llegado a este punto de mi escrito, no es el proceso de elaboración de las maquetas en el laboratorio de Miguel Forero lo que más me impresionó; de su trabajo, como en todos los de arquitectura, hablan los resultados. Como en el proverbio: no se cuentan los dolores del parto, se muestra el bebé.
Lo que realmente llamó mi atención y me motivó a redactar estas líneas fue su amor y dedicación a los animales y la convivencia de Miguel con ellos; para el caso, 25 gatos en el mismo lugar, un lugar perfectamente bien diseñado por un buen arquitecto para que no solamente no se incomoden o importunen el uno al otro, sino que sean un complemento y agradable compañía. No hay competencia por el espacio compartido, ni son los gatos los que hospedan a Miguel en su refugio, ni tampoco son Miguel, Johan, Juan Sebastián y sus máquinas quienes ceden el suyo. Conviven en el mismo lugar. Un lugar pensado para que los unos se enriquezcan con la mutua compañía. Los gatos hacen con plena libertad en el lugar, lo que más les gusta: lo que se les da la gana, moviéndose a su antojo, sin el menor riesgo de hacer un daño. Mientras tanto Miguel, su equipo y sus máquinas trabajan en lo suyo, no pocas veces vigilados desde lo alto por la mirada inquisitiva de un gato que pareciera estar verificando la calidad del trabajo que desarrollan las máquinas y las conversaciones del equipo de profesionales.
En el área compartida y diseñada, los metros lineales o cúbicos de túneles puentes, trampolines, escaleras y demás espacios y lugares de entretención, circulación y reposo, por los que deambulan sus gatos en los tres pisos de la edificación, no se puede comparar con la que ocupa Miguel, sus equipos, materiales, lugares de almacenamiento y colaboradores, cada uno tiene la que necesita, sin que se sienta que hay una división entre los unos y los otros ni su presencia o actividades incomoden a estos dos inteligentes especímenes del reino animal. Los gatos tienen además tres patios interiores y dos terrazas en donde disfrutan del sol, se entretienen y toman sus comidas. Se trata de una agradable compañía; juguetona y constante. No hay momento y lugar de los tres pisos del laboratorio en donde no haya un gato presente. Dominan el sitio, tanto como lo dominan las maquetas y herramientas de trabajo. Si alguna presencia es discreta, es la de los tres profesionales que aquí trabajan. Aquí lo que a mi modo de ver es una revelación que puede dar prueba de la calidad del trabajo de este laboratorio, ésta es el amor, el amor a la vida, el amor por lo que se hace y con quien lo hace, dentro de los que incluyo a los 25 gatos de Miguel. Estoy convencido de que lo uno va con lo otro, son dos componentes de un todo, el conocimiento, la pasión por investigar y la habilidad para construir maquetas va de la mano con el motivante amor a los animales que acompañan a Miguel en su trabajo y la comodidad de los gatos en el lugar lo que hace que resultado sea el que se conoce y que merecido prestigio le ha dado a su laboratorio. Veo a Miguel en apacible gesto acariciando con su amistosa mano a un gato sobre sus piernas mientras piensa e intercambia con Johan, él cómo solucionar un problema planteado en la construcción de una maqueta. No hay manera de irritarse o confundirse en esas circunstancias.
He de decir, con honor a la verdad, que durante mi visita y después de ella, quedé con más dudas y preguntas sobre el mundo de los gatos que para mí fue absolutamente novedoso, pues jamás he convivido con un gato, que las dudas que pudiera tener del producto a contratar, pues como arriba dije, ése habló por sí sólo cuando vi las maquetas que aquí se producían.
