El Magazín Cultural
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El legado de los hombres parteros

A propósito de la declaratoria de esta práctica tradicional como patrimonio cultural inmaterial de la humanidad, revivimos este texto sobre el oficio, que también ha sido desarrollado por hombres.

Jaime Acuña Lezama
06 de diciembre de 2023 - 07:58 p. m.
El legado de los hombres parteros

Don Georgia Castro tiene las manos grandes y repletas de agradecimientos por parte de las madres y de los pequeños que ha recibido durante más de 35 años que lleva dedicado al oficio de partero. Nació en el municipio de Olaya Herrera, Nariño, el 15 de febrero de 1935 y sus padres escogieron su nombre del Almanaque Bristol. Mide 1,56 m de estatura y es de contextura robusta. Tiene los ojos pequeños y la mirada profunda. Este hombre, que estudió hasta cuarto de primaria, es una de las casi ochenta personas del género masculino en el país dedicados a la partería.

Don Georgia habla de su vida con respuestas muy sencillas, en las cuales destaca que este oficio, además de ayudarlo a sobrevivir, le deja mucha gratitud y felicidad. Este último sentimiento se triplica en él cuando recuerda que este mes de octubre el Consejo Nacional de Patrimonio Cultural emitió un concepto favorable para incluir en la Lista Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial del ámbito nacional a los Saberes Asociados a la Partería Afro del Pacífico.

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Los dedicados a este oficio lo enfrentan con valor y dedicación, encomendados a las muchas costumbres milenarias que, según todos, traen buenas energías y tranquilidad a las ‘parturientas’. Es imposible no tener en cuenta las fases lunares, los alimentos y las plantas medicinales propias de la región, como el cimarrón, la doncella, el poleo, la yerbabuena y el anamú.

Georgia nos relata algunas de sus experiencias como partero, sin dejar a un lado sus temores y anécdotas, así como el fervor religioso que imprime a su noble tarea. Nos ratifica que la partería viene desde África y que una vez llegaron los afrodescendientes a estas tierras, empezaron la ardua tarea de reconocer el terreno, las plantas y alimentos que se producían, con el fin de adaptarlos a sus vidas.

¿A usted lo recibió una partera?

Claro que sí. En ese tiempo no se acostumbraba otra cosa. Ella se llamaba Ignacia, a quien le decía muy orgulloso mamá Ignacia. Yo nací, por ayuda de ella, en un corregimiento llamado Río Sanquianga, ahora municipio Olaya Herrera.

¿Qué piensa de que los hombres también se dediquen al oficio de la partería?

Estoy de acuerdo. Ojalá hubieran más hombres como yo que lo hicieran, pues sus mujeres se sentirían más tranquilas. El trabajo es para todo el mundo, todos necesitamos. Lo mejor es que existan más manos para recibir vidas.

¿Qué recuerda del primer bebé que recibió?

Era una mujer y me fue muy bien. Le agradecí mucho a Dios. Desde ese momento, cada vez que acompaño a una mujer en el parto, lo primero que hago es encomendarme a Dios y a la Virgen.

¿Qué representa ayudar a un ser humano a llegar a la vida?

Es una alegría, es una belleza, porque nace un infante, un ser humano lleno de vida. Lo mejor es imaginar que va a ser una gran persona, un gran padre o una gran madre. Ya son 35 personitas, entre niños y niñas, que he traído al mundo.

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¿Sigue en contacto con las personas que ha ayudado en sus nacimientos?

Con algunas personas sí, no con todos. En el campo los padres les dicen a sus hijos cuando van creciendo que le digan papá o mamá a los que nos dedicamos a esta tradición. Muchos de ellos me llaman todavía así, aunque esa costumbre ya se ha perdido.

¿Sus hijos o nietos se dedican a este oficio?

“No. Nadie quiere saber de este oficio y, la verdad, me desilusiona mucho. Además de partear, yo curo con hierbas medicinales la picadura de culebra, el mal de ojo, el espanto (depresión), quistes y miomas. Pensar que este conocimiento se perderá, me da mucha tristeza”.

¿Cuál es su secreto en el momento de curar una enfermedad?

Nunca digo mis secretos, que en realidad no son secretos, sino la forma en que yo trabajo. Lo único que le puedo decir es que yo curo una picadura de culebra con tres fósforos y algunas hierbas.

Por Jaime Acuña Lezama

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