El caso de Rupi Kaur: una reflexión sobre redes sociales
El gran auge de la publicidad, el registro personal de la vida y la información de los ciudadanos en los entes de control, son ejes contemporáneos atravesados en parte por la fotografía.
María Paula Lizarazo
En el año 2019 la red social Instagram superó los mil millones de usuarios alrededor del mundo, la mayoría concentrados en Estados Unidos; casi la mitad de usuarios que tiene Facebook, que ya supera los dos mil millones y lidera el ranking. Ahora bien, siendo que la red social que se centra en la fotografía más utilizada es Instagram, nos proponemos hacer un análisis de las nociones de autoridad, originalidad e información, teniendo en cuenta las conductas ejercidas por los usuarios en la red social en diálogo con las dinámicas mismas de Instagram. Para dicho análisis se tendrán en cuenta los autores Vilem Flusser (1920) y Allan Sekula (1951).
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En el año 2019 la red social Instagram superó los mil millones de usuarios alrededor del mundo, la mayoría concentrados en Estados Unidos; casi la mitad de usuarios que tiene Facebook, que ya supera los dos mil millones y lidera el ranking. Ahora bien, siendo que la red social que se centra en la fotografía más utilizada es Instagram, nos proponemos hacer un análisis de las nociones de autoridad, originalidad e información, teniendo en cuenta las conductas ejercidas por los usuarios en la red social en diálogo con las dinámicas mismas de Instagram. Para dicho análisis se tendrán en cuenta los autores Vilem Flusser (1920) y Allan Sekula (1951).
El valor de una fotografía está “en la información que contiene en su propia superficie”, según lo plantea Vilem Flusser en Hacia una filosofía de la fotografía (1983); entonces tenemos que las fotografías que una persona sube a su cuenta de Instagram son su propia información o, dicho de otro modo, su carta de presentación. Flusser plantea en 1983 que al respecto de la fotografía hay “cuatro métodos de discurso” y que en “el cuarto método, el emisor envía su información al espacio vacío, como en la comunicación por radio. Cada método de discurso produce una situación cultural específica: [...] el cuarto, una de masificación” (Flusser). Esto así, no se trata únicamente de que la cuenta de Instagram de una persona sea la información que tenemos sobre su vida, es decir, sea su presentación ante el resto de usuarios, sino que esa presentación genera masificación en los comportamientos -en Instagram y en la vida- de quienes le siguen.
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El funcionamiento de esta red social se justifica en que “acepta” proporcionar un servicio “que incluye todos los productos, las funciones, las aplicaciones, los servicios, las tecnologías y el software que ofrecemos para cumplir la misión de Instagram: acercarte a las personas y cosas que te encantan” (Condiciones de uso de Instagram).
Una buena cantidad de cuentas de modelos e influencers están basadas en la exposición de sus cuerpos y en la difusión de campañas publicitarias, por lo que, al tener tantos seguidores, determinan el tipo de publicaciones que subirán sus seguidores e inciden en las marcas que aquellos consumirán; dicho de otro modo, el acercamiento entre personas que promueve Instagram, está fundado en la masificación de comportamientos de consumo.
En cuanto a su política de datos, Instagram establece: “No reclamamos la propiedad del contenido que publicas en el Servicio o por medio de él. En lugar de ello, cuando compartes, publicas o subes contenido que se encuentra protegido por derechos de propiedad intelectual (como fotos o videos) en nuestro Servicio, o en relación con este, por el presente nos otorgas una licencia internacional, sublicenciable, transferible, libre de regalías y no exclusiva para alojar, usar, distribuir, modificar, administrar, copiar, mostrar o exhibir públicamente y traducir tu contenido, así como para crear trabajos derivados de él (de conformidad con tu configuración de privacidad y de la aplicación)” (Condiciones de uso de Instagram).
De modo que Instagram no reclama propiedad sobre los contenidos que publica un usuario, pero dispone de ellos a su albedrío: no reclama la firma característica del pintor sobre el lienzo, pero se comporta como si hubiera firmado.
