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El camino hacia la sanación de Will Hunting

En este 2022 se cumplen veinticinco años del estreno de la película “Good Will Hunting” o “En busca del destino”. El largometraje ganó en 1997 el Óscar a “Mejor guion original”, escrito por Matt Damon y Ben Affleck. Robin Williams también se llevó la estatuilla dorada como “Mejor actor de reparto”.

Danelys Vega Cardozo

26 de julio de 2022 - 05:00 p. m.
Escena de la película “En busca del destino”, que muestra a Will Hunting, personificado por Matt Damon, resolviendo un teorema en uno de los pasillos de un edificio del Instituto de Tecnología de Massachusetts.
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Un teorema que nadie ha podido resolver permanece en el pasillo de un edificio del Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT). Un joven que se encarga de la limpieza lo observa. Ese mismo que termina solucionándolo sin ningún problema. Ahora un profesor busca entre sus estudiantes quien ha sido el responsable de aquello. No halla respuestas entre ellos, entonces escribe otro problema matemático en una pizarra, ese que un día encuentra resolviendo al joven de la limpieza. El encuentro termina en insultos antes de que pueda darse cuenta de que aquel chico es quien ha estado solucionando los teoremas. Entonces, emprende su búsqueda, porque él no quiere dejar pasar una mente tan brillante como aquella. Pero lo que no sabe el profesor es que sus propias metas, el éxito y la inteligencia, no tienen que ser necesariamente compartidas por otros.

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Will Hunting, ese es el nombre del genio que busca. Aquel que estuvo en tres hogares de adopción. El joven ha estado también varias veces en la cárcel, incluso su trabajo en el MIT fue adquirido a través de la oficina de libertad, aunque un día lo echan de aquel trabajo. Entonces, Will termina en prisión, luego de agredir a un hombre y un policía. Estando entre rejas llama a una chica que conoció en un bar, Skylar, y le pregunta si de casualidad estudia Derecho. La solución para la libertad condicional no la encuentra con ella, sino a través del profesor, quien se ofrece a ayudarlo, pero a cambio de dos requerimientos: debe reunirse con él cada semana para comprobar problemas matemáticos y debe asistir a terapia. Sin saberlo emprenderá un camino hacia la verdadera libertad, que va más allá de desprenderse de cadenas físicas.

Es así como Hunting termina en cinco procesos terapéuticos, porque los terapeutas terminan rindiéndose ante la falta de interés que demuestra el joven. Entonces, en su vida aparece Sean, un profesor de psicología, aquel que les dice a sus estudiantes “si un paciente no confía en ti, no será honesto contigo”. Es precisamente aquel mantra el que trata de aplicar con Will Hunting, su nuevo consultante. Sin embargo, en el primer encuentro terapéutico, el joven evita las preguntas que le realiza Sean y termina analizándolo a través de una pintura que cuelga en su consultorio. “Tal vez estés en medio de una gran tormenta”, le dice. El terapeuta lo escucha atentamente, hasta que Hunting se le da por insultar a su esposa, aquella que ha fallecido por un cáncer desde hace un tiempo. Sean lo agarra del cuello y le advierte que no vuelva a meterse con su esposa. Y, a pesar de todo, decide continuar atendiendo a Hunting.

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A Sean se le ocurre, en el siguiente encuentro terapéutico, conversar con el joven en un parque. Ahí le da a entender que una pintura no basta para conocerlo en realidad, que la experiencia es lo realmente importante. “Si te preguntara sobre arte, hablarías de todos los libros existentes. (…) Pero apuesto a que no puedes describir el olor en la Capilla Sixtina. Nunca te has parado ahí y admirado ese techo hermoso. No lo has visto. (…) Si te preguntara sobre la guerra, probablemente me citarías a Shakespeare. ‘Una vez más a la brecha, querido amigos’. Pero jamás estuviste en una guerra. Jamás sostuviste la cabeza de tu mejor amigo en tu regazo, y lo viste exhalar por última vez, esperando que lo ayudes”. Entonces, el terapeuta también le dice a Hunting que le interesa conocerlo, pero que Oliver Twist no tiene nada que decirle sobre quién es él en realidad, porque no basta con que sea huérfano, al igual que Hunting, para hacerse una idea de él.

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En una de las sesiones, Will termina hablando de Skylar, con quien lleva saliendo un tiempo, y deja al descubierto uno de sus mecanismos de defensa: destacar las imperfecciones de los demás para no tener que construir relaciones auténticas. “Quizás tú eres perfecto ahora. Quizás no quieres arruinar eso. Creo que es una super filosofía. Así puedes vivir tu vida entera sin tener que conocer a nadie de verdad”, le dice Sean. Hunting se resiste a conocer a profundidad a Skylar porque dice que teme darse cuenta de que es imperfecta como todas las demás. “No eres perfecto, (…) y déjame quitarte el suspenso, la chica que conociste tampoco lo es. La cuestión es si son perfectos el uno para el otro”.

Will continúa saliendo con Skylar, pero se sigue apartando de una relación auténtica, porque le miente. Le comenta que tiene doce hermanos y que vive con tres de ellos. La chica muestra interés por conocer a su familia, así que siempre debe sacar una excusa para sostener su farsa. Hasta que un día, Skylar le dice que se vaya con ella a vivir a California, el estado a donde se irá a estudiar medicina. Pero Hunting no acepta, en el fondo teme ser abandonado por ella, quizás partiendo de experiencias familiares pasadas. Entonces, le dice a Skylar que no la ama para quitársela de encima.

