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Mientras revisábamos las bodegas del edificio de Archivos donde reposaría el Fondo De Greiff, junto con Gabriel Escalante y Gustavo Silva, les hice un chiste-sonda en el sentido de que sería magnífico que algún día se publicara la obra completa de León y que lo hiciera la Universidad Nacional. Gustavo interrumpió lo que habría sido mi larga justificación.
- Lo hacemos – dijo, y preguntó, ¿De qué tamaño es?
- Son siete tomos, tres de poesía y cuatro de prosa.
- Lo hacemos. Debo hablar con el Rector, pero seguro lo hacemos.
Llamé inmediatamente a mi papá y le conté de la conversación, aun un poco escéptico, porque han sido muchas las promesas que no se materializan respecto a la obra de León de Greiff. De la casa, por ejemplo, importantes personalidades dijeron que se debía preservar como parte del patrimonio de la ciudad. Hoy es un parqueadero en una zona de tolerancia.
Gustavo me llamó dos días después para informarme que el rector, Ignacio Mantilla, había avalado el proyecto con gran entusiasmo.
Así empezó lo que hoy estamos viendo concretado en diez volúmenes que contienen la poesía, la prosa y las traducciones que hizo el escritor antioqueño.
Cualquier editor diría que producir diez mamotretos en dos años sería una empresa imposible. ¿Cómo se logró? Por un lado gracias a la dedicación, paciencia y entusiasmo del equipo de la Universidad, encabezado por Silva, quien no solo ha sido totalmente respetuoso de las peticiones nuestras de no hacer cambio alguno a lo que se entregara para la publicación, y acceder a que los volúmenes no llevaran introducciones ni prólogos, sino que supo también capotear las furias burocráticas de nuestra querida alma mater. Mejor dicho, Gustavo sobrevivió con ejemplar destreza al fuego cruzado. Sea la oportunidad para, en nombre de toda la familia y los futuros lectores, agradecerle y felicitarlo por conducir esta nave, aun en días de tormenta.
La segunda razón para que se pudiera publicar la obra de León de Greiff en un tiempo que rompe varios records, es que estaba lista para entrar a la prensa. Desde 1967, Hjalmar se ha dedicado a que la obra del poeta no se pierda, y para eso ha transcrito tres veces sus más de 8.000 páginas.
Contra mi insistencia de que fuera él quien cortara la cinta hoy, adujo – con el típico humor degreiffiano – que él era “in-orante”.
Me voy, sin embargo, a remitir a algunos pasajes de lo poquísimo que ha escrito el editor de León, respecto a su propio trabajo, donde además ha actuado con un pudor que solo se asemeja a su personalidad tímida, generosa, amorosa y desinteresada. Hjalmar me ha evocado siempre el espíritu del budismo, del cual por cierto ha sido un silencioso estudioso, como lo atestigua la sección de su biblioteca dedicada al oriente y un libro sobre el Zen, que descubrí está releyendo por estos días. Explícitamente ha evitado dar opiniones (“Oh, las intonsas gentes dando siempre opiniones!”) sobre la obra a la que le ha dedicado medio siglo. En las dos colecciones que ha publicado la Universidad Nacional (una en 2003 y la que hoy presentamos) Hjalmar ha escrito: “considero que sería una atrevida impertinencia de mi parte pretender prologar la Obra Poética de León de Greiff --pues mi labor está encaminada tan sólo a preservarla de la manera más fiel con destino a generaciones futuras”.
Cualquiera que tenga en sus manos estos tomos verá que ese “tan sólo” no se compadece con la minuciosidad, erudición e inteligencia que se requiere para ordenar no solo lo que se publicó en vida del poeta, sino las versiones en revistas perdidas de ciudades remotas. Es más, en esta colección, encontrarán también versiones de su trabajo que provienen de manuscritos recuperados en los cuartos húmedos de la casa de la 16ª, a la que Hjalmar y su hermano Boris regresaron muchos sábados en las mañanas después de la muerte de León, durante años, para “salvar de la humedad la biblioteca del Barbas” – como le decían los hijos al poeta con cariñosa irreverencia (Otto era “el calvete”). Esos libros se salvaron y entregaron a la Biblioteca Piloto de Medellín (donde también están los de Otto) y a la Universidad EAFIT, de la misma ciudad.