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Podría pensarse que la masificación de Instagram radica en que la fotografía popularizó un orden social que era burgués, pues según Allan Sekula, “el retrato fotográfico hace extensiva, acelera, populariza y degrada una función tradicional. Dicha función, de la que se puede decir que tomó su primera forma moderna en el siglo XVII, es la de proporcionar la presentación ceremonial del yo burgués. La fotografía subvirtió los privilegios inherentes en el arte del retrato”. En este sentido, la fotografía dejó de ser un privilegio y aún más con la posibilidad de acceso libre a cámaras y archivos como Instagram. Esto así, para entrar a analizar el significado del cuerpo como un ente de información con relación a este canal de difusión, Sekula plantea en El cuerpo y el archivo una relación entre el cuerpo, la fotografía y los órdenes sociales. Para Sekula, la especificidad que permitió el retrato fotográfico en su surgimiento, hizo que este empezara “a jugar un papel que ningún retrato pictórico podría haber desempeñado del mismo modo preciso y riguroso”, de modo que la fotografía estableció y delimitó la posibilidad de diferencia o “el terreno del otro, [empezó] a definir tanto el aspecto general y el caso particular de desviación y patologías sociales”.
Dicha desviación está considerada por la información de orden corporal y común que entregaban los retratos fotográficos, por lo que la fotografía fue “bien recibida, tanto como mejora social cuanto como instrumento de represión social” (Sekula) de la diferencia.
Teniendo en cuenta que las redes sociales se presentan como un servicio en tanto acercan a las personas, la pregunta sobre el cuerpo como ente informativo está enmarcada en los límites de esta red social. Retomando que el cuerpo se ha entendido en este texto como una muestra de los órdenes prácticos que promueve el consumo en Occidente, se contemplará el análisis de Sekula sobre la fotografía y la criminología.
Cuando comenzaron a registrarse retratos fotográficos de los criminales atrapados por la policía, hacia el siglo XIX, se establecieron dos formas de conceptualizar el cuerpo del criminal, ergo, el cuerpo de la diferencia: una, indiferente,"indistinguible del burgués, a no ser por la conspicua falta de inhibición moral" (Sekula 149); frente a esta, el burgués, es decir, el cuerpo de la ley, no reconocía ninguna diferencia específica, lo que representaba una amenaza pues implicaba su potencialidad criminal propia. Por tanto, la otra radicó en “la invención de un delincuente orgánicamente distinto al burgués: un solo biotipo. La ciencia de la criminología surgió de esta última operación” (Sekula 149).
Si trasladamos esta relación entre cuerpo, diferencia y otredad, nos encontramos con que Instagram, al ser una plataforma ideal para la exposición y el consumo, también demarca biotipos, ya no que representan la ley, sino que responden a la perpetuación de prácticas de consumo que necesita el capitalismo; por ejemplo, como en el caso de modelos e influencers, sus publicaciones en Instagram demarcan un biotipo que potencializa prácticas de consumo de maquillaje, ropa para hacer deporte, productos alimenticios, entre otros. Pero cuando un usuario se comporta, y en este caso comporta a su cuerpo, apartándose de los biotipos masificados, el aparato persecutorio condena ese comportamiento.
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En el 2015, la fotografía en la que la poeta pakistaní, residente en Toronto, Rupi Kaur aparecía con una mancha de menstruación en el pantalón de su pijama, fue retirada de su cuenta de Instagram por la misma red.
Las prácticas de control que rigen la sociedad contemporánea, basadas en la acumulación de datos, en buena parte recogida por la información que el objeto de la fotografía contiene, han sido trasladadas a espacios aparentemente libres, como las redes sociales. Allí el control es múltiple: no hay originalidad ni gran posibilidad imaginativa en tanto -en el caso de Instagram- la red pre-establece las formas en que la información fotográfica de las personas es presentada (medidas, filtros, cantidad). No hay autoría tampoco pues Instagram se comporta empleando parámetros de derechos de autor. Y el cuerpo humano se vuelve, entonces, el sostén de esta comunidad no en torno a conductas de orden social, sino en torno a conductas de orden capitalista que también cohíben la posibilidad imaginativa: el cuerpo es sexuado y, por tanto, consumible; en caso contrario, es objeto de represión.