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El arte de la palabra: visita al Mercado Clandestino de Conocimiento

El Mercado Clandestino de Conocimiento Útil y No-Útil tuvo lugar en Bogotá y dejó enseñanzas de cómo lograr que los ciudadanos se acerquen al arte contemporáneo.

Daniel Grajales Tabares

27 de noviembre de 2019 - 08:35 p. m.
El Mercado Clandestino de Conocimiento Útil y No-Útil, fue programado por la Comisión de la Verdad y la Academia Móvil de Berlín. / Cortesía
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Una pizarra negra, un tablero de pie con un mensaje escrito a tiza, daba las señales finales de haber llegado al Teatro Faenza, cuya arquitectura art nouveau albergaba una acción artística basada en una ficción. Algo así como la grabación de una película en este edificio de la década de 1920, ubicado en el Centro de Bogotá. Era 23 de noviembre de 2019 y, a las 3:00 p.m. se inició el Mercado Clandestino de Conocimiento Útil y No-Útil.

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Se trataba de la adaptación colombiana de una creación que se estrenó en Hamburgo, Alemania, en 2005, bajo el título de “Black market (mercado negro)”. Su directora artística, Hannah Hurtzing, ha insistido en describirla como una “instalación”, una obra de arte que se toma un espacio-tiempo para ejercer sobre él una transformación física y, en este caso, para desarrollar una acción, la de vender el conocimiento de otros por un tiempo.

“En esta instalación estoy tratando con el conocimiento, tanto aficionado como profesional. Sabemos que los aficionados se sienten a veces completamente perdidos y anhelan conocimiento. Es por eso que a menudo quieren abrazar el conocimiento excesivamente, casi en un estado de intoxicación, porque no conocen las técnicas para adquirirlo”, detalla la artista, quien es dramaturga independiente, productora y escritora, exdirectora artística del Teatro y Ópera de Hamburgo, exdramaturga en el Volksbühne; creó en 1999 la Academia Móvil de Berlín y ha llevado su trabajo a Manifesta 7 (Bolzano, 2008), La Bienal de Venecia (2009) y Van Abbemuseum (Eindhoven, 2010), entre otros certámenes.

Volviendo al Faenza, con sus puertas majestuosas y sus ventanas con tintes del “eclecticismo académico”, a los visitantes les llamaba la atención ver una taquilla justo al entrar, como en sus inicios, cuando dejó de ser la Fábrica de loza Faenza para ser el Cine Faenza (1924). Si bien el ingreso general a la obra era sin costo, el visitante se encontraba con venta de boletería, con taquilleros de verdad, quienes iban ofertando pases que permitían participar activamente en el Mercado, como conversador con un experto. Se pagaba por hablar con quienes conocían de diversos subtemas relacionados con un tema general.

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Tal cual se ha hecho en otras ciudades del mundo, porque el Mercado Clandestino ya ha existidos en 22 ediciones, las conversaciones debían centrarse en un tema. Cuenta Marta Ruíz, quien desde la Comisión de la Verdad impulsó la traída del proyecto al país, pensando en el “poder del relato, del testimonio, para que cada persona según su experiencia pueda compartirla, en un espacio en el que cada relato tiene el mismo valor”; que no dudaron en que el agua sería un eje interesante para sentar a expertos y ciudadanos a conversar.

“Elegimos el agua porque tiene mucho que ver con los objetivos de convivencia que tenemos como Comisión de la Verdad. El agua es un tema rico en convivencia, hay muchos conflictos que tienen que ver con el agua, temas de tierras que tienen que ver con el agua, el despojo de tierra está atravesado por el agua. Casi todos los pactos que se están haciendo en este momento en Colombia tienen que ver con el agua. En territorios como Valledupar o Montes de María los diálogos tienen que ver con el agua, porque estamos conscientes de que, en unos 30 años, el conflicto va a ser por el agua. Dijimos que es un tema de futuro, que era perfecto para que hagamos un ejercicio de conservación y demostremos que podemos hablar de los temas antes de que lleguen los conflictos, cuando no hay ningún acuerdo ni ninguna agenda”.

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Bajo la reflexión: “De culturas anfibias, puertos de contenedores y tumbas líquidas: relatos colombianos en torno al agua”, se podía comprar el conocimiento de manera temporal. Es decir: si alguien pagaba $1.000, lograba una sentada de 30 minutos con uno de los 60 expertos invitados, cara a cara, con la posibilidad de preguntarle lo que quisiera al respecto. Algo así como la performance La artista está presente de Marina Abramovic (14 de marzo de 2010 en el MoMA de Nueva York), aunque en el Faenza sí se podía hablar con el experto que estaba enfrente.