Con todo respeto por la genuina sencillez del editor y albacea de León, estoy convencido de que calificar su labor como simple “recopilador” es equivalente a describir a Heinrich Schliemann, el arqueólogo que descubrió Troya, como un excavador. En efecto: Hjalmar de Greiff es un arqueólogo literario, gracias al cual ahora podemos visitar Leolandia y hablar con los otros-yoes de León de Greiff.
Con la entrega de los archivos, obra completa y biblioteca personal de León de Greiff, quedan a disposición pública todos los elementos necesarios para que su vida y obra sean estudiadas y disfrutadas por los lectores, doctos o del común (y era a estos últimos a los que De Greiff les escribía, sin subestimar jamás su curiosidad e intelecto). Tal vez ahora sí León sea explorado seriamente por una nueva generación que rescate su valor literario del anecdorario apócrifo con el que se ha banalizado su compleja y rica dimensión intelectual.
Esta obra, el archivo y la biblioteca son el legado de León de Greiff que la familia está entregando a un país con la esperanza de que lo disfrute y le sirva en la ardua lucha de construir una nación. De Greiff es parte inexorable y entrañable de estas tierras, como lo atestigua su obra, que no puede ser más colombiana, en forma y fondo.
Debo enfatizar que todas estas cosas se entregan sin contraprestación esperada alguna; las donaciones a veces llevan escondidas filantrópicas exenciones tributarias. Hjalmar y la familia De Greiff se han negado a comerciar con la obra de un poeta que nunca aprendió, ni quiso aprender, a hacer negocio con sus escritos. Escribió para sus amigos, para su novia y esposa Matilde, para su alma atormentada. ¿La recompensa? Que lo lean; nada más. En un medio donde lo importante es hacer dinero rápido, es un orgullo pertenecer a una familia que desde hace más de doscientos años se ha dedicado al servicio de lo público.
De la cronología que Hjalmar escribe para esta obra, se puede ver la relación que mantuvo León de Greiff con la Universidad Nacional:
1940
Es nombrado profesor de Literatura y redacción en la facultad de Ingeniería (cargo que desempeñó hasta 1943)
1944
Se publica Secuencia del solitario (I-XIV). Revista U. Nacional.
1946
Es nombrado profesor de Historia de la música en el Conservatorio U. Nacional (ejerce el cargo entre el 1º IX y V 1950).
1947
Se publica Secuencia del solitario (XV a XXVIII) en la Rrevista de la U. Nacional Nº 8, Bogotá, IV)
Se publica 22 poemas de León de Greiff Nº 11 de Cántico, cuadernos dirigidos por Jaime Ibáñez. (Bogotá, Prensas de la U. Nacional)
1948
Se publica Poemilla (separata de la Revista de las U. Nacional Nº 13, Bogotá, Bogotá, XII)
1951
Es nombrado Gerente del Equipo de fútbol Universidad Nacional de Colombia
1970
Se publica Antología (compartida con prosas de Fernando González –seleccionada por Hjalmar de Greiff, en la Revista de Divulgación Cultural de la U. Nacional Nº 6 -separata- Bogotá, Imprenta Nacional)
1976
Muere en la madrugada del domingo 11 VII, en su casa de Bogotá (carrera 16ª No. 23-35)
2004
Se publica Obra poética (edición a cargo de Hjalmar de Greiff en la serie Maestros de la Sede -Universidad Nacional de Colombia, Bogotá) IV.
La Nacional fue, entonces, un puerto al que siempre regresó el poeta, incluso después de su deceso.
