"Soy un hombre invisible. No, no soy un trasgo de esos que atormentaban a Edgar Allan Poe ni uno de esos ectoplasmas de las películas de Hollywood. Soy un hombre real, de carne y hueso, con músculos y humores, e incluso podría afirmar que tengo una mente. Soy invisible simplemente porque la gente se niega a verme”. Un prólogo, veinticinco capítulos y un epílogo dan origen a las 636 páginas de El hombre invisible, en su edición de DEBOLSILLO, con traducción de Andrés Bosch y el cuidado editorial de Penguin Random House.
Originalmente, la novela se publicó en 1952 y desde el momento de su aparición se situó como una de las obras cumbre de la literatura escrita en inglés durante el siglo XX. Se trata de uno de esos libros que se ganan su lugar en la historia más que por su contenido, por la forma en que retratan una época. Sin embargo, en esta novela tanto la forma como el fondo se llevan todos los aplausos. Su estética y la profundidad de sus personajes la hacen una pieza fundamental, de principio a fin. No por nada ganó, en el año de su publicación, el National Book Award.
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Su autor, Ralph Ellison, nacido en 1914, fue un hombre interesado por la política y la igualdad social. Se involucró desde muy joven con el activismo en pro de los derechos de los ciudadanos afro en Estados Unidos y, con el tiempo, logró internarse en la vida de los personajes que retrataría a lo largo de los años en sus escritos. Vivió en Oklahoma durante gran parte de su infancia y juventud; estudió en escuelas públicas y allí tuvo que experimentar el racismo que dominaba a la cultura americana de la época. Con esfuerzo, logró obtener una beca que le permitió estudiar música, una afición que desarrolló desde muy joven, y entre 1933 y 1936, tocó la trompeta en el Tuskegee Institute.
Fue un lector dedicado desde la infancia. Sus padres lo bautizaron en honor al poeta Ralph Waldo Emerson. Con ello, era indudable que su destino sería convertirse en escritor. Hacia 1938, tras un encuentro que sostuvo con Richard Wright, uno de los escritores afroamericanos más destacados de los años 40 y 50, decidió atreverse a publicar sus primeros textos. Desde 1939 empezó a publicar, de una manera casi frenética, diversos artículos, relatos y ensayos, en distintas revistas y suplementos de diarios, que le permitieron entrar con fuerza en el ámbito literario. Sin embargo, su proceso se vio interrumpido por la Segunda Guerra Mundial. Estuvo con la marina mercante durante algunos años y, pese a que no escribía con la misma disciplina, logró pensar en muchos de los temas que más adelante trataría. Al terminar su servicio, dictaba una catedra sobre folclor y cultura afroamericana en distintas universidades del sur y centro de los Estados Unidos. Este ir y venir le permitió, después, dar con el tema de su obra maestra.
En 1945 obtuvo una beca Rosenwald que le dio la posibilidad de dedicarse exclusivamente a escribir y fue así como concibió El hombre invisible. Casi de manera simultanea redactó una serie de ensayos y artículos que compiló en un volumen bajo el título de Sombra y acto, libro que se publicaría hacia 1964 y lo ubicaría como el escritor afroamericano más importante de su generación.
Ellison era, ciertamente, un hombre de múltiples intereses. Practicó la escultura, la fotografía y la música. Logró, en su momento, una beca “Prix de Rome”, con la Academia Norteamericana de las Artes, y fue miembro directivo del PEN Club y el Instituto de Estudios de Jazz. Ocupó durante varios años la cátedra Albert Scweitzer de Humanidades y dio clases en las universidades de Yale, Chicago y Nueva York. En Europa fue reconocido como un intelectual preocupado por la realidad afro en el mundo y durante un tiempo fue profesor en la Universidad de Salzburgo. Su nombre no pasó desapercibido mientras estuvo vivo. En 1994 falleció, a la edad de 80 años, a causa de un cáncer de páncreas.
El hombre invisible es un libro monumental, tanto por su tamaño como por la fiereza con la que se relata la historia. De carácter muy reflexivo, esta novela aborda el testimonio de un hombre negro que se reconoce a sí mismo como invisible, puesto que la sociedad se niega a verlo como realmente es. En ningún momento se nos revela un nombre, pero sí una serie de condiciones que le dan al personaje toda su dimensión. Es un tipo curioso, afable e inocente que piensa que su destino está ligado a la fuerza que sus palabras puedan mostrar. Asiste a una universidad en el sur y debido a una serie de circunstancias, en apariencia desafortunadas, se ve en la obligación de desplazarse al centro del país. Llega a Harlem y es allí en donde se dará cuenta de que todo un mundo crece más allá de lo que él concebía.
Es en este lugar donde comienza a formar parte de La Hermandad. Su misión será la de llevar a la gente las palabras correctas para mantener el orden y la buena comunión con los blancos, pero a medida que el tiempo avanza, y siendo fiel a su curiosidad sin remedio, se irá encontrando con una verdad que lo hará caer en un agujero y es allí donde logrará su tan ansiada clarividencia.
La intriga y la emoción se encuentran con intensidad al interior de estas páginas en las que un narrador joven y ambicioso, reflexiona acerca de su papel en la sociedad y la forma como la gente tiene la capacidad de revelarse cuando se ha colmado su paciencia, sin necesidad alguna de palabras. El dinamismo de la narración permite que el lector experimente una sensación de tedio hacia lo que, a través de las reflexiones y pensamientos del protagonista, termina siendo la cara real de una sociedad desigual y masoquista. Con una riqueza literaria que solo es posible apreciar al conectarse profundamente con la historia, esta novela logra desafiar al lector para que, finalmente, se haga una simple pregunta: ¿es esta voz un eco de la mía propia?
Mientras estuve leyendo, no pude evitar escuchar los sonidos. Hay música en esta novela y creo que ese es uno de sus mayores aciertos. Cada capítulo, cada situación narrada, parece ir acompañada de una melodía. No podría yo afirmar de qué sonidos se tratan y en qué pasajes específicos se encuentran, pero sí puedo asegurar que el jazz y el blues se hacen presentes para fluir con las palabras que uno va encontrando. De repente, las voces de artistas como Louis Armstrong o Billie Holiday, las notas interpretadas por Charlie Parker, Lester Young o Thelonious Monk; las experiencias cantadas de Robert Johnson o los improperios llevados al lirismo de los Bobby Blue Band, se hacen presentes y permiten que la novela adquiera una totalidad artística de la que pocos libros son capaces.
Esta es una novela de primerísimo orden, como resaltaba Saul Bellow en su momento. Se trata de una fuerte crítica a las cuestiones sociales e intelectuales que preocupaban a la comunidad afro a principios del siglo XX. Es una clarísima valoración de lo que se conoce hoy como el nacionalismo negro y una profunda revisión a las políticas que Booker T. Washington proponía por aquellos años, en cuanto a temas como la identidad y la individualidad. No hay duda de que la propia experiencia de Ellison le permitió transmitir en esta obra lo que veía frente a sus ojos. Se interesó tanto en la realidad de su comunidad que la retrató como ningún otro escritor lo había hecho antes. Para mí ha sido un descubrimiento superfluo. Es una pena que tan juicioso autor haya publicado tan poco. Hay quienes dicen que no importa tanto la cantidad como la calidad y, con este libro en mis manos, puedo dar fe de ello. Han pasado ya veintiséis años desde el fallecimiento del autor y la última palabra que escribió. Aún hoy se sigue discutiendo sobre el impacto de esta novela. Pasarán otros veintiséis y estoy seguro de que no habremos terminado de comprender las razones de nuestra invisibilidad.