El Magazín Cultural

El infierno de Dante

Dante Alighieri es a la vez escritor y protagonista de la Divina Comedia. Beatriz existió y dicen que sí estaba como en el cielo: inalcanzable. Pero si de algo sirve la ficción es para que ocurran las cosas que en la realidad no, o para entenderlas, o al menos para sufrirlas.

JULIANA MUÑOZ TORO
13 de septiembre de 2019 - 02:24 p. m.
Dante Alighieri, autor de La divina comedia, una obra inmortal que ha resucitado gracias a una lectura colectiva por twitter.  / Archivo
Dante Alighieri, autor de La divina comedia, una obra inmortal que ha resucitado gracias a una lectura colectiva por twitter. / Archivo

Se sufre porque se vive: “Estar muerto a todo, salvo al terror”. El viaje empieza en la falda de una montaña invertida, si acaso eso tiene sentido. Virgilio encuentra a Dante para llevarlo a donde Beatriz, que desde el Cielo lo llama. El poeta será su guía por los horrores del Infierno, las terrazas del Purgatorio y los hilos del Cielo hasta llegar a ella. Hoy me quedo en el Infierno, el lugar donde Dante, el escritor, se vuelve inmortal, donde se elaboran las imágenes más reproducidas de lo que puede ser el reino de Satán: sufrimiento eterno, castigos horrendos y la lista de los pecados que conducen al mal.

“Dejad, los que aquí entráis, toda esperanza”, una de esas frases inolvidables con las que Dante nos advierte que estamos a punto de presenciar el mal del mundo. ¿Qué es el bien y qué el mal? ¿Hay un juez que lo tenga claro? Esta, del canto XI, es una de las mejores definiciones del origen del mal: “El mal va contra el primer bien: la Libertad. Sabe que arrebatada, el hombre se embrutece y ya no es nada”. También está Minos, el examinador de culpas. Culpas, no pecados. Entre más abatida el alma se sienta, peor será su puesto en el Infierno.

Lo fascinante que tiene la visión literaria y poética de este lugar es que temporalmente nuestro propio infierno queda fuera, lo podemos leer. La personificación de nuestras penas o caídas está metida de cabeza en la tierra, con las piernas al vacío. También está la búsqueda del sentido; los que más creen saber del futuro son quienes más ignoran el presente. Dante va preguntándole a cada desgraciado cuál fue su pecado. Él es quien recoge los mensajes de estas almas que, confiando en que regrese a la Tierra, quieren ser recordadas. La memoria de alguien lo redime. No hay peor castigo que el olvido.

Tal vez sí haya algo de esperanza. La esperanza de la lucha: “No se llega a la victoria con blanduras. Sólo el recio corazón logra el premio. Cuanto hay de valor cuesta. ¡Levántate!, el dolor pasará”.

 

Por JULIANA MUÑOZ TORO

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