Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.

El dolor hecho arte

El Palacio de la Inquisición de Cartagena presenta 'Agonía', una muestra de máscaras hechas por mujeres golpeadas por la violencia.

María del Rosario Arrázola/Cartagena

08 de abril de 2012 - 03:00 p. m.
PUBLICIDAD

Una de ellas duró tres años sin poder mirarse al espejo, luego de ser violada y golpeada por paramilitares. Otra, tuvo que hacerse la muerta por dos horas al lado del cadáver de su hermano, para que no la remataran. Otra más, recuerda que pudo ver, escondida, y mirando por un sólo ojo, lo que pasaba en su pueblo. Estos testimonios hacen parte de las historias de una veintena de mujeres que aceptaron retratar sus dolores y la agonía que vivieron, cuando comandos paramilitares o guerrilleros llegaron a sus pueblos, amenazando y disparando.

Esta vez no contaron lo que les pasó: lo dibujaron en máscaras de yeso hechas sobre sus propios rostros. Unas tienen vendas en la boca, otras están llenas de cruces, otras lloran por un sólo ojo, otras tienen el lado izquierdo repleto de armas y el derecho de corazoncitos; en otras, el rojo inunda un lado y el blanco o el azul, el otro. Otras se ven con signos de interrogación y con arco iris en el derecho, y un negro profundo en el izquierdo; pero todas, todas tienen una línea en la mitad del rostro que sólo simboliza una cosa: antes y después.

La verdad es que no hay necesidad de muchas palabras, casi que de ninguna palabra. Todo el dolor, la humillación, el terror y las ganas de nueva vida están en esas máscaras hechas por una veintena de mujeres desplazadas y amenazadas, procedentes de los Montes de María, del Tolima y de la Sierra Nevada que se juntaron en Cartagena y accedieron a exponerlas en el Palacio de la Inquisición de la ciudad hasta el próximo 29 de abril, bajo un título que no requiere mayores explicaciones: ‘Agonía’.

“El arte posibilita narrar estas historias sin representar mayores riesgos, pues se abandonan las palabras, tan amenazadas en Colombia, para llevarlas al color, el pincel, el collage, el papel maché”, así lo dice en sus propias palabras Claudia Ayóla, psicóloga y columnista cartagenera, creadora de esta muestra y quien se dio a la tarea de juntar a estas mujeres, y convencerlas de que una forma de superar el dolor es contarlo o, mejor, dibujarlo, pintarlo.

Read more!

Y eso fue precisamente lo que hicieron. Se llenaron de confianza cuando descubrieron que a todas les había pasado lo mismo: las violaron, las amenazaron, les intentaron quitar a sus hijos, les mataron a sus hermanos, a sus padres o a sus maridos, y no tuvieron más opción que coger lo poquito que tenían e instalarse en las ciudades a merced de que un pariente les diera la mano. De allí en adelante su vida es el mismo libreto: sin trabajo y con la tierra perdida.

“En el momento en que a mí me suceden los hechos yo no sabía ni a dónde acudir, porque en el estado en que me dejó ese paramilitar yo quedé inconsciente, no sabía nada de mi vida. Cuando éste hombre abusó de mí, quedé con un ojo que casi no lo podía abrir. Entonces, decidí usar un turbante que me tapara parte de la cara. Me encerraba en la amargura, en la soledad, en el dolor. No quería hablar con nadie. No quería comentarle nada a nadie. Hace poco fue que mis hijos vinieron a saber lo que me sucedió”. Este es el escueto relato de Estebana, quien tiene aún temor de decir su propio nombre, como la mayoría de ellas.

Read more!

“Yo he hecho esta máscara reflejando todo el sufrimiento, el dolor sobre el desplazamiento. Le hice unas moñitas representando a mi departamento, el Chocó, y el color azul lo pinté por la esperanza que tengo de que lo que yo quiero se haga realidad. Le puse estas lágrimas porque son las que he botado aquí, y que siempre he tenido durante el desplazamiento. Yo llegué con cinco hijos a una ciudad donde uno no conoce a nadie. No tenía trabajo, no tenía nada, y ¿se puede imaginar todo lo que uno tiene que sufrir para alimentar a los hijos? Yo extraño mi tierra, y sobre todo el chontaduro, que no se consigue aquí. El borojó sí lo consigo en el mercado, pero el chontaduro no”. Es Victoria la que habla. Una chocoana que aún no se acostumbra a ser una desterrada.

“Si uno tenía una tienda y le vendía a los paramilitares, la guerrilla no quería. Y si uno le vendía a los paramilitares, a la guerrilla no le gustaba, también lo mataban a uno. Uno qué podía hacer, si había que venderle al que viniera a comprar. Los paramilitares y la ley eran cómplices. Yo me vine huyendo porque amenazaron a mis hijos, los iban a matar porque, siendo la Policía cómplice, lo llevaron a uno a declarar, y fue cuando yo salí y dije que no regresaba nunca, porque allá la ley es corrupta. No se puede vivir así. Doy gracias a Dios que mis hijos están vivos, estamos juntos, conocí a otras mujeres y aprendí, y ahora siento que puedo ayudar a otras mujeres que están igual que yo. He aprendido a valorarme a mí misma y a subir mi autoestima. También a defenderme de mi esposo que ha sido tan malo conmigo”. Este, como tantos otros, son sólo algunos de los testimonios pertenecientes a mujeres vulneradas, consignados en estas máscaras.

 

No ad for you

Centro Calle 34 N° 3 -11 Plaza de Bolívar. Tel.:(5) 6647381

Por María del Rosario Arrázola/Cartagena

Conoce más

Temas recomendados:

Ver todas las noticias
Read more!
Read more!
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta  política.