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El autocine, una experiencia para ver películas colombianas

El cine colombiano ha vivido en una crisis constante por la baja audiencia, la poca permanencia en cartelera y la ausencia de recursos para su producción. El autocine, paradójicamente, ha sido una herramienta para promover el cine local,.

John Harold Giraldo Herrera*
05 de febrero de 2021 - 08:36 p. m.
El 29 DE julio de 2020 se autorizó apertura de autocines en el país.
El 29 DE julio de 2020 se autorizó apertura de autocines en el país.
Foto: Archivo particular

Plano medio

La falta de público para el cine colombiano ha sido una consigna reiterada. Mejor es decir que la poca sostenibilidad de programación de las películas en las salas comerciales ha hecho que no tenga más público: ese es un encuadre no organizado. Mientras en promedio una película como La Mujer maravilla puede mantenerse dos y hasta tres meses, una película colombiana alcanza en su máximo, tres semanas. La pandemia agudizó la crisis y como todavía hay varias salas cerradas, la cifra es estrepitosa: hubo 98% menos de espectadores, es decir, casi la extinción del público. De modo que llegaron también alternativas: el streaming y el autocine. El primero ha permitido que películas nacionales sean exhibidas en cine clubes y por medio de suscripciones a plataformas virtuales, y el segundo ha abierto puertas para las producciones colombianas con la ventaja de vivir la experiencia del cine: el ritual de desplazarse, la pantalla grande, el sonido, las crispetas, el espacio… En Pereira, más de diez películas colombianas se han dado cita con el público y otras aún trabajan en la seducción de sus espectadores. Y a pesar de las dos alternativas mencionadas, el cine colombiano vive una sindemia: lo atacan varios virus.

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Plano general

La producción de películas colombianas venía creciendo: de tres a cuatro estrenos por año se pasó a 15, después a 20 y se alcanzó a llegar a estadísticas de más de 40 (48 en el 2019). En 2020 hubo espacio para 21 con todas las vicisitudes de la pandemia. Tenemos películas e historias de todo tipo: las que nacen en las entrañas del país, las comedias a modo de reality, los documentales y los dramas de acción, suspenso, terror, etc. Todos estos relatos están (casi siempre) conectados con eso que somos, esperamos ser o hemos sido. Es decir, el cine colombiano nos habla y nos reseña como nación y especie. Si abrigáramos con nuestro respaldo las producciones, se atacarían dos de virus que atacan a la industria local: la ausencia de conocimiento de lo que existe y la baja respuesta del público.

Desde los estímulos han aflorado directoras y directores jóvenes, además de que se han mantenido los clásicos. El caso es que el cine colombiano no escasea de historias, ni de modos de contar. La cantera de relatos siempre nos sorprende y los debates van creciendo. Está, por ejemplo, la tendencia del cine de región: se desentrañan contextos, geografías, personajes y temas. Las maneras cómo se acude a contar y las técnicas con las que se hace. El hecho de escalar año a año en festivales, certámenes y obtener logros como el que el año pasado estuvimos con 28 producciones en el Festival Internacional de Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana. Volvimos a Cannes con El olvido que seremos, que además nos representó en los Óscar 2021.En fin, el cine colombiano plantea un amplio panorama de opciones. Muchas de esas películas, como la realizada recientemente por Martha Rodríguez, La Sinfónica de los andes; o Sumercé, de Victoria Solano, no son tan respaldadas por las instituciones, pero las salas de proyección (otro de los virus del cine colombiano) tienen la fuerza poderosa de situarnos en nuestras realidades más sentidas. Otras películas ni siquiera son nombradas. El cine se emparenta con la cultura y podría propiciar un fuerte trabajo educativo, político y económico: aprendemos de conflictos, ampliamos las geografías, reconocemos personajes y sabemos de historia.

Plano detalle

En Pereira existe una tradición de amor por el cine: cineclubes, encuentros de críticos, producciones, festivales, formación de públicos y ahora el autocine. El cine colombiano ha contado con promotores y un público cercano a la formación de los espacios construidos. Además de tener una película en cartelera se generan conversatorios con directores, charlas sobre crítica cinematográfica, talleres de apreciación, entre otras.

Hay un cine club que ya cumplió veinte años de existencia y cuenta con un director que es amante de las historias, Giovanny Gómez: “Las ansias de una gran celebración se fueron aplazando, tener la sala cerrada día tras día empezó a decirnos de nuestras nostalgia tendrían que preguntar por sus fantasmas, así que empecé a darle cuerda a varias ideas que se habían imaginado”.

Mientras pasa la película El amparo (2018) de Rober Calzadilla, una coproducción con Venezuela donde se pone de manifiesto un hecho de falsos positivos en la frontera con el país y que involucra a agentes de la guardia venezolana, el director del cineclub dice: “El reto de sobreponernos en medio del confinamiento nos alentó a impulsar la creación del primer autocine en la historia de la región”. Por acá han pasado películas como El Baño, de Harold Trompetero; Lluvia, de Diego Espinoza (producción local), entre muchas más. “Han venido más de mil autos al cine”, cuenta Gómez, buscando incrementar el público que apenas llega al 3,4% del total de espectadores en Colombia.

La posibilidad de acercar espectadores es producto de una convocatoria del Fondo de Desarrollo Cinematográfico. Desde que el cine club ganó se gestó la iniciativa.

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Por estos días ponen El baile de la iguana, de Samuel Moreno Álvarez, una historia caribeña relacionada con la caza de iguanas y la vida de los jóvenes. “Esa fue la celebración de Autocine con alma en sus veinte años: quisimos aprender sobre lo vívido y permanecer de una manera nueva. Esperamos volver a nuestro teatro auditorio, pero mientras tanto seguimos presentando películas en un lugar que incluye la noche, el cielo, la luna y las estrellas en este pedacito de Pereira que se llama Expofuturo”, cuenta Gómez y se lamenta sobre otros proyectos culturales que siguen sin poderse desarrollar a causa de un virus que ha venido cercenando la vida corriente, en particular la de la cultura.

Autocine con alma es una creación de la Cámara de Comercio de Pereira y es el proyecto ganador de la convocatoria nacional llamada Comunicación películas colombianas 2020, del Fondo Nacional de Cinematografía de Colombia, que inició sus operaciones el 3 de septiembre.

Por John Harold Giraldo Herrera*

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