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El dramaturgo malogrado

Su director, Ricardo Camacho, demuestra con este montaje basado en la obra homónima del escritor Fiódor Dostoievski que el ruso tenía poder para el drama y la puesta en escena.

Juan David Torres Duarte

27 de febrero de 2015 - 02:20 p. m.
Andrea García (Sonia), Diego Barragán (Raskólnikov) y Héctor Bayona (el inspector) en ‘Crimen y castigo’. /Teatro Libre
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En sus estudios sobre la literatura rusa, Vladimir Nabokov decía que Dostoievski era uno de los novelistas más sobrevalorados y pobres de esa tradición. Además de criticar la naturaleza endeble de sus personajes, recordaba que los presupuestos morales del autor de obras tan influyentes como Los hermanos Karamázov y Crimen y castigo eran degradantes y revelaban una naturaleza enfermiza que creó escenas a su vez enfermizas y carentes de belleza. Sin embargo, Nabokov formulaba una tesis interesante: decía que Dostoievski habría sido el mejor dramaturgo de Rusia, que era un dramaturgo malogrado que se había desviado hacia la novela.

El montaje que el Teatro Libre realiza de Crimen y castigo, de la mano de Ricardo Camacho, es una demostración tangible de esa afirmación. El teatro suele representar cada año la trilogía de Dostoievski (además de esta obra ponen en escena Los hermanos Karamázov y Los demonios), y los tres escenarios permiten entender la certeza de Nabokov. El texto original de Crimen y castigo puede resultar durante una primera lectura una aventura genial sobre la psicología humana; pero en la segunda los entretejidos que antes parecían tan precisos comienzan a descoserse. Como texto literario, Crimen y castigo quizá no resista más que una lectura encantadora; después se encuentra el desorden de su estructura, la falta de peso literario de sus personajes y la enfermiza necesidad de Dostoievski de revelar las razones de Raskólnikov para matar a la usurera y su hermana.

En cambio, si decae como novela, como obra de teatro se eleva. El montaje de Camacho es sencillo: hay momentos en que no hay ninguna utilería en escena y hay otros en que una lámpara y una mesa resultan suficientes. Los fatigosos discursos de Raskólnikov, que en las páginas de Dostoievski son postizos y no permiten avizorar ninguna realidad sobre su condición, en las tablas resultan verosímiles gracias a la gestualidad, al aire umbrío y tormentoso de que se impregna el rostro de Raskólnikov (Diego Barragán).

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El autor ruso suele interesarse en el ambiente donde se encuentran sus personajes: cada capítulo se parece al cuadro de una obra de teatro y un lugar al que vendrán otros personajes descritos con igual detalle. Eso permitió que la obra del Teatro Libre se desarrollara en dos ejes, el primero entre Sonia (Andrea García) y Raskólnikov y el segundo entre éste y el inspector (Héctor Bayona). Los diálogos son extensos y suelen recurrir a cierto tono filosófico. Raskólnikov, por ejemplo, discurre sobre la autoridad que tienen ciertos hombres para asesinar. De ese modo justifica su crimen y también su redención. El texto original revela poco ese cambio. Raskólnikov es el mismo de principio a fin, así él diga que ha mutado y se ha salvado (los personajes de Dostoievski siempre buscan una retorcida salvación en el misticismo). La representación de Crimen y castigo retrata una modificación de su personalidad. No es sólo un hombre pleno de locura, atorado con un discurso de palabras insanas. Aquí Raskólnikov tiene un rostro más compuesto, definido.

En ocasiones los géneros llaman ciertos elementos, los piden. Según Nabokov, a Crimen y castigo le sobraban cientos de páginas como novela y cientos más como obra de teatro, a pesar de haber alabado la capacidad de Dostoievski en ese sentido. Pero había allí un germen dramático que resulta evidente: nadie podría leer Crimen y castigo sin que su cabeza se convirtiera en un embrollo de definiciones, confusiones y desvaríos. De esa marea, Camacho escogió el buen trigo. Sucede en pocas ocasiones que la adaptación tenga más peso que la obra original.

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Crimen y castigo se presenta de jueves a sábado en el Teatro Libre del Centro, calle 12B Nº 2-44, a las 7:30 p.m. Tiquetes en Tu Boleta.

 

 

jtorres@elespectador.com

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Por Juan David Torres Duarte

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