Decenas de preguntas rondaban mi cabeza, que no hice por miedo a parecer un tonto y que mientras Miguel y Johan, en un trabajo técnico frente a un posible contratante, argumentaban con seriedad y se explayaban en características del producto a ofrecer, la tecnología, materiales a emplear, la escala más adecuada para cada maqueta y las ventajas de su laboratorio sobre algunos competidores, a mí lo que me interesaba era conocer cómo se convive y trabaja con 25 gatos. La primera pregunta que me hacía fue: ¿tiene cada uno de estos veinticinco gatos su nombre de pila? Lo deben tener, ¿qué tipo de nombres serían?, ¿los mismos que habitualmente llevamos los seres humanos? ¿Serían, por ejemplo, nombres de personajes de la historia? ¿Serían de parientes o seres amados?, ¿nombres de arquitectos(as) preferidos(as)? ¿Nombres como: mechas, pantera, Luna, Lulo o Piolín? ¿Nombres de gato como Pinki, Chispas, Milú o Tilín? ¿Nombres suministrados por algunos niños de un jardín infantil cercano? Tantas posibilidades. Las respuestas a estas preguntas podrían en sí hablar o contar una historia coqueta, o construir con ella un pequeño mundo, una familia, una comunidad. ¿Dejarlos sin nombre? Aun cuando puede ser, no veo esta posibilidad.
¿Cómo conviven los gatos con sus diferentes personalidades? Pregunto esto porque se me ocurre que los gatos se parecen a los humanos. Tengo esta intuición basado en los deliciosos poemas que T.S Eliot5, como amante y conocedor de los gatos. escribió sobre ellos y sus vidas y que fueron base para el guion de la comedia musical “Cats” que en Londres, desde 1981, se presentó durante 21 años consecutivos y que por sí sola se convirtió en un importante atractivo turístico de Inglaterra. En Nueva York se presentó durante 18 años.
¿El gato pelionero? ¿el gato perezoso? ¿El más hábil para cazar a algún ratón despistado que se cuele bajo la puerta? ¿El que les quita la comida a los demás? ¿El que quiere ocupar todos los espacios? ¿Cada uno tiene un lugar preferido? ¿Cambian de sitio para dormir sin que esto les importe? ¿Rivalizan por la aceptación de una pareja? ¿Son los gatos hostiles entre ellos con gatos de otras razas como lo son con frecuencia los seres humanos entre etnias? De ser así, en el laboratorio de maquetas no tienen problema pues todos son hijos de nadie, gatos callejeros adoptados por Miguel.
Lo único que tienen los gatos en común es que les gusta ser consentidos, consentidos todo el tiempo. El amor de los gatos es contrario al amor de los perros, mientras los perros nacieron para dar: son lazarillos, son cazadores, son pastores, son guardianes, son sabuesos, trabajan en la búsqueda y el rescate de personas y también hacen de terapeutas, los gatos están para recibir afecto, son ideales para las personas a quienes les gusta dar afecto y en el laboratorio de maquetas de Miguel Forero encontraron a uno que le fascina dar afecto a los animales. Son el uno para el otro. La generosidad de Miguel con sus animales parece ser infinita, no solamente comparte con ellos la totalidad del área que él ocupa en su trabajo, sino que sin duda ellos le acarrean ingentes recursos.
Dicho lo anterior, no me queda más que dar las gracias a mi colega Miguel Forero por darme a conocer este mundo de armonía entre un oficio, un lugar y el amor por los animales. Toda una experiencia. Mil gracias Miguel.
1 Los pergaminos de Miguel los conocí después de mi visita a su laboratorio, pero viendo lo que vi en el lugar y en la conversación que tuvimos, fácilmente me di cuenta de que al frente tenía mucho más que un “maquetista” con la modestia que esta palabra pueda representar a una persona ajena a la arquitectura.
2 El geógrafo Jhoan Arely Coronado Riaño y de tiempo parcial el estudiante de arquitectura
3 Los arquitectos Alberto Saldarriaga, Lorenzo Fonseca, Martha Devia, Carlos Niño Murcia, Ricardo Daza, Juan Carlos Aguilera, Carlos Naranjo, Rafael Vega y Luis Felipe Triana.
4 Para la muestra recomiendo con entusiasmo el libro Territorio Chamánico del arquitecto Carlos Niño Murcia publicado por el Instituto Colombiano de Antropología e Historia (ICHAN)
5 San Luis, Misuri; 26 de septiembre de 1888 - Londres; 4 de enero de 1965
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