El Magazín Cultural
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El educativo “endriago”

Con una cartilla titulada “Aprendiendo a conchar”, la Fundación Funleo realiza unos talleres dirigidos a la niñez del Pacífico con el fin de percibir la importancia del ecosistema de manglar.

Leonor Espinosa
31 de agosto de 2015 - 12:32 a. m.
El educativo “endriago”

Nadie podía estar esperándome si no Teófila. La mujer cuyo cuerpo me recuerda al picó con el que bailé “terapia” por primera vez en un barrio popular de Cartagena. El que sin sonido es capaz de retumbar, por su tamaño, cada milímetro de los sentidos. Su alma, más grande que la del “sound system” y diáfana como un diamante, representa a la matrona que siembra, pesca, cuida el “colino”, los hijos, la cocina y al resto de mujeres capaces -contra todo pronóstico- de salvaguardar la memoria ancestral de su cultura.

Era una tarde sin novedad visual. Los tonos grisáceos se entremezclaban como de costumbre adornando el brioso color de la selva húmeda.

Teófila le había comentado a Laura, mi hija, directora de FUNLEO, una idea que rebullía en su entendedera: realizar unos talleres dirigidos a la niñez con el fin de percibir la importancia del ecosistema de manglar, no solo como el lugar donde sus madres van a “conchar”, si no como la verdadera sala cuna del sistema marino que ampara el crecimiento de los alevinos, regula las mareas y acoge las aves migrantes, además de su primordial función como despensa de alimentación local. Como lideresa afrodescendiente y estudiante de maestría en Etnopedagogía de la Universidad del Cauca, Teo, ha realizado un trabajo incesante para reivindicar las tradiciones culturales a través de la educación y la práctica misma.

Las mujeres del Pacífico desempeñan roles múltiples, con indiscutible dirigencia cohesionando la comunidad entera. La concha, como símbolo femenino, es materia de una de las actividades más peculiares: “conchar”, que también es código de abundancia e intercambio. La recolección de moluscos en el suelo pantanoso del bosque de plantas leñosas, induce a una espontánea pedagogía en la que se imparte identidad cultural y trasmisión del patrimonio intangible propio, a través de cantos y usanza oral

La necesidad de una herramienta didáctica que enlazara a infantes con su entorno singular -lleno de sentido y particular lindeza- no se quedó en entelequia. Rápidamente la práctica nos condujo hacia aplicaciones metodológicas que fueron de lo espontáneo a lo complejo, con profundidad de alcance y conocimientos múltiples entrelazados con lo territorial-geográfico. El ecoambiente se convertiría en leyenda a partir de lo cotidiano para reconocer que la biodiversidad prolifera entre el trazo continuo de los ríos y esteros, frente al inmenso mar tropical.
El alimento brota y es recogido en canastos de tejido de matambo, usando el andullo hecho de chomba con amarres de majagua para espantar los insectos fastidiosos que rondan. Las botas pantaneras hacen parte del ajuar de trabajo, como el calabazo repleto de agua fresca para abrevar la sed entre los raiceros por donde surca la canoa que traslada al grupo de mujeres de un punto a otro, al que pronto se incorporan algunos jóvenes que comparten ya sin problema esa tradición.

Las mujeres son fuertes, valientes, unidas -¡Martina, Teodolina, Juana!- enfrentan los riesgos de meterse en lo oscuro de las cuevas, del pejesapo, de alguna alimaña. La madrugada es la hora indicada para ir a la bocana, según la marea esté alta o baja con los cambios de la luna, pujas o quiebras. El trabajo se reparte en experticia: las mujeres dirigen la faena, niñas y niños limpian los moluscos recogidos y los hombres brindan seguridad en el transporte para protegerlos de vuelta del mitológico Riviel, un ánima en pena que se desplaza misteriosamente por las aguas de los ríos. El bien común guía la buena voluntad de todos. Construyendo Sueños, La Sirena, Asomar La Esperanza y Fundación Chiyangua, velan por este impulso asociativo que renueva la tradición e introduce niveles de autogestión que favorezcan los tiempos de recolección, rotación de lugares o veda, entendiendo el recurso y su renovación cíclica en el territorio compartido.

La conservación del patrimonio natural es el mayor acervo de conocimiento que inspira la nueva relación con el paisaje ante el cambio climático. Ahora ya la niñez del enclave cuenta con una cartilla propia, de calidad editorial y visual que espejea entre las manos de sus noveles usuarios quienes así tendrán un atractivo estímulo para aprender la magia de las letras y el sabor de las palabras que narran su vida de lo oral a lo escrito; y concebir que no solo heredarán un modo de vida, sino también el sitio donde su hogar respira.

Diez años antes cuando el restaurante LEO abría sus puertas al público ya estaba implícito este destino que hoy FUNLEO ha llevado por los caminos de Colombia como recorrido y circuito en que el saber y el sabor van indisolublemente unidos así como la creación a la vida. Los procesos de apacentamiento deben corresponder a visiones cosmopolitas y endógenas, razón para definir la soberanía educativa a partir de la hospitalidad. Pero el Pacifico carece de un buen sistema formativo, el cual es requisito fundamental para vencer la marginación y la pobreza dentro de la población. No solo la infraestructura es precaria. La responsabilidad de los docentes responde más a un compromiso formal que a una vocación como orientadores del destino común.

No fue posible que los niños, en los grados superiores de primaria, leyeran la cartilla. Sin redundancia alguna: salta a la vista que existe un gran atraso en materia educativa. Los profesores solo asisten dos horas diarias debido a que no viven en las veredas si no en la cabecera municipal y el gasto de tiempo bogando lo restan de la jornada. Esos días paramos en las escuelas ribereñas al rio Quiroga, Guapi y Guaguí. De unos doscientos cincuenta alumnos que asisten por el derecho a la educación, solamente quince leen con suficiente habilidad.

Teófila y su comitiva esperan que además de sus ancestros custodiando desde el más allá, los docentes mismos logren reconocer el contexto real al que hace referencia la cartilla como recurso de transmisión del saber tradicional y que el Estado mire hacia una educación sin rezago que sobrepase cualquier cambio circunstancial, aminorando los altos índices de exclusión escolar.

Ojalá, El Riviel, ese endriago o monstruo fabuloso medio animal-hombre que se deleita causando espanto entre los pescadores nocturnos, se convierta en el superhéroe que facilite la liberación del manglar de la tala o envenenamiento generado por la alta minería, pero sobretodo ilumine con su candil a los directivos de la educación en Colombia para entender que ésta es base esencial del desarrollo sostenible.

Por Leonor Espinosa

 

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