Al día siguiente de su muerte, el Consejo Superior Universitario de la Universidad Nacional acuerda: Rendir tributo de admiración a la memoria del maestro León de Greiff y exaltar su nombre ante la comunidad universitaria como cultor excelso del idioma y exponente auténtico de la literatura nacional. Perpetuar el nombre del ilustre poeta, denominando Auditorio León de Greiff al Auditorio Central de la Universidad Nacional.
La relación de los De Greiff es aún más larga. Es como si el campus universitario fuera una extensión de las salas de sus casas. Su hermano Otto se vinculó a la Universidad en 1942, como profesor de matemáticas en la Facultad de Ingeniería. Fue Secretario General de la Universidad en aquel tiempo y, en 1968, Vice-rector. Además de matemáticas, enseñó – como su hermano – historia de la música en el Conservatorio. Ilse, la hija de Otto, también estudió en la UN, como Hjalmar, quien por cierto fue alumno de los dos, Otto y León. Años después el mismo Hjalmar fue Secretario del Conservatorio y Director de Divulgación Cultural. Jorge Arias de Greiff, quien se graduó como ingeniero en 1945 de la Nacional, fue profesor en la Facultad de Ingeniería, director por muchos años del Observatorio Astronómico y rector. En 2007, la Universidad le confirió el Doctorado Honoris Causa. Mis primos, Jaime y Boris Akiba, han estado vinculados a numerosos proyectos culturales de la Nacional. Y, por último, yo soy profesor de la misma universidad desde 1995 y tuve el enorme honor de ser su Vice-rector entre 2003 y 2007.
Con este largo y feliz matrimonio de la familia con la Universidad Nacional de Colombia, ¿cómo dudar de que aquí es donde debía darse a luz a la obra completa de León y donde deben estar sus archivos? No tenemos palabras para agradecerle a la universidad la generosidad con la que nos ha acogido y permitido participar en su compromiso con la educación, la ciencia y la cultura en Colombia.
Hjalmar ha dicho que durante todos estos años dedicados a la recopilación de la obra (ya sabemos que es mucho más que eso, pero él insiste con proverbial modestia) ha tenido presente el siguiente pasaje del poeta:
Después de FÁRRAGO vendrá el VELERO PARADÓJICO si no la BÁRBARA CHARANGA o el CENTÓN sin ton ni són y sexto mamotreto en zurriburri. Luego --si póstumos ya-- (y uno de ellos si no lo vetan) tres mamotretos más, de los de en verso, con cuatro de los en prosa, si alguien --o un grupo de alguienes-- se toma el trabajo de colegirlos y compulsar versiones diversas, variantes y contravariantes, interpolaciones y taraceas. El lío de lo en libros inéditos de Leo y el lío de lo echado en papeles periódicos y en locuciones, lecturas tartajosas. Y que hay escritos que no alcanzará Leo a destruír, que no los tiene a mano... Velay! para ser tan pirómano como Cauchon*.
¿Pero quién diablos es Cauchon? Hjalmar, el erudito agazapado, lo dice en una pequeña nota de pie de página: “Pierre Cauchon, obispo de Beauvais, presidió el tribunal que condenó a Juana de Arco a morir en la hoguera (1431).”
Para fortuna de todos, Hjalmar sigue con varios proyectos en curso, como un Apéndice de esta obra, que contiene un índice onomástico, que solo él puede hacer, el listado de la los libros de la biblioteca, las opiniones de otros escritores sobre León, y otros tesoros.
En resumen, ese alguien que toma el trabajo de colegirlos y compulsar versiones diversas, variantes y contravariantes, interpolaciones y taraceas a la obra completa de León de Greiff, es Hjalmar, el Champollion de los mamotretos de Gaspar von der Nacht.
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Lanzamiento de la Obra Completa de León de Greiff. Editor: Hjalmar de Greiff (Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 2018). Feria Internacional del Libro, Bogotá, 28 de abril de 2018