Usted podía elegir el experto que más llamara su atención, entre una lista diversa en nacionalidades y perfiles, desde el pescador y presidente de la Asociación de Pescadores de Chimichagua (Cesar), Alfonso López; hasta el embajador de Alemania en Colombia, Peter Ptassek, o el muy solicitado padre Francisco de Roux. Esto, en un ambiente recreado tal cual el afiche que había circulado en la ciudad, en el que las mesas con dos sillas se lucían delicadas, gracias a la luz directa de la bombilla individual que daba luz cenital a los que estaban sentados, mientras un público no participante estaba en las tribunas, silencioso.

Y es que todo aquel que no tuviese dinero también estaba invitado. El ejercicio era el de escuchar:  tomar prestados un par de audífonos rentados solo con su documento de identidad, sentarse a  sintonizar las estaciones de radio que iban transmitiendo lo que hablaban expertos con participantes, y escuchar. Así, haciendo alusión a la frase “fue sólo cuando escuché cómo me entendiste, que supe lo que te había dicho”, del escritor Oswald Wiener, teórico del lenguaje; el espacio servía para encontrar a expertos y no expertos alrededor de la palabra. El espacio le daba valor a la palabra.

La producción, a cargo de Mapa Teatro, cuidaba detalles como que cada mesa tuviera agua y dos vasos para hidratar a los conversadores. El equipo de anfitriones estaba dispuesto por el lugar para que, si surgían dudas, fueran resueltas. Había una señal sonora para anunciar el final de cara ronda de conversaciones, también un aviso visual, la intermitencia de las luces.

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Adriana Roque, productora del Mercado, detalló que fueron 500 los asistentes, de los cuales 104 conversaron con expertos. Los demás fueron escuchas, visitantes y quizás curiosos, en el transcurso de una jornada que ofreció cuatro rondas de charla.

Una conversación sobre Hidroituango

Un antioqueño se acercó a la taquilla y preguntó por un turno de charla con Ángela Benavides Cerón, quien tenía como propuesta de conversación el subtema “Derechos humanos y empresa”, explicando que “desde su experiencia en el desarrollo de una agenda de derechos humanos y empresa”, la experta “ha construido un conocimiento que busca aportar a la mejora del diálogo entre las comunidades y las empresas, apostándole a un relacionamiento más franco y participativo entre estos dos sectores, el cual propenda por un desarrollo sostenible de los territorios donde la empresa desarrolla sus proyectos, muchos ellos relacionados con el aprovechamiento del agua”.

Esperaba el participante que, como Benavides es la encargada de los temas de derechos humanos y empresa de Empresas Públicas de Medellín – EPM, le resolviera dudas sobre cómo ha sido tratada la población relacionada con el proyecto HidroItuango.

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Tuvo que pujar por la conversación. Un joven, a su lado, ofreció $2.000 para quitarle la boleta que inicialmente valía $1.000. Ante ello tuvo que proponer un billete de $5.000. Después de varias cifras, la puja llegó a $20.000 y para mostrar que iría hasta el final, propuso $21.000, con lo que el rival entendió que estaba dispuesto a quedarse con la charla y no siguió ofreciendo más. Saliendo de la taquilla, una joven que usaba anteojos le dijo: “le ofrezco el doble, le doy $42.000”. Una oferta que no lo tentó. Le agradeció a la mujer y siguió airoso a hablar con la experta.

De repente, a las 4:40 p.m., sonó el timbre, una especie de gong que quedaba retumbando en los oídos. Los bombillos empezaron a titilar. Debía buscar la mesa #4, donde estaba ubicada la experta y la silla de conversador permanecía desocupada. Comenzaron por saludarse, con un apretón de manos. Cálida y tranquila, la funcionaria se detuvo a precisar cómo EPM ha escuchado sus aportes al respecto. Al no ser Benabides vocera autorizada para hablar al respecto, sus respuestas no pudieron ser incluidas en este trabajo periodístico.

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Sin embargo, las preguntas que respondió fueron: ¿en qué momento del proyecto EPM decidió que era importante tener a un profesional experto en el tema derechos humanos y empresa?, ¿hubo en el ambiente alertas tempranas sobre lo que podría pasar y pasó en el proyecto?, ¿como una profesional que trabaja con comunidades cuál era su percepción de lo que pasaba con ellas cuando comenzó el proceso?, ¿qué significa para esas comunidades el agua?, ¿podría plantearse que por la importancia que el agua tiene para la Región, HidroItuango afectó relación cultural-ancestral?, ¿hubo un trabajo previo de parte de EPM para evitar la pérdida de prácticas culturales, tanto materiales como inmateriales, en los territorios afectados?

Todas las conversaciones del Mercado Clandestino de Conocimiento Útil y No-Útil, incluyendo esta, pueden ser escuchadas en www.mercadoclandestino.co y www.audio-archive.com, con el fin de que el ejercicio artístico siga pasando y que las voces no se silencien, recorriendo Colombia río arriba y río abajo, en la construcción de una memoria para el futuro, no solo del pasado y el presente.

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Por Daniel Grajales Tabares

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