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El Museo Louvre, en París, decidió lanzar una convocatoria en la que invitó a cien artistas a “imaginar una copia de una obra de su elección” entre los más de 35.000 objetos que alberga en su colección. El resultado de esta propuesta será la muestra “Copistas”, la cual estará abierta al público hasta febrero de 2026 en el Centro Pompidou de Metz. El objetivo de esta convocatoria fue dejado a interpretación de los artistas invitados con la intención de ir más allá de una reproducción fidedigna, para instar a la reflexión sobre la copia y la innovación.
Múltiples medios fueron utilizados para cumplir con el objetivo, entre los cuales se encuentran pintura, escultura, instalaciones y videoarte, entre otros.
“Seleccionamos artistas que admiramos, sin importar estilo, medio, generación o visión. No es una exposición temática, sino una invitación a la expresión individual”, aseguraron Chiara Parisi, directora del Centro Pompidou de Metz, y Donatien Grau, responsable de los programas contemporáneos del Louvre.
Sin embargo, esta no es la primera vez que el museo ha acogido a los copistas como parte de su institución. Históricamente, desde su fundación en 1793, ha tenido una oficina de copistas, y, en 1993, realizó una muestra en la que hicieron uso de esa tradición histórica. “Esa exposición fue muy diferente, ya que coincidía con el bicentenario del Louvre”, afirmó Grau. “Y era básicamente una exposición de obras patrimoniales, obras antiguas. Esta exposición se compone exclusivamente de encargos contemporáneos”.
Entre los artistas invitados a la muestra se encuentran el Mohamed Bourouissa, de origen argelino y francés, quien decidió reinterpretar “Estudio de Manos” (1715) de Nicolas de Largillière en una obra en la que utilizó impresión UV sobre plexiglás, acero y aluminio. Por otro lado, Madeleine Roger-Lacan recreó “El baño turco” de Ingres, sustituyendo los cuerpos femeninos por masculinos.
La Mona Lisa, la pieza más famosa del museo, también fue sometida a este tratamiento. Dos artistas se dieron a la tarea. “Claire Fontaine cubrió el rostro de Lisa con pintura negra. El agujero negro pretendía, de alguna manera, reducir el estatus icónico de la imagen y evocar la ira que los activistas climáticos dejan en las obras de arte. Fontaine había apilado una pila de ladrillos envueltos en tapas con los títulos de obras del Louvre, como amenazas lanzadas a través de las ventanas”, reportó la revista Wallpaper.