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Mientras tanto, el profesor del MIT le organiza entrevistas laborales a Will. El docente está empeñado en que el joven consiga un trabajo y aproveche su talento para las matemáticas. “Tal vez no quiera pasar el resto de mi vida explicándole cosas a la gente”, le dice Hunting durante una conversación. El joven quema un papel que contiene la solución a un problema matemático, así que el profesor se tira al piso a recoger el papel antes de que termine de quemarse por completo. “La mayoría de los días deseo no haberte conocido. Entonces podría dormir de noche. No tendría que vivir con el conocimiento de que existe alguien como tú”. Will abandona la oficina.

Lo cierto es que Hunting no sabe en realidad lo que quiere hacer con su vida. Sean se encarga de confrontarlo al respecto durante una de las sesiones terapéuticas. Pero antes de llegar a ese punto, el psicólogo ahonda en otro aspecto de su vida: la soledad.

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- ¿Te sientes solo Will?

- ¿Qué?

- ¿Tienes un alma gemela?

- Define eso.

- Alguien que te desafíe. Me refiero a alguien que te abre, que toca tu alma.

Will nombra a Nietzsche y un par de autores más muertos. “No puedes brindarles nada a ellos”, le dice Sean. Entonces, el terapeuta lo cuestiona acerca de lo qué quiere hacer con su vida. Will le dice que no tiene problema con desempeñarse como obrero el resto de sus días y que aquello es un trabajo honorable. Sean no pone en duda su afirmación e incluso le dice que su padre también lo fue. “Pero puedes hacer lo que quieras. Nada te limita”. Ahora el joven le dice que le gustaría ser pastor, así que el terapeuta piensa que en realidad Will no lo está tomando en serio, pero aquello proviene del desconocimiento: Hunting no tiene ni idea cuál camino elegir para su vida. Sean le hace ver que, aunque parece tener las respuestas para todo, la única respuesta que no tiene es esa: ¿Qué quiere hacer?

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Entonces, se desarrolla una escena en la que se observa a Will trabajando en construcción con su mejor amigo. Hunting le habla un poco acerca de sus planes a futuro y le da a entender que espera dedicarse el resto de sus días a aquello. Sin embargo, su mejor amigo tiene una reacción que él no esperaba. Le dice que los diez segundos más felices para él son la distancia entre su auto y la puerta de la casa de Will, porque espera no encontrarlo. “Tienes un número de lotería ganador. Eres demasiado cobarde para cobrarlo y esto está mal”. Su mejor amigo le comenta que sabe cómo será el resto de sus días, dedicado a la construcción o algún trabajo similar, pero que eso no le molesta. Pero le dice que en el caso de él “nos insultarías que aún estés aquí en 20 años”.

Hunting no aparece en una de las sesiones terapéuticas y el profesor comienza a impacientarse. Entonces, se desarrolla una conversación entre Sean y él. El profesor trata de culpar al terapeuta y menciona una vez más la importancia de que Will no desaproveche su talento. Sean le insiste que no hay que presionarlo y menciona algunos de los mecanismos de defensa que ha ido desarrollando Hunting a lo largo de su vida para protegerse. “Rechaza a la gente antes de que puedan rechazarlo a él. ¡Es un mecanismo de defensa! Y estuvo solo durante 20 años por eso”. La conversación, que se desarrolla en medio de gritos, culmina cuando Will entra al consultorio.

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Entonces, Will Hunting se queda solo con Sean en la oficina. El terapeuta sostiene una carpeta que contiene su historial y también las apreciaciones de Sean con respecto al joven, aquella que debe luego pasarle al juez. Dentro de la carpeta también reposan un par de fotografías en donde se observan señales de maltrato físico en el cuerpo de Hunting. Aquellas son las huellas que le dejó su padrastro. “No es tu culpa”, le dice Sean. “Ya lo sé”, le responde. Sean le repite las mismas palabras unas diez veces, hasta que Will no se puede contener más y termina llorando en el hombro del terapeuta.

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Aquello corresponde a la última sesión terapéutica. El proceso finaliza, pero en medio del camino se ha producido una transformación en los dos personajes, quizás gracias a la horizontalidad y a la autenticidad que termina dirigiendo aquella relación. Sean, quien al parecer había suspendido su vida a causa de la muerte de su esposa, ahora permite abrirse a la experiencia: decide tomar un descanso de sus clases y emprender un viaje alrededor del mundo. Mientras tanto, Will opta por apropiarse de su vida. Al principio piensa que el camino que debe seguir es ese que otros desean construir: un trabajo donde pueda explotar su ingenio. Sin embargo, al final se arriesga, elige y se lanza hacía su verdadero destino, su propia elección: una vida al lado de Skylar. Como diría Carl Rogers, pero empleando otras palabras, las personas tienen las herramientas para sanarse así mismas.

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Por Danelys Vega Cardozo

Comunicadora social y periodista de la Universidad de La Sabana con énfasis en periodismo internacional y comunicación política, y un diplomado en comunicación y periodismo de moda. Perteneció al semillero de investigación Acción social y Comunidades, bajo el proyecto Educaré.danelys_vegadvega@elespectador.com
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