Dueño y amo de cientos de heterónimos; todos ellos con personalidades, aptitudes, desvaríos. Todos ellos humanos, demasiados humanos, para parodiar el título de ese autor que tanto leyó y tradujo.
¿Cómo hablar de artista y obra? Me preguntaba cuando leía el ensayo del filósofo alemán, si el mismo tuvo la capacidad de salirse de sí y crear un cúmulo de refinados yos, cada uno de ellos, ya dije, con su propia escala de luminiscencias.
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“Ser yo es una prisión, /ser yo ya no es ser/ Viviré escapando/ y así me hago valer”, es la mejor definición que encuentro, y curiosamente es de uno de esos poemas firmados por él, su ortónimo: Fernando Pessoa, y no por uno de sus célebres autores, como Alberto Caeiro, Ricardo Reis, Álvaro de Campos, entre muchísimos otros.
Lo cual me hace pensar que Pessoa se sabía huidizo, disimulador y que no mentía cuando dijo: “Quiero solo que no me recuerden”.
Si al César lo que es del César, a la poesía lo que es de la poesía. Y es que intentar definir o moldear un autor tan complejo y difuso, -al tiempo que clarividente y lúcido-, es una aventura que no conviene seguir. A fin de cuentas, del autor hay que disfrutar su obra. Lo demás, creo yo, es añadidura. (Y bueno sí, trabajo de juiciosos exegetas).
Pessoa, Caeiro, Reis, Campos y todos ellos, son veneno. Veneno para mentes frágiles y desesperadas. En sus versos se halla ese existencialismo que golpea en los huesos más recónditos de la osamenta, pero también acarician el goce estético que uno busca en la poesía.
“Hay bastante metafísica en no pensar en nada. / ¿Qué pienso del mundo?/ ¡No sé lo que pienso del mundo!/ Si me enfermara pensaría en ello”, canta Caeiro, reflejando esa voz interrogativa:
“El único sentido íntimo de las cosas es que ellas no tengan ningún sentido íntimo”.
La misma que por momentos se torna sabia, “Lo esencial es saber ver, saber ver sin estar pensando, saber ver cuando se ve, ni ver cuando se piensa”; honesta, “basta existir para ser completo”. Despejada de cualquier ornamento, “No sé qué pensarán los demás al leer esto; pero creo que esto debe estar bien porque lo pienso sin esfuerzo, ni idea de otras personas oyéndome pensar; porque lo pienso sin pensamientos, porque lo digo como mis palabras lo dicen”.
Pessoa es desasosiego. Sus poemas son punzadas para la conciencia.
Uno podría considerar que es lamentable que no se le haya reconocido en vida su genialidad. Pero es que él no quería reconocimiento. Se la pasaba en cafés, bares y en las calles de Lisboa (hoy famosas), sorteando ideas para sus escritos.
Podía transmutar a otro con mucha facilidad, Ricardo Reis es uno de sus heterónimos pasivos, que se resigna a su suerte cuando dice:
“Ansiar poco es tener todo; ansiar nada es ser libre; no tener ni ansiar, hombre, es ser cual los dioses”.
Pero si se tratara de elegir, es Álvaro de Campos la faceta más honda y triste, tal vez frenéticamente nihilista:
“No soy nada/Nunca seré nada/ No puedo querer ser nada/ Aparte de eso, tengo en mí todos los sueños del mundo”.
Tabaquería es ese poema fastuoso, digno de toda clase de lecturas, es una retahíla de un Campos que observa y se pregunta quién es y luego se lo responde:
“¿Qué sé yo de lo que seré, yo, que no sé lo que soy? ¿Ser lo que pienso? Pero ¡pienso ser tantas cosas! ¡Y hay tantos que piensan ser lo mismo que no puede haber tantos!”.
Ya está: en la paradoja y la incoherencia estriba lo humano. Se es muchos que componen uno solo.
“Hice de mí lo que no supe, y lo que podía hacer de mí no lo hice/ El disfraz que me puse no era el indicado/ Enseguida me tomaron por quien no era, y no lo desmentí, y me perdí/ Cuando quise quitarme la máscara, estaba pegada a la cara/ Cuando me la quité y me miré en el espejo, ya había envejecido”.
¿Qué más puedo añadir? En el baúl que le dejó a la humanidad no solo se hallaron poemas, también relatos, novelas policiales y diarios. Se trataba de un atormentado prodigio.
En otra parte del ensayo, Heidegger añade: “El origen de la obra de arte y del artista es el arte”. No sé los demás, pero cada que repaso la obra del portugués me convenzo de lo mismo: Pessoa es arte, arte en sí mismo.