
Andrea Mejía también publicó el libro de cuentos "La naturaleza seguía propagándose en la oscuridad".
Foto: Archivo particular
Ana decidió irse a vivir a una montaña para buscar soledad. La encontró en todas sus versiones: el placer de la soberanía, pero también sus costos. El silenció que se presta para que el tiempo pase y se aprecie y haya permiso para detenerse y observar. También el angustiante silencio que se mezcla entre la oscuridad de la noche y los crujidos de la madera. Ana se divide entre el goce de la luz y el terror de su ausencia.
Ana siempre está sola, pero quiere compañía. Su aislamiento solo logró que se desconectara más. La montaña, que para ella...

Por Laura Camila Arévalo Domínguez
Periodista en el Magazín Cultural de El Espectador desde 2018 y editora de la sección desde 2023. Autora de "El refugio de los tocados", el pódcast de literatura de este periódico.@lauracamilaadlarevalo@elespectador.com
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